𝐔𝐧. 𝐈𝐠𝐧𝐞𝐞𝐥 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐧𝐞𝐞𝐥

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Había pasado mucho tiempo desde que se conocieron, ella había huido de casa una vez más, tratando de escapar de esos horribles sentimientos que carcomían su pecho, recordaba haber estado tan exhausta que se había desmayado a las afueras de una gra...

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Había pasado mucho tiempo desde que se conocieron, ella había huido de casa una vez más, tratando de escapar de esos horribles sentimientos que carcomían su pecho, recordaba haber estado tan exhausta que se había desmayado a las afueras de una gran cueva, había gritado con todas sus fuerzas, pero nadie había salido a su rescate, aunque ella sabía que él estaba ahí, también sabía que no se mostraría tan fácilmente. Su cuerpo estaba en un pésimo estado, estaba hambrienta y sedienta, su piel tenía varias quemaduras por el sol y restos de ceniza volcánica, estaba delgada y su cabello desastroso, no parecía la hermosa chica que alguna vez había sido, sus ropas estaban sucias, al igual que su cara, tenía varios rasguños por todas las caídas y se sentía débil, sus espíritus ya no podían ayudarla pues eso sería demasiado desgaste físico. A duras penas había podido llegar, divisó unos hermosos ojos jade que se asomaban en la entrada. Alguien se acercó a ella y unos fuertes brazos la acunaron, ella solo se dejó llevar.

— Natsu... —fue todo lo que salió de sus labios antes de que sus ojos se cerraran.

Despertó dos días después en una cama, amplia y blanda, su cuerpo estaba dolorido y su estómago rogaba por comida y sus labios por algo de agua. Intentó levantarse, pero un dolor en la espalda le hizo car nuevamente. Miró sus brazos, sus heridas estaban vendadas y sus quemaduras ya no dolían tanto.

— Si te mueves mucho te golpearé, aunque seas una chica, así que quédate en esa cama —Lucy siguió el sonido de aquella voz tan conocida y desconocida a la vez.

Un hombre pelirrojo estaba observándola dese un cómodo sillón, sus ojos color jade la miraban curiosos y a la vez con un destello de enfado, parecía molesto, muy molesto. Vestía una camisa azul semiabierta y unos pantalones y zapatos negros. No parecía tener más de treinta años, si su boca no estuviera seca, ella habría babeado por el cuerpo de dios griego que el hombre tenía, por su provocativa voz y su piel bronceada. Él destilaba sensualidad por cada uno de sus poros.

— ¿Igneel? —la rubia se sorprendió ante lo ronca que estaba su voz.

— No hables, tu garganta está tan seca que me sorprende que hayas llegado aquí con vida —se acercó a ella con un vaso de agua, delicadamente la incorporó y le dio el vaso. Ella bebió, disfrutando de cada momento en el que el líquido recorría su garganta y sus labios—. Tu estómago no ha recibido comida en días, es mejor que comiences con esto —le tendió un plato con avena.

— Gracias —dijo ella—. Usted es Igneel, ¿verdad?

— Tutéame niña, que no me veo mayor que tú.

— Pero me tratas como a una niña.

— No sé tu nombre.

— Soy Lucy.

"Lucy, he oído ese nombre antes" pensó con asombro el pelirrojo.

— Bien Lucy, come eso y luego cambiaremos tus vendajes, tenías una horrible quemadura en la espalda ¿sabes? Estuviste dos días durmiendo boca abajo, pero luego pensé que podría ser muy incómodo por tus... —el señaló hacia su pecho. Lucy se sonrojó un poco y se cubrió con la manta. En ese instante se dio cuenta de que estaba utilizando una camisa blanca que obviamente no era suya.

One-shots Lucy HeartfiliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora