Capítulo 6: Te necesito, gato... A ti, Chat Noir.

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Cayó de la estructura más popular de Francia con todo el estilo que tanto detestaba. Sus coletas ondeaban y el rojo sangre de su cuerpo se podía distinguir a kilómetros; nunca entendería esa manía de los héroes de ser tan pero tan obvios, aunque sea el gato ese tenía más discreción con su traje negro. Pero no, ella destacaba como una flor iluminada en el medio de un frío bosque de cemento...

El jefe tenía razón, a veces su lado todavía humano se pasaba de idiota con lo poético.

Subió su capucha y comenzó a correr en su dirección con un poco de fastidio, y en menos de un segundo ya le había pasado por un lado, con su vista periférica jactándose de su expresión sorprendida.

—¿Qué...? ¡Oye, detente! —escuchó el grito a sus espaldas a sabiendas de que lo estaba persiguiendo. De verdad era demasiado fácil manipularla.

Ladybug solo lo vio pasar a su lado como un espectro, una figura cubierta en tela negra que parecía más una sombra que un ser vivo. La oscuridad vuelta vida.

Hawk Moth.

Apresuró el paso, pero era demasiado veloz. Saltaba de techo en techo como si no pesara nada, con la capa y la capucha moviéndose ante sus elegantes subidas y bajadas. Estaba sacando su yoyo para detenerlo cuando la figura paró en uno de los edificios. Se volteó, y el brillo de sus ojos en la oscuridad fue lo último que vio del espectro antes de que cayera de espaldas.

—¡No! ¡ESPERA! —gritó, viendo cómo varias luces de las ventanas a su alrededor se encendían en plena noche y luego corriendo hacia la orilla del edificio.

Miró hacia abajo en crisis, encontrándose tan solo con las sombras del callejón, completamente a oscuras. Sin pensarlo se dejó caer hacia allí, dándole vueltas a su yoyo para iluminarse y volteándose a todos lados, viendo los botes de basura y la mirada amarilla de un gato negro desde un rincón.

Suspiró, deteniendo su yoyo.

—Chat Noir... —susurró inconscientemente, volteando rendida hacia la salida que daba a la tampoco para nada iluminada calle, pensando en qué había sido eso y en que se arrepentía de haber acordado vigilancias separadas con aquel gato tonto.

Hasta que todo cambió.

Una pared de lo que parecían sombras se levantó por la salida, haciéndola retroceder. Miró hacia arriba y comenzó a darle vueltas a su yoyo para lanzarlo y salir de ahí, pero otra muralla de esa cosa empezó a extenderse por su única vía de escape, lo cual dejó a la luz que desprendía la cuerda de su arma como única iluminación entre las tres paredes de ladrillo y las dos de sombra. Hubiera comenzado a intentar golpear estas últimas si una voz no la hubiera detenido a sus espaldas.

—Ni lo sueñes, Ladybug.

Todos sus músculos entraron en tensión. Ese tono le sonaba familiar.

Se paró derecha, deteniendo el yoyo y quedando entre las tinieblas... para luego voltearse y lanzárselo con todas sus fuerzas hacia la figura que había escuchado al otro lado del callejón.

Pero la cuerda solo iluminó cómo su yoyo ni lo rozaba, para luego volver a su mano. Ya había desaparecido.

—Qué acto más desesperado para una heroína.

Pegó un pequeño brinco al escucharlo de nuevo tras ella, esta vez a menos distancia.

—¿Quién eres? —su cuerpo se movió en la oscuridad, agachándose e intentando tumbarlo por las piernas, pero este volvió a esquivarlo saltando como si nada volviendo hacia sus espaldas.

—Deja de atacarme, superheroína, yo solo soy un humilde mensajero —resonó su voz burlona mientras ella se levantaba a su postura inicial y le daba vueltas al yoyo en posición de ataque, con la figura a tan solo unos metros de distancia. Lo único que podía distinguir era la silueta de su capa... y su mirada bajo la capucha.

—Entonces sé un buen cartero y dame el mensaje, ¿o vas a seguir evitando cada ataque como un cobarde? —le contestó desafiante, viendo cómo la furia se apoderaba de sus amarillos ojos a pesar de la poca iluminación que emanaba la cuerda.

