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No sé que sentir, estaba tan confundida, enojada con ese trozo de papel, el cual fue a la basura después de haberlo leído una vez más. Dani vuelve con el sobre y la carta en su mano izquierda, con la otra tira de su cabello desesperado.

—No entiendo como pudieron llegar hasta aquí. Es zona privada Sofía, sólo mis amigos y mi familia saben dónde vivo. -se sienta en la cama y me envuelve de nuevo en sus brazos dejando a un lado esa basura. —Solo quiero que sepas que eres lo mejor que me ha pasado y que nada ni nadie nos podrá separar. A la mierda lo que leíste.

Necesito olvidarme de esto, fue una muy mala jugada que hicieron y sólo me han metido miedo. Daniel me mira sonriendo, con esa luz en sus ojos, que me brinda confianza, de los cuales nunca me cansaría de mirarlos.

—Nunca me había sentido así reconozco que me dejará con un mal sabor de boca pero tampoco me permitiré que me derrumbe. Estamos bien.

—¿Sabes que te admiro mucho?

Sonrío.

—Rómpelo y olvidemos esto. -digo ya acomodándome sobre el colchón. Estaba cansada mentalmente.

Dani la rompe en cachos y la tira en el pequeño bote de basura que hay, vuelve a la cama acomodándose en ella, me ve y sus ojos se detienen en mis labios. Sus dedos me acarician lentamente acercando sus delgados labios me besa despacio.

Olvidarme de lo ocurrido de anoche no me fue fácil, tampoco quise preocupar a Dani. Apenas dormí unas horas y me detesto por no conseguir dormir otra vez. Miro la hora de mi móvil, 6 am. Bufo y me doy la vuelta. Daniel sigue durmiendo aún, se ve tan dulce y tan tierno acurrucado a una almohada. Ayer se portó maravilloso conmigo, tenerlo cerca de mí cuidándome sobre todas las cosas.

—Tengo miedo de que nos pase algo o si tú simplemente te vas alejando de mí, que el trabajo te consuma simplemente no quiero y si un día pasa estará muy contenta aquella persona que escribió esa puta carta.

Estamos en la cocina mientras terminamos nuestro desayuno mañanero. Hablé sin pensarlo dos veces asustando a Daniel, seguía molesta y no iba a aguantarlo más.

—Por dios Sofía deja de comerte la cabeza y quítate esos pensamientos, porque no va a pasar. No me va a pasar. -se señala así mismo. —Ni a ti tampoco. -me señala después. -Pensé que habíamos olvidado el tema.

—Tengo miedo. -me paso una mano por mi cabello. —Simplemente no puedo dejar de pensar lo que estaba escrito ahí, me pregunto quién la puso en la puerta. ¿Porque a nosotros?

—Todo va a estar bien, ¿correcto? Te aseguro que solo quería burlarse por un rato y no solo a nosotros, solo fue ayer. ¿Has visto otro reclamo?

Estampo mi cuchara en la encimera, había sido fuerte el golpe. Bufo.

—¿Como puedes estar tan tranquilo ahora?

Necesitaba tranquilizarme si no esto no iba a llegar a un acuerdo con paz y tranquilidad. Respiro profundo.

—Relajate Sofía, sé que lo que hicieron no tiene nombre y se metieron con nuestra privacidad.

—No sé que mierda haces conmigo.

—¿Vas a empezar de nuevo?. -se apoya sobre la pared, cruzándose de brazos. —Estoy contigo porque te quiero, me haces feliz y siempre has estado ahí cuándo nadie lo estaba.

Muero mi labio inferior, quería volver a llorar pero no quería verme debil, todo esto me podía.

—Estar contigo ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida, me llenas los días con solo verte, me encanta estar contigo, no me imagino compartir mi vida con otra persona, eres preciosa cielo. -camina hasta conmigo. —Deberías mirarte al espejo y sentirte orgullosa de ti, de ser quien eres, tú me cambiaste la vida y si tenemos tropiezos sabremos como pasarlos, como superarlos pero juntos. Así que ignora aquellos comentarios falsos, te prometo que no volverá a pasar. Por favor, ¿quieres?

Jamás había escuchado hablar así a Daniel, siendo tan sumamente sincero conmigo me pone eternamente agradecida por tenerlo en mi vida. Habían hecho efecto sus palabras.

—Abrázame.

—Todo lo que quieras.

Nota mental, los abrazos de Daniel son vida.

El resto del día lo pasamos tirados en el sofá, comiéndonos a besos, llenándonos de caricias, riéndonos por una batalla de cosquillas. Estaba mejor, no puedo mentir, con el siempre estoy mejor. Su compañía me llena de vida y de alegría que no se si puede haber algo mejor que esto. Ya era de noche y decidimos cenar algo casero.

—Ponte la mesa. -avisa desde la cocina. —Ya llevo yo esto.

Lo escucho hablar desde nuestro comedor, decoro la mesa poniendo los platos en cada orilla, dos vasos en su lugar con un par de servilletas.

—Que rico huele. -olfateo la charola que trae Dani. —¿¡Pizza!?

—Sorpresa. -agita las manos, después de haber dejado charola en la mesa. —Se que tenias ganas de pizza, no está hecha por mi así que puedes comer tranquila.

Me rio y cojo un trozo con pepperoni y le doy un mordisco después de haberle untado salsa de tomate.

—Dios. -cierro los ojos saboreándola. Dani sonríe. —Me encanta, esto es la gloria. Hace tiempo que no comía esto, me encanta el jamón. -me llevo un trocito de él a la boca. Cuando de repente se escucha que tocan el timbre, quien narices toca a estas horas.

—Yo voy.

Se para Daniel y se aleja para abrir la puerta. ¿Quién será? No escucho nada cuando se oye abrir el pomo de la puerta, pero segundos más tarde un grito muy chillón molesta a mis oídos.

—¿Qué haces aquí? ¡Oh, madre mía! ¡Cuanto tiempo Karla!

Escucho hablar al rubio sin dejar de comer. ¿Karla?

—¡Dani! Pensé que te habías olvidado de mi enano.

—Eso nunca, esto... ¿no quieres pasar? Estábamos cenando.

—Gracias, he estado de un lado a otro sólo quería pasar a saludar aprovechando que andaba por aquí en el carro.

—Bueno ya saldremos un día, ¿no?

A veces a Dani le da por ser amable. Agudizo mi oído por saber que más dicen.

—Eso está hecho guapo.

Y se escucha de fondo como se despiden de beso, cierra la puerta después, cuando regresa de nuevo a la mesa, se sienta mirando su plato perdido.

—¿Quién era? -pregunto después de un silencio raro.

—Una vieja amiga. -se encoge de hombros y toma otro de pizza. —Estaba pillada de mi cuando nos conocimos. -se ríe negando la cabeza. —Pero después conoció a Carlos quedando pillada, pero este cabezón no se ha dado cuenta de nada.

—¿Así? Hagamos de cupidos. -propongo. —Seguro Carlos también le ha de gustar, pero se hace el que no.

—Seguro, la tienes que conocer de verdad, apuesto a que serían grandes amigas.

—Eso está hecho guapo. -imito a su amiga como minutos antes se lo había dicho a él, pero poco me agradaba el simple hecho de conocer gente nueva.

Daniel se ríe, haciendo una música para mis oídos.

Terminamos nuestro día, regalándonos dulces caricias hasta poder rozar los brazos de morfeo. Sin duda sus abrazos son el mejor lugar para ser plenamente feliz.

Quédate conmigo, siempre [Dani Auryn] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora