IV

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Una sonrisa se instaló en su cara al escuchar los pajaros cantar y pronto pudo sentir unos rayos nublar su vista, trató de levantarse pero una mano colocada en su cintura se lo impidió, la sonrisa en su cara se ensanchó aún más.

Frank está a mi lado, ahora.

Al principio creyó que era otro de sus sueños raros, en donde era feliz, tenía una vida normal y un par de hijos. Pero no, no era un sueño.

El aliento de Frank, los tatuajes de Frank, los pájaros y los recuerdos de la noche anterior lo comprobaban. Esta vez no era un sueño. Esta vez no podía volar, pero con tan solo tener a Frank a su lado se sentía en las nubes, ¿eso era igual que volar?

Estaba nervioso de despertar y alejarse de él, rápidamente dio la vuelta y se encontró con unos párpados blancos, unas pestañas largas y rizadas, y unos labios delgados rosados que besó al verlos tan apetitosos. El cabello de Frank estaba esparcido por algunos lugares de su rostro, Gerard con muchísimo cuidado los apartó y los puso en su lugar, y cerrando sus ojos dejó volar su imaginación, era momento de pensar.

Podía contar con los dedos de sus manos las veces que había tenía sexo con Frank sin ser golpeado o insultado, y aún seguían sobrandole dedos. No quería caer, no quería que la esperanza le lavara el cerebro y le convenciera de que Frank es buena gente, pues aunque sus acciones le decían eso la noche anterior, no sabía si era cierto. Pero al recordar lo de anoche... Los gemidos, las palabras de amor y los suaves movimientos le hacía pensar que hicieron el amor.

¿Por que no darle una oportunidad?

¿Por que no dejar de ser infeliz?

Tal vez, si las cosas resultaban tan bien como ayer, sólo tal vez... Podría hablar sobre el tema de los niños con seriedad, tal vez Frank esta vez se lo tomará con seriedad.

El solo pensar sobre niños corriendo por le apartamento lo hacía tan feliz. Pensar en los nombres, en la decoración del cuarto y el nuevo estilo de vida que ambos tendrían cuando los golpes acabarán lo animaba.

Siempre quiso llamar a su hija Beth, o a un pequeño niño Frank. Vivir en una casa pequeña pero acogedora, con algunos perros y muchas películas para acompañarlos en las noches... Todas esas cosas que un padre quiere.

¿Por que no fantasear?

Al final había una gran posibilidad de terminar herido, lo sabía. Pero tenía que arriesgarse. Ya había sufrido suficiente daño, nada le podía dañar más, los golpes, la actitud y los insultos de Frank eran suficiente para dañarle su corazón y cuerpo... Ya no había otro nivel de sufrimiento.

¿Cierto?

La madera de la puerta fue golpeada por lo que él pensaba eran unos nudillos, suspiró con cansancio. No quería irse al lado de Frank, pero probablemente era importante, acarició la mejilla de Frank antes de levantarse de su lado con mucho cuidado, vio su ropa tirada por el suelo y se la calzó, con mucha pereza fue hasta la puerta, los toques habían cesado.

Para su sorpresa, una linda y bajita mujer estaba frente a él con una carriola, las mantas sobresalían de aquella, pero lo más impresionante es que había un bebé ahí, o a juzgar por su ropa era una bebé.

Su mirada se fue de la pequeña bebé, y se detuvo en la madre. La mujer desconocida le sonrió, y él también, sólo por cortesía. Los ojos de la castaña sobresalían en su pálida piel, eran parecidos a los de Frank, pero no tan hermosos.

— Muy buenos días, soy la señorita Nestor. —parpadeó y en un segundo ya estaban estrechándose las manos, no sabía que hacia la señorita Nestor en su casa.

— Way. —formalizó, sin demostrar mucha confianza a ala otra. — ¿Que se le ofrece?

No debía confiar en lindas mujeres que vienen a su casa nomás porque si, una cara bonita siempre engaña al más inteligente. La mujer se vio nerviosa por la pregunta de Gerard, sus ojos lo demostraban, y su desconfianza aumentó.

— Soy... Una amiga del señor Iero, por cierto ¿se encuentra en casa? —respondió, dejando atrás el nerviosismo y hablando sin total timidez. Gerard frunció su entrecejo, ¿Porque una mujer viene a las ocho de la mañana, en un sábado, diciendo que conocía a Frank?

No eran celos, era simple enojo y arrepentimiento por dejar entrar a una mujer a su casa luego de responder su pregunta con un 'esta durmiendo '. Cordial ante todo, Gee.

¿Se le ofrece un café, señorita Nestor?

— No, gracias. Y por favor, llameme Jamia. — ¿Jamia, eh?

¿Era su imaginación o está chica se parecía a él

Muy bien, Jamia —recalcó la última palabra. — ¿Deseas que el señor Iero venga ahora? Está dormido, no sé si quisieras molestarlo.— mentiras y mas mentiras, quería que se largara ahora con su bebé por esa puerta, para volver a dormir con Frank a su lado.

— Seria increíble, Way. —sonrió Jamia, Gerard dudó en dejarla sola en la sala de estar, con cientos de aparatos que podían comprarle mucha ropa a su hija, o mucha lencería a ella para traer mas de esos bebés al mundo.

Vaciló un momento, pero en poco tiempo ya estaba regalándole otra sonrisa a la mujer, y sus pies iban directo a la habitación en donde cierta persona seguía durmiendo plácidamente. Abrió la puerta del cuarto, y sus ojos fueron a la persona que dormía entre las sábanas. Se sentó a su lado y acarició su mentón, al poco tiempo Frank movió un poco cuerpo, aún con sus ojos cerrados. Abrió su boca solo para lanzar un gran bostezo, abrió sus dos ojos sólo para ver a un Gerard frente a él.

— Buenos días, Frank. —murmuró con una tímida sonrisa, sus manos seguían acariciando su rostro con cuidado. Frank sonrió para sorpresa de Gerard, y con el mismo cuidado de Gerard besó la mano que estaba en su rostro.

Gee se derritió. Pudo quedarse toda la tarde observando a su esposo como si fuera una adolescente con hormonas, pero decidió hablar.

— En la sala hay una tal Jamia que te busca, tiene un bebé y dice que la conoces. No sé el por qué está aquí, no dijo nada.

Los músculos de Frank se tensaron con oír el nombre Jamia, la felicidad mañanera fue remplazada por la ira. Gerard se encontraba confundido, un silencio incómodo se fue formando poco a poco, junto con las incógnitas de Gerard sobre esa mujer.

Podría ser del banco, tal vez su secretaría o una amiga... ¿pero porque se enojo tanto?, ¿es que ella será mala?

— Dices que trae un bebé, ¿cierto? —murmuró con su conocido tono molesto mientras alcanzaba sus pantalones. Asintió. Estaba molesto, y Gerard empezó a tener miedo de nuevo.

Ya vestido completamente y echo una furia, corrió hacía la sala para saber si lo que decía su esposo era verdad.

Gerard no se movió de la cama. Sólo se quedó confundido ahí, sin saber lo que pasaba.

Pues confiaba en su esposo, confiaba en que esa mujer fuera realmente una amiga suya y no otra cosa, confiaba en Frank.

No sabía porque se enojó al escuchar el nombre Jamia salir de de sus labios, no sabia que era lo que pasaba en la sala ahora mismo, y tampoco sabía por que tenía un mal presentimiento de todo esto.

unhappy -frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora