Capítulo II

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El viaje en el destartalado volvo blanco de Marie fue lúgubre y silencioso. Nadie dijo una palabra en todo el camino, aunque tampoco había mucho que decir. La mayoría de las cosas se habían dicho en la cena de la noche anterior y ya no quedaba nada para escupir. Bueno, quizás uno que otro insulto pero no venía el caso.

Gerard prestaba poca atención a Marie, cuyos ojos se econtraban enfocados en la carretera. No podía quitarse de encima ese sentimiento de pavor irracional a medida que recorrían grandes parcelas de árboles y árboles de diferentes tonos de verde. Desde Monroeville a esa escuela había un trayecto de casi cuatro horas en auto. Tediosas cuatro horas. Gerard solo podía distraerse viendo el mismo paisaje una y otra vez a través de la pequeña ventanilla empañada del coche o escuchando música de sus auriculares. A su lado, Mikey se había limitado a jugar con su Game Boy, su pequeña adicción personal además de la hierba.

Gerard no podría decir cuánto tiempo llevaban metidos allí, pero definitivamente había pasado un buen rato cuando finalmente se detuvieron frente a un gran edificio en medio de la nada. Gerard se asomó por la ventanilla y entrecerró los ojos. Mikey hizó lo mismo.

El lugar era enorme. Era aproximadamente del tamaño de un viejo castillo y paredes de ladrillos rojos se extendían a lo largo. Viejas ventanas en forma de cúpulas se veían por doquier. Por el estilo del edificio se podía deducir que fue construido en algún momento de la década de 1800, pero debido a su robusta base de hormigón se había mantenido en pie durante todos esos años. Se encontraba en medio de lo que Gerard supuso era algún tipo de bosque o algo así. Los árboles estaban amarillentos y habían perdido casi todas sus hojas debido al otoño. Gerard intercambió una mirada con su hermano. Ese lugar le daba escalofríos. Otra razón para salir de allí a la primera oportunidad.

— Bien, aquí es —anunció Marie, cosa totalmente innecesaria. Se podía oír en su voz la prisa por dejarlos en aquel sitio.

En ese instante, las puertas de roble se abrieron y de ellas salió una mujer de mediana edad. Vestía una larga falda negra y un sweater de lana color gris opáco. Una cadena con una enorme cruz plateada lucía brillante en su cuello. Casi parecía una monja, a excepción de que le faltaba aquella cosa blanca y negra que llevaban en la cabeza. Gerard nunca se sabía el nombre. La extraña les sonrió desde la entrada. Sí, eso no fue para nada raro.

Ni siquiera se despidieron de Marie. No sentían ninguna clase de empatía hacía ella y jamás la tendrían. Es más, se sentían aliviados de deshacerse de ella al fin. Simplemente tomaron sus cosas y bajaron del auto. A los pocos segundos, el auto arrancó y desapareció en el camino dejando una estela de polvo a su paso. Suponía que se alegraba de deshacerse de ellos. Gerard y Mikey avanzaron hasta donde se encontraba la mujer. Su sonrisa se hizó aún más grande al verlos más de cerca.

— Los hermanos Way, si no me equivocó —murmuró— ¿Cierto?

Ambos asistieron con la cabeza, sin saber muy bien que esperar.

— Estupendo. Soy la hermana Elizabeth, pero pueden llamarme simplemente Beth —su voz era extrañamente amable. ¿Porqué esa mujer estaba siendo tan amable con ellos? Desde donde venían no existía la amabilidad— Ahora, por favor acompáñenme.

Beth los guió hasta el vestíbulo, una elaborada habitación llena de muebles de mármol y caoba y suelos de felpa. Un par de chicos vestidos en horribles uniformes de color azul y gris se encontraban pululando alrededor. Algunos conversaban alegremente en su círculo de amigos mientras otros iban y venían. Varios de ellos les dedicaron a Gerard y Mikey una mirada extrañada o una mueca de disgusto. Gerard les respondió de igual manera. Odiaba a los adolescentes y que estos se creyerán mejores que los demás.

— Sarah, por favor ven aquí —llamó Beth.

Al poco rato una muchacha con un bloc de notas en sus manos apareció de pie junto a ella. Tenía el cabello negro ondulado y profundos ojos azules, casi violetas. Parecía una versión más joven de Zooey Deschanel, pero con exceso de maquillaje. Al verlos, su rostro se iluminó en una enorme sonrisa psicótica.

Run Away (With me) ↠ FrerardWhere stories live. Discover now