Capítulo VI

518 101 49
                                    

Despertó con una fuerte sacudida del tren.

Gerard se incorporó bruscamente y miró a su alrededor, en busca de la sede del problema en cuestión. Todo estaba a oscuras y la única iluminación del vagón, una lámpara, era precaria. Una vez que sus ojos se acostumbraron al ambiente divisó a Frank sentado en silencio en una esquina, con ambas piernas cruzadas y fumando un cigarro. Mikey aún dormitaba a su lado.

— ¿Llegamos a Brunswick?

El moreno ni siquiera se inmutó al oírlo.

— No, el tren se detiene de vez en cuando para hacer paradas. Asumo que aún faltan algunas horas.

— ¿Unas horas? ¿Cuánto tiempo dormí?

Frank se encogió de hombros, con indiferencia— No lo sé, tengo mejores cosas para hacer que verte dormir. A lo sumo unas dos horas. ¿Qué te pasa? ¿Ya estás cansado de todo esto, niñita? ¿Quieres a tu mami?

Se rió, pero a Gerard no le pareció gracioso.

— No me llames niñita, retrasado.

— Tranquilo, solo bromeaba —el moreno rodó los ojos— ¿No sabes diferenciar una broma?

— ¿Podrías por favor cerrar la boca? —dijo Gerard, mientras movía sus doloridos musculos. Dormir en el suelo definitivamente no era lo mejor. Se sentó y se rascó la cabeza. Hasta su cuello dolía debido a la mala posición.

— ¿Porque los enviaron a esa estúpida escuela? De seguro tuvieron que hacer algo muy serio para que se deshagan de ti de esa forma, pero no se ven como chicos problemáticos —comentó Frank luego de un breve momento de silencio. Gerard lo miró.

— La verdad no. A mí me enviaron por ser gay, mi hermano solo fue enviado porque sí. Un bono extra. Digamos que no nos querían en casa.

— Ya me estás cayendo mejor, amigo. Ven, fuma un cigarro conmigo y cuéntamelo todo —ofreció, extendiendo hacía él un cigarro.

Como no tenía nada que perder y en serio necesitaba un maldito cigarro para calmar sus nervios, se levantó de su lugar y lo aceptó con gusto. Masculló un leve 'gracias' cuando también le ofreció fuego. Se sentó junto a él y luego inhaló y exhaló el bendito humo.

— ¿En serio quieres oír mi historia?

— Estoy aburrido y tengo tiempo de sobra. Además, suena interesante. El hecho que se deshacieron de ti por ser gay. Y divertido, también.

— Como sea. Pues... ¿Por dónde comienzo? Mis padres murieron en un accidente automovilístico, hace como cuatro meses. Al ser menores de edad el estado nos envió a mi hermano y a mí con nuestro único pariente vivo, la odiosa tía Marie. Marie es muy muy religiosa. Creo que hasta nos odiaba y nunca quiso hacerse cargo de nosotros en primer lugar —hizo una pausa para recuperar el aliento— Solía tener novio en Monroeville. Era mi vecino, Alex era su nombre, y todo se desencadenó cuando Marie nos vio besándonos en mi cuarto una vez. Ella... Me gritó, dijo que estaba mal que hiciera algo como ello, que me iría al infierno y esas estupideces. También dijo que me enviaría a un lugar donde arreglarían "mi problema." Y de un día para otro resultó que nos había inscripto a ambos en una escuela religiosa en medio de la nada. Podrás imaginar nuestra reacción, y el poque nos propusimos a escapar de ese lugar tan pronto como pudieramos.

— ¿Ese chico Alex aún sigue siendo tu novio?

— ¿Eso fue lo único que captaste de todo? —cuestionó, pero Frank no le respondió. En cambio, esperaba que él lo hiciera primero. Gerard suspiró— No. Sus padres también eran homófobicos. Marie les contó todo y le prohibieron verme, perdí el contacto con él y no nos volvimos a hablar.

A veces echaba de menos a Alex. Era estúpido, puesto que solo fueron novios por alrededor de mes y medio, pero también fue la única relación que alguna vez tuvo y Alex solía ser un chico amable. Se preguntó que estaría haciendo en ese momento, sí pensaba en él o lo extrañaba.

— ¿Llegaron a cojer?

— No voy a decirte eso —espetó Gerard, ceñudo. ¿Porque demonios le estaba preguntando aquello?

— ¿Porque no?

— Es personal.

— Interesante.

— ¿Interesante?

— Interesante el hecho que te da pena admitir que tuviste sexo. Abre los ojos, amigo. Es normal querer sastifacer tus necesidades, eres humano —bufó Frank, dando otra calada a su cigarro— El sexo es una necesidad común. Todos necesitamos sexo.

— ¿Tú que sabes sobre esas cosas?

— Soy adolescente. ¿Te crees que soy un santo? —rió, al parecer divertido por su propia insinuación. Gerard observó como exhalaba el humo por su boca. El piercing en su labio brillaba gracias a la luz del cigarro— El hecho de estar encerrado en una institución religiosa no me impidió exactamente saciar mis necesidades.

— ¿Chicos o chicas? —preguntó Gerard. Frank le miró, era obvio que sabía que quiso decir con eso. Tardó un poco en responder.

— Un poco de esto, un poco de lo otro —murmuró— Usualmente no discriminó a nadie en cuanto a género se trata. Si tienen bonito rostro... Estoy dentro. Si sabes a lo que me refiero.

Le guiñó un ojo y a pesar de que Gerard trató de no interpretar eso en el mal sentido... le fue imposible.

El silencio cayó sobre ellos luego de su apelación. Los silbidos de la respiración de Mikey eran lo único que se escuchaba junto con el sonido de las ruedas del tren recorriendos las vías.

— ¿Qué me dices de ti? ¿Cuál es tu historia? Supongo que debe haber una razón del porque eres tan fanfarrón.

Frank soltó una risita, lo que soprendió gratamente a Gerard. Había pensado que le diría algún insulto o incluso que le golpearía.

— Eres muy boca suelta, ¿lo sabías? Algún día te meterá en problemas. En cuanto a mi historia... Eso no es importante.

— Oh vamos, deja de actuar tan misteriosamente. Estamos juntos en esto, tú mismo lo has dicho —Gerard tenía curiosidad por saber que había detrás del sujeto a quien conocía como Frank. Porque actuaba como actuaba y que cosas habían llevado a ese comportamiento defensivo.

— Sé lo que dije. Qué estamos juntos hasta llegar a Brunswick y blah blah blah. No somos amigos, ¿está bien? Solo somos socios temporales que trabajan unidos para obtener mayores ventajas. Pero no te preocupes, también recuerdo lo que prometí; los llevaré a ti y a tu hermano adonde rayos quieran ir. Y yo jamás rompó una promesa. Deberías saberlo.

— Podré ser boca suelta, pero tú eres sin duda un terco —señaló Gerard, para gran molestia de Frank.

— ¿Terco? Me gusta llamarme a mí mismo alguien con voluntad. No hay nada de malo en tener voluntad propia y usarla para que nadie te pase por encima —espetó— Porque si permites que la gente te use, serás un sumiso toda tu vida.

Se oía como alguien que sabía de lo que hablaba, alguien que había pasado por muchas cosas en su vida. Eso solo aumentó la curiosidad de Gerard por ese chico. Abrió la boca para decir algo en respuesta, justo cuando el tren dio otra fuerte sacudida que despertó a Mikey. El ruido cesó de pronto y todo permaneció en calma absoluta. Frank sonrió enormemente.

— Hemos llegado al destino.

Run Away (With me) ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora