- ¿Tienes agua limpia? – Preguntó uno de ellos.

- Tengo agua, pero todavía no está lista para ser tomada. – Respondió ella señalando su termo. – Toma media hora para ser purificada. – Agregó ella a modo de explicación.

- Nosotros no tenemos pastillas purificadoras. – Dijo el que tenía una cicatriz en la cara.

- Yo les presto una si quieren. – Dijo ella sacando una tableta de su mochila y ofreciéndocelas.

- Gracias. – Agradeció el rubio, mientras llenaba una botella de cerveza vacía con agua del río. – Yo soy Peter, y él es Félix. – Dijo presentándose a si mismo y su amigo.

- ¿Qué haces acá? – Preguntó Félix.

- Estoy haciendo el Camino a Santiago. – Respondió ella.

- ¿Eres religiosa? – Continuó Félix con el interrogatorio.

- No. – Negó ella.

- ¿Qué podemos hacer para pasar el tiempo? – Preguntó Peter, sentándose en la orilla con expresión de aburrimiento.

- Se me ocurren un par de cosas. – Respondió Félix mirando a Emma insinuadoramente. – Tienes linda figura. – Comentó con una sonrisa

- Lo mejor va a ser que continúe mi camino. – Dijo ella guardando un par de cosas en su mochila.

- Nosotros también deberíamos seguir. – Dijo Félix poniéndose de pie.

- Gracias por el agua. – Agradeció Peter, también levantándose.

- De nada. – Dijo ella.

Emma caminó para el lado contrario que iban los dos hombres. La habían hecho sentir incómoda e intimidada. No era fácil de lograr eso en ella, pero la forma en que la miraron la hicieron sentir como si fuera un pedazo de comida y ellos no comieran hacía varias semanas. Se escondió detrás de unos árboles y esperó a que desaparezcan de su vista. Una vez que no hubo más rastros de ellos, logró relajarse. El sol estaba empezando a ponerse sobre el horizonte, así que decidió que lo mejor que podía hacer era acampar por la noche. Armó su carpa, calentó agua, y se sentó afuera de ella a tomar la sopa que había preparado. De repente unos ruidos la hicieron sobresaltar, un hombre venía caminando hacia ella. A medida que se acercaba consiguió reconocerlo, era Peter. Su corazón latía aceleradamente sintiendo que estaba en problemas. Le habría gustado poder salir corriendo, pero no podía hacerlo.

- Pensé que ibas a seguir camino. – Comentó Peter cuando llegó a donde ella estaba.

- Cambié de idea, era tarde y no me gusta caminar de noche. – Justificó ella.

- ¿Tratas de engañarnos? – Preguntó él seriamente.

- No, solo cambié de idea. – Respondió ella, intentando no mostrar el miedo que sentía.

- También cambiaste de ropa. – Dijo él mirándola de pies a cabeza. – Me gusta como te queda ese pantalón, como marca tu figura, tu cadera, tu cul... - Comenzó a decir.

- Por favor no digas eso. – Pidió ella interrumpiéndolo.

- ¿No puede un chico hacerle un cumplido a una chica? – Preguntó él haciéndose el inocente.

- Gracias. – Agradeció ella, y se mordió la lengua para aguantarse las ganas que tenía de gritar.

- ¡¿Qué diablos haces?! ¡Pensé que te habías perdido! – Gritó la voz de Félix a lo lejos. - ¡Ven aquí, vamonos! – Indicó a su amigo.

- Ten cuidado, una chica como tú sola en el bosque de noche puede correr peligro. – Dijo Peter.

