Capítulo IV

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Bien entrada la noche, se pusieron en marcha.

Gerard se deslizó furtivamente de su cama con cuidado de no despertar a su compañero. Lo último que quería era alertarlo y que este avisará a alguna autoridad sobre su inminente huida, no después de la metedura de pata que había cometido anteriormente. Pero afortunadamente para él parecía estar bien dormido así que no escatimó el tiempo y se apresuró. Había sido lo suficientemente listo como para meterse a la cama vestido y no tener que cambiarse luego, tampoco había desempacado sus cosas y tomó su bolso para luego salir en silencio de la habitación.

El pasillo estaba desierto a esas horas, se había enterado que los estudiantes no tenían permitido salir de sus cuartos después de las 10 de la noche y si lo hacían recibirían un castigo. Pero a Gerard no podría importarle menos un castigo, simplemente lo único que pasaba por su mente en aquel momento era salir de allí sin que nadie los viese. Tocó la puerta número 20 un par de veces y al poco tiempo Mikey salió de adentro, con su mochila colgada a sus espaldas.

— Ya era hora. Pensé que jamás vendrías —se quejó el de lentes en voz baja.

— No pude venir antes. Mi odioso compañero de cuarto no se durmió sino hasta hace unos minutos. No podía moverme con él despierto, Mikey.

— ¿Hablas de compañeros odiosos? Mi compañero Pete ronca como una cierra eléctrica. Es insoportable.

— Como sea. Debemos irnos o alguien nos descubrirá —apresuró Gerard. Si alguien los veía estarían en serios, serios problemas.

— Usemos la puerta trasera en la cocina, allí tendremos menos posibilidades de que nos descubran. Estuve merodeando un poco por este lugar y creo que es la mejor opción —aviso Mikey mientras se escabullían por los pasillos.

Gerard le dedicó una sonrisa. Mikey tenía aquella particular costumbre de meterse en los lugares que no debería.

— ¿Estás seguro que podremos salir una vez allí?

— Muy seguro —Mikey le enseño un juego de llaves en su mano con orgullo.

— Mikey Way, eres un genio —sonrió Gerard— ¿Como las conseguiste?

— Las cambié por algo de hierba con un chico. Y tú que decías que nadie querría hierba. Hermano, en este lugar todos están reprimidos y necesitan que se los libere. No me sorprendería que la mitad fueran homosexuales reprimidos.

— Apoyo tu teoría —dijo, recordando su peculiar encuentro con Brendon y Ryan por la mañana, ocultos en aquel armario— Dame las llaves —murmuró cuando bajaron un par de escaleras y llegaron a la condenada cocina.

Tal como habían esperado que estuviera, estaba desierta y robaron varios comestibles para el camino. Gerard metió a su bolso hogazas de pan, fruta, y otros comestibles similares de etnia duradera. Mikey hizo lo mismo que él; a nadie le importaría si se llevaban algo. Ni siquiera lo notarían.

Tuvieron un breve momento de pánico cuando Gerard tiró una olla de su soporte y esta cayó al suelo de cerámica con un ruido sordo. Se congelaron en sus lugares, esperando a que alguien entrase por la puerta en cualquier momento. Pero ese momento nunca sucedió y pudieron volver a respirar.

— Eso estuvo cerca —suspiró Gerard con una mano al pecho.

— Demasiado, no lo vuelvas a hacer —siseó su hermano. Gerard rodó los ojos, no podía esperar para hacerlo de nuevo.

Después de varios intentos lograron encontrar la llave correcta para la cerradura y la puerta de madera se abrió lúgubremente. Tuvieron un breve momento de pánico cuando no lograban abrirla, pero afortunadamente pasó rápido. Salieron e internaron en la noche. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos del edifico disminuyeron la velocidad. Hacía frío y los búhos decoraban el ambiente con sus cantos.

— ¿Oíste eso?

Gerard se detuvo de pronto, su oído había captado algo.

— Fue solo un búho, el lugar está lleno de ellos. O quizás fue un lobo —dijo Mikey, sin darle mayor importancia, pero Gerard negó con la cabeza. Eso no había sonado como un animal en absoluto.

