Capítulo 3 Una función terrible

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Cuando se reúne con Otilo esa noche, la lleva a un lugar diferente. Entran a un bar en un lugar lejano de la ciudad. Su interior es obscuro, húmedo y huele mal, al momento de ingresar se detiene la música y quienes ahí se encuentran voltean a verlos. Clarisa se altera por su reacción, teme por su vida.

Pero todo lo contrario, se emocionan al verla, chiflan y aplauden, algunos gritan emocionados. Otilo los calma.

—Chicos chicos— se abre paso entre ellos dejándole el camino libre —les he traído a su reina finalmente— la conduce a la barra donde se suben juntos.

Clarisa no ve claramente por el humo que cubre el lugar y le irrita la garganta. Pero a simple vista es un bar ordinario como el que ha visto en las películas pues nunca ha entrado a uno. Hombres de todos tipos bebiendo, jugando y pasando el rato. Meseras repartiendo los tragos y otras sirviendo se compañía.

—Mi reina— le hace un ademan —estos tipos miserables y patéticos con tus siervos, puedes disponer de ellos como gustes— todos ríen por esto.

—Y ustedes— se dirige a ellos —no me hagan quedar mal, sé que les pido demasiado solo no me avergüencen— ríen más fuerte —ha llegado quien nos conducirá a la victoria, nos hemos sentidos perdidos y sin rumbo pero nuestra señora, nuestra poderosa señora nos hará vencedores en esta guerra, este mundo será nuestro— levanta su brazo y hacen lo mismo muy contentos, celebrando el acontecimiento.

La ayuda a bajar y se instalan en una mesa disponible, pide algo a la mesera que los atiende.

— ¿Qué ocurre Otilo?— inmediatamente dos bebidas son puestas frente a ellos.

—Salud— choca con su baso aun en la mesa y lo bebe de un trago. Hace un gesto de satisfacción y pide otro.

— ¡¿Qué es este lugar?!

—Disculpa, estoy muy emocionado— toma su nueva bebida y golpea el recipiente vacío en la superficie— pronto limpiaran el lugar que te corresponde— da indicaciones a la mesera.

— ¡Otilo!

—Lo siento, lo siento. Ahora te lo diré— aclara la garganta — resulta que este lugar es a donde venimos los demonios para recibir la orden de los ángeles que debemos matar, es como nuestro centro de mando. Yo los dirigía antes que llegaras así que ahora te corresponde hacerte cargo.

— ¿Yo me haré cargo?

—Por supuesto. Eres la reina de los demonios, de los condenados ¿no lo recuerdas?

—Si, lo siento

—Nunca te disculpes, estos seres te veneran y te temen al mismo tiempo, no les muestres ninguna debilidad o perderás el control, no hay demonio más fuerte y poderoso que tú, actúa como tal.

—No sé como hacerlo.

—Solo muéstrate segura de ti misma y que nadie te levante la voz o te falte al respeto, si alguien llegara a hacerlo dale su merecido.

—No creo poder hacerlo, míralos, nadie parece sufrir por el castigo que llevan a cuestas, y aunque Elías me ayude parece que ya no siento el mismo bienestar de antes con sus abrazos.

— ¿Y se lo has comentado?

—No, me da pena y tengo miedo que ya no lo haga— se sonroja un poco.

Otilo la observa con curiosidad.

Preparan el lugar donde va a permanecer a partir de ahora, en una plataforma alta colocan un sillón muy cómodo de media luna con una mesita en frente, justo en el centro del bar, para que observe sus movimientos y pueda dar instrucciones.

El pecado de DiosWhere stories live. Discover now