—Lo haré, pero detén esa luz. Tan solo tienes que escuchar, no ver —susurró, comenzando a girar a su alrededor seguido por los ojos y oídos de Ladybug.

—¿Y cómo sé que no me atacarás? —preguntó, mas él no se detuvo. Observaba sorprendida el cómo su figura parecía flotar a su alrededor, haciendo movimientos casi imperceptibles incluso para ella.

—Tendrás que confíar —el ceño de la chica se frunció y sus músculos se tensaron más de lo que ya estaban—. Confianza a cambio de información, me parece un trato justo.

A pesar de que todo su raciocinio le decía que hiciera lo contrario¸ fue bajando la velocidad del yoyo mientras el desconocido se detenía al frente de ella y enfocaba sus ojos en los suyos. Su arma terminó volviendo a su mano pero ella no cambió su postura de ataque.

—Vengo de parte de Hawk Moth.

—Por qué no me sorprende...

—¡¿Me vas a dejar darte el mensaje?!

—Okey, okey, me callo, sigue.

Lo escuchó suspirar.

—Ahora tengo que volver a recordar todo lo que había memorizado.... —expresó frustrado—.... Vengo de parte de Hawk Moth, va a darte una última oportunidad de...

—¿De qué? ¿De entregarle los Miraculous? ¿O acaso ahora también quiere que salga con él? Si es lo segundo dile que no es mi tipo...

—¡DÉJAME DARTE EL MENSAJE E IRME QUE TENGO HAMBRE JODER!

—Vale, me callo.

—¡Sí, por favor!

A pesar de que no lo demostraba, Ladybug estaba sonriendo para sus adentros. Mientras distraía a ese extraño tipo estaba apretando imperceptiblemente su yoyo, rogando porque Chat Noir escuchara el pitido de su anillo con su ubicación y fuera a ayudarla. Solo que desde hace más de una hora su compañero se encontraba frente a otro muy diferente tipo de problema... quizás peor que los de ella.

—... Y me encuentro muy decepcionado, Adrien. Desapareciste de la escena y no volviste hasta ya la noche y...

Sentado en la mesa del comedor, tomando del mismo vaso de agua desde que había comenzado el regaño hace ya un incontable tiempo y tan solo llegando a sus oídos fugaces palabras de su padre, Adrien vio su anillo brillar... y sonar.

Ladybug.

—¿Qué es ese insoportable sonido, Adrien?

Se enderezó al por fin su padre fijar su mirada en él, sonriendo nervioso y tapando el anillo con su otra mano, aun cuando se seguía escuchando el pitido con eso.

—Eh, yo, pues, ¡es mi teléfono! ¡Debe estar sonando en mi cuarto y por eso me llega la señal al anillo súper tecnológico que me compró Nathalie de alarma! Ya sabes cómo es la tecnología de ahora, jajá.

El señor Agreste lo miró fijamente por varios segundos, de una forma que lo hizo sentirse todavía más nervioso. Luego apartó la mirada sacudiendo la cabeza como si se estuviera regañando a sí mismo, y suspiró.

—Ve, tengo trabajo que hacer —le ordenó, comenzando a caminar hacia su oficina. Adrien casi se cayó de la silla mientras se levantaba y caminaba a toda velocidad hacia su habitación, hasta que su padre lo volvió a detener—. Y Adrien...

—¿Sí, padre? — respondió volteándose, apresurado por saber de qué se trataban las continuas llamadas de Ladybug que transmitía su anillo... pero su expresión apurada cambió al distinguir la mirada de su padre. Sus ojos se veían... dulces, nostálgicos, soñadores.

Felices.

Igual a cuando ella estaba aquí.

—Que tengas buenas noches, hijo —le dijo, con el mismo rostro serio de siempre.

...Pero esos ojos...

—Igual, padre —susurró, siguiendo los dos sus caminos.

Ladybug necesitaba de él.

No se espía en ventanas ajenas, Chat Noir. |MariChat|Where stories live. Discover now