Días 8, 9 y 10 - 6 de Septiembre de 2012

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Me lloraban los ojos, me ardía la garganta, me dolía el pecho... Mi cuerpo entero temblaba mientras mi cerebro se detenía en seco y no dejaba lugar dentro de mi cabeza para nada que no fuese el crujir y el vomitar.

Puedo jurar que es la experiencia más asquerosa, nauseabunda y desagradable de mi vida, de las que he vivido en carne propia al menos.

Cuando dejé de devolver, básicamente porque ya no quedaba nada en mí que pudiese dejar salir, me desplacé a la esquina opuesta a la que ocupaba segundos atrás. Allí traté de apartar los cadáveres de mis pesadillas para poder sentarme, cosa que acabé haciendo pero no sin aplastar algunos ejemplares con mi trasero. 

Allí, sentada en una cada vez más marcada penumbra, clavé mi mirada sobre una de las arañas que yacía patas arriba. Era, además de nauseabunda, peluda. De color marrón tirando a gris, o así me pareció con la poca luz que entraba, como con manchitas de un tono más oscuro, de cuerpo grande en comparación a las que suelen salir en las casas. Deslicé mi vista sobre lo que la rodeaba y pude ver muchos tipos de arañas diferentes, de diversos tamaños, formas y colores, unas peludas y otras no. Y, unas en concreto, llamaron mi atención. De colores, verdes, azules, rojos, naranjas y amarillos. No unas de un color y otras de otros, no, con todos los colores en cada una de ellas; o casi. Se me asemejaron a pavos reales, con sus plumas coloridas tan llamativas, y juro que jamás había visto esa especie. (*)

Estaba tan asombrada por su aspecto que me acerqué a una de ellas para poder así admirarla mejor, pues me resultaba hermosa. Irónico, una araña hermosa, a mí, con el repelús que les tenía y les tengo. Estaba tan embobada que no me preocupé de si chafaba a sus amigas o no, sólo podía mirarla, como hipnotizada. Era diminuta y, además, extremadamente peluda, con el pelo como gris y con parte de las patas en marrón. Sus ojos, bajo la poca luz que caía sobre el lugar, se me antojaron verdes, de un verde oscuro brillante, parecido al que tienen algunas moscas en la parte trasera.

Mientras la miraba, se escuchó de nuevo un clic, yo lentamente levanté la cabeza y miré la primera pared que apareció ante mí, cual muro infranqueable. En cuestión de un segundo que pasó por mi vida a cámara lenta, nuevas arañas y gusanos entraban en la habitación a través de los agujeros de la pared, disimulados en la cenefa que ya antes mencioné. Todo lo narrado antes, se repitió, el asco, la desesperación al sentir cómo nuevamente me trepaban  y trataban de entrar en mi interior; todo.

El fin de escena, fue también el mismo, y el resultado posterior, exactamente igual. Abrí los ojos, en la oscuridad ésta vez, y no pude apreciar nada a mi alrededor. Ni siquiera sé cómo pasé la noche, lo único que puedo decir es que, cuando el sol hizo acto de presencia, yo estaba tendida sobre un lecho de patas de un sinfín de tamaños, boca arriba y ocupando lo mínimo posible. Poco después, todo volvió a acontecerse, y así fue durante los tres días que he estado allí, basándome en la luz que me llegaba por las ventanas. 

Lo único que varió en ese lapso de tiempo, fue mi situación. El primer día era "libre"; una de las veces que desperté durante el segundo, me descubrí maniatada con una burda cuerda y, en el tercero, no sé en qué momento lo hicieron, me pusieron una camisa de fuerza. Me hallé dentro de una blanca camisa con las manos cruzadas por delante, introducidas en una especie de tira textil y atadas a la espalda, sin modo alguno de quitármela. 

Por otro lado, durante aquellos días tuve que contener tanto como pude mis necesidades, del mismo modo que vengo tratando de hacer desde que todo este horror llegó a mi vida.  No comí, no bebí, dormí a causa de aquel humo o gas que llenaba de tanto en tanto la sala y, sobre todo, sufrí. Sufrí despacio, rápido, a ratos cada vez más cortos pero más repetidos. Lloré desconsolada, rogando ahogarme en mis lágrimas y dejar de pasar vez tras vez por la misma escena, una tortura para mí. El miedo que tengo a las arañas, no ha aminorado, ni un ápice, más bien al contrario pues, aunque he pasado demasiado tiempo con ellas estos días, también han tratado de entrar por cada parte de mi cuerpo que les parecía una entrada. Las odio, las temo. Y ahora, aquí escribiendo esto, me doy cuenta de que siempre será así y me hago, además, una pregunta...

¿Es casualidad que el animalejo que me echaron encima fuese el que más repelús y miedo me da?

Cuando recobré el sentido la última vez, ya no estaba en aquel horror de sala, sino en ésta que ahora habito. Una celda normal y sencilla cuya ventana está barrada y las paredes lucen sucias. El suelo destrozado evoca el recuerdo de cada una de las superficies que he pisado desde mi llegada. Y la luz, ¿qué decir? La percibo como un lujo... 

Nada más que merezca la pena remarcar en lo referente al estado del lugar que lleno con mi apocada presencia. Aquí solamente hay vacío. Vacío y yo, aquí en medio, sola con mi cuaderno y mi maleta en un rincón.

Al ver la maleta recordé que olía a perro muerto, como suelo decir cuando algo huele tan mal que echa de espaldas. Me acerqué al fardo como pude, dispuesta a aprovechar para cambiarme de r

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*http://edukavital.blogspot.com.es/2013/06/la-mas-hermosa-arana-pavo-real.html

✔️El creador de locosWhere stories live. Discover now