— No, es algo más —agudizó sus sentidos y comenzó a fisgonear por los alrededores.

Árboles y más árboles nublaban su campo de visión. Por un breve momento pensó que alguien los había descubierto, pero era imposible puesto que se habrían dado cuenta antes. Retrocedió unos pasos y volvió por donde habían venido, solo para estar seguro. Un movimiento sospechoso detrás de un árbol llamó su atención, contuvo el aliento y solo por si acaso tomó una rama caída del suelo. Se acercó y...

— ¡Alto! ¡Soy un humano, no una bestia! —exclamó la persona cuando Gerard soltó un grito y levantó al aire su bate improvisado, listo para atacar.

— ¡¿Frank?! —no creía lo que estaban viendo sus ojos.

— No, tu abuela —el moreno se sacudió varias hojas secas de su ropa— Cielos, ¿acaso quieres matarme? Deja esa rama, demente.

— ¿Conoces a este sujeto?

Mikey se adelantó hasta ellos, jadeante.

— Desafortunadamente sí. Él es el odioso compañero de quien te hablé —explicó. Frank hizo una mueca— ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué nos has seguido? ¿Piensas delatarnos?

— No, no los delataré. Porqué yo también quiero salir de aquí —hasta ese momento Gerard no se dio cuenta de que el moreno también llevaba una mochila colgada al hombro.

— ¿Como supiste que planeábamos irnos? —preguntó Gerard con suspicacia, viéndolo de arriba a abajo.

— Me pareció extraño lo que dijiste está tarde, sobre que no pensabas quedarte aquí mucho tiempo —señaló. Gerard se maldijo a sí mismo por ser tan idiota— Pero pensé que solo divagabas así que no le di mayor importancia, no hasta que te vi escabulléndote de la habitación como una rata. Entonces todas las piezas encajaron y vi una oportunidad.

— ¿Oportunidad de que?

— De huir. Quiero irme de este infierno para no regresar jamás. Al igual que ustedes.

— Si bueno... ¿Qué te hizo pensar que dejaríamos que vinieras con nosotros? ¿Aún más después de como me has tratado? —cuestionó Gerard. El mal trato que había recibido de Frank aún estaba fresco en su memoria.

Pero el moreno soltó una risita— Yo quiero esto menos que ustedes, créanme. Pero si vamos juntos tendremos más posibilidades de llegar más lejos. Además... Tengo un auto en la ciudad. No creo que ustedes tengan algún medio de transporte. Podríamos usarlo y prometo que los llevaré adonde mierda quieran ir, entonces cada quien seguirá su camino y todos felices. ¿Qué dicen?

Un auto... Eso cambiaba las cosas. Mikey le tomó del brazo y llevó a un lado para hablar en privado.

— Tiene un auto.

— Lo sé, no soy sordo.

— ¿Podemos confiar en él?

— No. Solo podemos esperar que haga lo que prometió —conociéndolo tan poco como él lo hacía, estaba seguro que el moreno no era alguien muy confiable— Pero tiene razón, juntos tendremos más posibilidades de llegar más lejos. Y si es en auto mejor.

— Estamos perdiendo tiempo valioso —recordó el moreno, apresurado. Miró a sus espaldas como si temiera que alguien le siguiese.

Ambos hermanos se miraron y asintieron.

— Está bien. Pero si permitimos que vengas con nosotros deberás llevarnos adonde queramos ir sin chistar.

— Sí, sí. Ya dije que lo haré. Ahora vámonos.

Varios ruidos de voces se dejaron escuchar desde la escuela.

— ¿Qué está ocurriendo? —preguntó Mikey.

— Puede que quizás haya alertado a algún profesor al salir. Es mejor que corramos —sugirió.

— ¡Eres un idiota! —bramó Gerard, ya comenzando a correr. Frank ya les estaba trayendo problemas, quizás no había sido tan buena idea dejarlo venir con ellos.

Se internaron aún más en la noche.

Run Away (With me) ↠ FrerardNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