Capítulo 4

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El tiempo que tardo de la universidad a la casa dura más de una hora, así que decido caminar rápido, meto mi mano en mi bolsillo del pantalón y encuentro una moneda de 200, me alegré, decido ir a comprarme un dulce, para que, por lo menos pase algo por mi garganta.

Arturo: buenas

Señora de la tienda: ¿qué quiere?

Arturo: me vende un dulce de 100

La señora me da el caramelo y yo le doy el dinero, me quedo esperando el vuelto.

Señora de la tienda: que espera

Arturo: mis vueltos

Señora de la tienda: lo siento pero a usted no le queda vuelto

Arturo: le di una moneda de 200 y este dulce cuesta 100

Señora de la tienda: usted me dio fue una de 100, deje de ser mentiroso

Arturo: ¿mentiroso yo? fíjese en el dinero que reciba

Señora de la tienda: coja el caramelo, voy a dejar queme robe

Arturo: yo no la voy a robar, es la verdad le di una moneda de 200, usted no la vio, ¡admítalo!

Señora de la tienda: cójalo, ya me han robado varias veces

Tomo el otro caramelo y lo guardo, me largo de ese lugar para no volver nunca. Estaba furioso, por lo que me había dicho esa señora, cuando me dijo ladrón, me dieron unas ganas de darle un puñetazo en la boca, tumbarla al suelo y vomitarle encima, pero no lo hice, me controlé. Pienso - ¿tengo cara de ladrón?, no, por supuesto que no.

Llego a casa agotado, me quito la camisa y me acuesto, prendo el ventilador para refrescarme, espero unos minutos, me pongo de pie, tomo agua y decido preparar una arepa con pollo, estaba hambriento. Pasada dos horas me acuesto a dormir.

MentirosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora