48. Déjame hacerte feliz.

2.9K 254 12
                                    

[EMMA en multimedia]

Dos canciones después, inesperadamente, mis pies dolían. No me quejaba de cómo bailaba Louis, porque en serio sabe moverse, aunque seamos realistas, ¿quién no sabe hacer esos simples pasos?

No sé cómo, cuándo ni por qué, pero mi cabeza se encontraba apoyada en sus hombros y sentía su respiración por el lóbulo de mi oreja izquierda. Realmente no sé cómo pude permitir eso.

La carne es débil. Lo que sea, mis pies dolían, esa era la cuestión ahora mismo.

Sabía que la mejor opción de Louis ahora mismo era no decir nada, y sabía que no lo haría hasta estar seguro de que yo no estaré histérica.

—Y-Yo ya no puedo —digo con voz débil.

Los malditos tacones estaban haciendo que me arrepienta de haber escogido usarlos esta noche.

— ¿Qué cosa? —su expresión era de... ¿miedo? O al parecer lucía como tal.

—No puedo más —digo otra vez, haciendo una mueca en mis labios.

Entonces, lo entiendo. Él no sabe a qué diablos me refiero diciendo eso, es más, puede que piense a que me refiero sobre nosotros.

— ¿Qué quieres decir? —susurra en mi oído. Ahora mismo sentía mis piernas como si fueran gelatinas.

Me alejo un poco de él y veo su expresión de nuevo, sé con certeza que piensa que estoy hablando de nosotros y en estos momentos me quiero reir como nunca lo he hecho, porque me causa risa que siquiera piense en eso.

Tomo de su mano y le hago señas para que me siga y él lo hace sin cuestionar nada. Al inicio, me dirigía a nuestra mesa, sin embargo, después me di cuenta de que otras personas estaban en ella y Louis notó eso.

—Sígueme —habla mientras da un apretón en nuestras manos unidas. Dudo por un segundo y luego lo sigo.

Caminamos por entre la multitud, pasando varias mesas repletas de personas sonriendo, hablando de cosas al azar, incluso vi a una pareja susurrando entre ellos.

Auch.

Mi pie derecho tambalea por un instante y  doy un rápido apretón a la mano de Louis para que posterior a ésto, él se detiene sólo para dar la vuelta y mirar que acaba de suceder.

— ¿Qué pasa? —dice en tono tranquilo, casi como un maldito pediatra preguntando a su paciente.

—Nada —miento—. Sólo vamos a sentarnos, por favor. No soporto más estos tacones.

Asiente y se encamina otra vez por el camino que desconozco a dónde llega pero esta vez, él va a mi lado y no delante mío. También ha comenzado a caminar más lento, como si estuviera cuidando de no dejarme caer.

Por lo que más quieras, Dios, no me dejes pasar el ridículo en frente de toda esta gente.

Pasamos por una puerta principal, o al menos eso creo ya que es de un tamaño razonablemente gigante, por así decirlo. Luego de unos cuantos pasos entramos a una pequeña recepción.

Mis ojos buscan por una silla, para poder descansar de mi tortura y en cuanto encuentro un sillón demasiado lujoso, me encamino a éste sin importar qué piense Louis.

Al llegar a mi destino, prácticamente, me arrojo hacia éste y cuando estoy sentada, acomodo un poco el vestido que llevo puesto y cruzo mis piernas.

Él sigue de pie, observando a detalle lo que hago.

— ¿Quieres... sacártelos? —cuestiona.

¡Sí!

—No, estoy bien así —sonrío y me encojo de hombros.

Lo que siento por ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora