PARTE XVIII

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Hikke se acercó curioso al niño cantor, este sólo tenía un espectador que al escuchar suficiente se marchó sin dejar moneda alguna, decepcionando de ese modo al artista. Fue el momento en que se acercó, y con las monedas que le había dado Mulch, pagó.

—Muy bien niño, ya pagaste ¿algo en especial que te gustaría escuchar?—preguntó el chico como si fuera un profesional.

Pero Hikke permaneció en silencio, lo que realmente quería era tocar las cuerdas de esa guitarra, y eso intentó.

— ¡Oye, niño!... nadie toca a mi Fanghook. —se aferró el artista con celos a su guitarra.

—Lo siento, tiene un hermoso sonido.

—Sí como sea niño, mejor ve a casa con tu mamá

—No sé dónde está.

—Bueno, entonces ve con el policía que está allá. —Señaló a un uniformado. —Dile que te perdiste y que buscas a tu mamá

—El problema es que no sé quién es.

—Bueno, ese es tu problema.

El chico bajó de la jardinera y emprendió la huída, era tarde y los policías empezaban a merodear, Hikke lo siguió, tenía curiosidad de aquel niño que creyó que podría comprender su situación, pero el muchacho sólo caminó más rápido, no tenía interés en hacer amigos.

— ¡Deja de seguirme!

—Es que no tengo a dónde ir.

— ¿Y tengo cara de refugio?—preguntó con sarcasmo, pero al ver que sus ofensas no afectaba a Hikke se relajó, bajó la guardia y trató de sacar provecho. —Dime niño, ¿tienes dinero?

De inmediato el huérfano se esculcó los bolsillos, de ahí sacó un par de billetes y monedas que todavía le quedaban.

— ¿Estás pensando lo mismo que yo? —preguntó con astucia el chico.

—No lo creo. —Respondió Hikke con simpleza, con su mano extendida para darle el dinero.

—Dejaré que me invites la cena. —Tomó el chico el dinero. —Por cierto, soy Gustav.

—Hikke. —se presentó.

Y de esa manera ambos huérfanos se encaminaron por un solitario callejón en busca de comida rápida.

Después de todo siempre es bueno algo de ayuda.

.

.

10 años atrás.

La conmoción había sido demasiada, después de dos días Hiccup no concebía que hubiera tenido un hijo y que este hubiera muerto. Nadie podía hacerlo entrar en razón, ni sus amigos, hermano o madre que también estaban afectados y tristes por el suceso.

—Hiccup, debes ir a ver a Astrid... que te explique. —Trató de persuadir Tannlos con la ayuda de Valka.

El castaño estaba tirado en la cama, de ahí no se había levantado desde que recibió las fatídicas noticias, una actitud derrotista que quien lo viera jamás creyó que tuviera, pero a mismas palabras de él, es que nadie podía sentir el dolor que estaba sintiendo.

—Ella me odia Tannlos, no tiene caso.

—¿En serio vas a creer eso? —preguntó Valka preocupada. —Hiccup, tienes que verla... para momentos así es mejor estar en pareja, tú eres su pareja.

Escuchando a tu destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora