De Faskor, Atya y otros imposibles

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El bosque de la Mundana está silencioso. Damo busca hace tres días a Kenya, quien se disuelve lentamente en las profundidades del estomago de la Mundana, Ían duerme plácidamente en una tabla sobre el calmo fluir de una afluente del rio, Rea se prepara para su momento de la verdad, Faskor y Romíjin se besan a la sombra de un árbol en progresivo ensalzamiento de sus pasiones, Oboh fuma empedernido sus últimos cigarrillos “Ya me queda poco del lento suicidio, del cáncer empaquetado según mi esposa e hijos” anuncia Oboh recordando a esos apéndices de su vida “cargas diría yo” razona Oboh con cara de circunstancias afines a sus gustos. En el bosque se siente una calma que provoca ansias de matar, tan silencioso que según Romíjin sus gemidos los pueden oír todos (“Y eso la excita” revela Faskor), se siente borracha por las aguas celestes del rio, empapada por las caricias de Faskor y su audaz boca explorando sus lugares más censurados y su mirada sensibilizando su piel, lentamente y sin prisas con una delicadeza que Romíjin asume como amor y Faskor acepta como enamorarse de la preciosa Romíjin, quien no cabe en sí de alegría, quién se siente completa ante cada beso, cada palabra que su amado pronuncia, se pierde un poco y le permite entrar desprotegido, se deleita en la ilusión de “un-solo-ser” gracias al contacto desnudo e impoluto de sus sexos, se frenetiza con calma y danza en la fuerte corriente de su delirio anhelante, el jubilo amenaza con implosionar a su corazón. Hasta que todo se rompe, así de fácil, cuando Atya irrumpe en la escena.

Romíjin queda petrificada, la mira suplicante y murmura por piedad, Faskor también está sorprendido pero no por ello deja de mover las caderas. La llegada de Atya no hace que los gemidos de Romíjin cesen y para el horror de la pobre sus ojos logran captar como Atya empieza a desnudarse, revela su mágico cuerpo voluptuoso y desequilibrado. Ahora Faskor se mueve más rápido, con una exactitud generadora de un deliquio perfecto. Romíjin se parte, no puede más que dividirse entre ese placer supremo, tan físico y misteriosamente mental, y la angustiante presencia de Atya que cada vez se acerca más, que se agacha y la besa, que besa a Faskor y se echa debajo de ella, cierra los ojos cuando siente como las manos de Faskor abandonan sus senos tan “normales”, extrañamente sintiendo como las cierra en los senos imponentes de Atya, aun lo siente dentro suyo y no evita el chorro fructuoso que recorre su interior. Entonces, Romíjin, se siente cada vez más apretada, de pronto se siente un obstáculo entre dos amantes imposibles, dos que no se pertenecen. Lentamente se retira, se desliza un tanto a la izquierda, se acomoda en el pastito y se acaricia el cuerpo, sola con su alma bella, testigo silente que atestigua y más tarde testimonia acerca esa unión impía entre Faskor y Atya, “Esos besos tan largos, esa ansia pasiva… se abrazan y se acarician con calma criminal, él la penetra con ternura, ella se mueve rápidamente, como volviéndose loca… cada uno a su ritmo” relata Romíjin.

Faskor está en otra sintonía, su dicha no es la que imaginaba pero no por ello es pequeña. Se siente afortunado, se siente satisfecho pero aun quiere más. Faskor, entonces, resume su existencia en ese momento, anhela darlo todo y morirse en la simpleza de su felicidad presente, de ese instante preciso. Y una voz ajena dice en lo más hondo de su mente “Al final el dolor será vitalidad” y expulsa por su sexo la energía que lo mantiene vivo, cargada de esa chispa elemental, de todo lo que sentía por Atya, la desborda hasta cegar su mente, entumece el cuerpo de la bella Atya y la llena tanto que hasta se le escapa un poco por los ojos. Entonces durmieron abrazados, los tres, hasta que la luna despertó a Faskor con su brillo palpitante, este se incorporó satisfecho y feliz y cuando habló para despertarlas lo hizo en la lengua imposible.

Faskor y Atya (Canto a las diferentes romantizaciones del amor)Where stories live. Discover now