Una vez que dijo eso, siguió a su amigo y se fue de allí. Emma se sentía aterrada y paralizada, no podía quedarse tranquila sabiendo que esos dos hombres estaban cerca y podían intentar lastimarla si querían. Desarmó la carpa, guardó todas sus cosas en la mochila, y continuó su camino. Lo mejor iba a ser alejarse de esos dos extraños todo lo que le fuera posible. Corrió toda la noche por medio del bosque, sintiéndose perseguida, teniendo miedo de que la alcancen y le hagan algo. Por momentos su corazón latía tan fuerte que pensaba que se iba a salir de su pecho, y por otros transpiraba tanto que podía sentir la humedad hasta en su nuca. Recién pudo empezar a tranquilizarse cuando comenzó a amanecer, como si la luz del día podría salvarla de cualquier cosa mala que podría pasar.

Emma llegó a León por la tarde. Lo primero que hizo, fue ir al correo y buscar la caja que Ruby le había enviado con provisiones. A diferencia de las otras veces, esa vez la caja vino acompañada con una carta.

Emma:

Si estás leyendo esta carta significa que lograste llegar a León. Te felicito y estoy muy orgullosa de vos, de todo lo que estás logrando.

Sé que a estás alturas de la caminata probablemente ya estás cansada y debes tener ganas de llegar a Santiago de Compostela cuanto antes. Pero no lo hagas, tomate un día León. A Ingrid le habría gustado que te tomes el tiempo de conocer su ciudad favorita, y estoy segura de que te va a hacer bien y feliz poder hacerlo. Así que por una vez en tu vida, no seas cabeza dura y hazme caso.

August me pidió que te mandara saludos.

Bostón te extraña.

Ruby.

Su amiga tenía razón. Ese viaje estaba haciendo que vuelva a conectarse con todo lo que había vivido junto con Ingrid, y lo mejor para empezar a cerrar y perdonar su perdida quizás estaba en tomarse un tiempo en conocer su ciudad favorita. Emma guardó la carta en su mochila y decidió ir a buscar un albergue para pasar esa noche, y probablemente la del día siguiente.

- Hola. – La saludó un hombre cruzando la calle para alcanzarla. Era alto, morocho y tenía unos ojos color azul intenso.

- Hola. – Devolvió ella el saludo.

- Soy Killian, tengo una banda de música y hoy hacemos un show. – Explicó él, entregándole una propaganda del bar donde tocaban. – Espero que vengas a vernos y escucharnos. – Agregó con una sonrisa. - ¿Vas a venir? – Preguntó después de un largo silencio.

- Claro. – Respondió ella, finalmente quitando su vista de la propaganda para volverla hacia él.

- ¿Cómo te llamas? – Preguntó él, dando un paso hacia ella.

- Emma. – Respondió ella, dando un paso hacia atrás para alejarse de él.

- No te preocupes, no muerdo. – Comentó él de manera chistosa al notar su reacción.

- No me molestan las mordidas. – Retrucó ella. – No puedo creer que haya dicho eso. – Dijo ella avergonzada, sus mejillas volviéndose rosadas. – Lo siento he estado sola mucho tiempo, no que he estado sola en si, sino que estoy haciendo el Camino a Santiago, así que... - Intentó explicar ella nerviosa.

- Pondré tu nombre en la lista de invitados. – Dijo él con una sonrisa. – Espero verte a la noche. – Se despidió.

- Nos vemos. – Dijo ella mirando como él se alejaba y se ponía a repartir propagandas a algunos autos que se habían detenido en el semáforo.

Emma eligió quedarse en "La Residencia de la Fundación Ademar". Fue a su habitación, y decidió que iría a escuchar la banda de Killian. Algo en ese hombre había llamado su atención. Era sexy y hermoso, pero además sus ojos expresaban tener una vida difícil. Quizás era loco pensar que podía conectar con un extraño de esa manera, pero él había dejado esa sensación en ella y quería comprobar si era cierta. Se dio una ducha para sacarse toda la mugre acumulada de la caminata, se depiló las piernas y las axilas, se peinó el cabello dejando sus bucles libres, y se vistió con la mejor ropa limpia que tenía. Esa noche la iba a dedicar a conocer a Killian.

Rocky RoadsWhere stories live. Discover now