- Gracias a vos. – Dijo ella cuando se separaron porque necesitaban respirar.

- ¿Te gustaría ir a un lugar más privado? – Propuso él rozando su nariz contra la de ella.

- Si, me gustaría. – Respondió ella con sinceridad.

Había algo en ese hombre que le daba confianza. Ella tenía la necesidad de conocerlo, así que se iba a permitir hacerlo. Dejó que él la lleve en su camioneta hasta su hotel y la lleve a su habitación. Le preparó un trago y encendió la música. Emma se sorprendió al escuchar que había elegido un disco de Bob Dylan. Al parecer eso era otra cosa más que tenían en común.

- Buena elección de música. – Dijo ella aceptando el trago.

Se llevó el trago a la boca y comprobó que era ron con cola. Terminó el trago de una, y luego tomó el de él y también lo bebió todo, sin siquiera frenar a respirar. Estaba nerviosa, y creía que el alcohol la iba a ayudar a superar esa situación.

- Gracias, aunque no es mi trago favorito. – Dijo ella entregándole los dos vasos vacíos.

Killian dejó los dos vasos en la mesa de luz y se quito su campera para ponerse más cómodo. Emma caminó de un lado a otro de la habitación intentando calmarse. No sabía que esperar, ni que se suponía que debía pasar en ese tipo de situaciones. Ella había tenido cosas de una noche más de una vez cuando había estado en su época de tomar alcohol y drogas, pero con él quería que fuera distinto.

- ¿Entonces es así como funciona? ¿Pones música, me das un trago y luego me llevas a la cama? – Cuestionó ella.

- Si eso es lo que quieres. – Respondió él sentándose en el brazo del sillón.

- Estoy nerviosa. – Admitió ella. – Sé que quizás parecí confiada en el bar, pero no lo soy. Es solo que tu canción me hizo emocionar, y quise hacer lo que tenía ganas de hacer en ese momento, entonces te besé. – Explicó atropellando una palabra contra la otra. - ¿Qué? – Preguntó ella al ver que él la miraba con una sonrisa.

- Eres adorable. – Respondió él manteniendo su sonrisa.

- No, no soy adorable. – Negó ella y se rió ante la ironía de que él piense eso. – Soy dura y fría, y no te quisieras meter conmigo. – Dijo seriamente. – No digas que soy adorable, porque eso es lo que dicen los hombres cuando no quieren que pase nada. – Agregó algo irritada. – Sácate tu camisa. – Indicó.

- ¿Por qué? – Preguntó él, divertido ante la situación.

- Porque necesito que te la saques para poder dejar de pensar. – Respondió ella con sinceridad.

Él aceptó e hizo lo que ella pidió, se levantó del sillón y se quito su camisa, dejando a la vista todo su pecho y abdomen. Emma lo miró maravillada por unos instantes. Sus músculos estaban marcados, y tenía la cantidad de bello perfecto para lucir sexy pero no asqueroso.

- ¿Realmente? – Preguntó ella enojada. - ¡Eres como ver una fotografía photoshopeada! – Se quejó y le tocó los músculos para comprobar que fueran reales.

- Tus manos están frías. – Protestó él. – Ahora quítate tu la remera. – Dijo, una vez que ella dejo de tocarlo al estar conforme.

- No, no puedo competir con eso. – Negó ella sacudiendo su cabeza y señalando los músculos de él.

- Vamos, es lo justo, yo ya me quite la mía. – Justificó él.

Emma sabía que él tenía razón, así que finalmente optó por quitarse ella también su remera, quedando con su corpiño color negro. Él la miró fascinado por unos segundos, prestando atención en sus moretones y lastimaduras generadas por la caminata. Ella pudo leer en sus expresiones que él tampoco tenía idea de cómo seguir con eso. La canción favorita de Emma sonó, interrumpiendo sus pensamientos. Inevitablemente se puso a cantar. Él la miró con una sonrisa ante su reacción, se unió al canto y también la sacó a bailar. Bailaron alrededor de toda la habitación en completa sintonía con la música y con ellos mismas. Emma jamás se había imaginado que bailar con otra persona podía ser tan sencillo, pero él le demostró lo contrario haciendo que parezca que era algo que venían haciendo durante todas sus vidas.

Rocky RoadsWhere stories live. Discover now