🥀Capítulo III🥀

Start from the beginning
                                    

A sus espaldas Michael se cruzaba de brazos, con ojos divertidos evaluaba la situación. Aparté la mirada al sentir la suya encima.

―Por favor, déjenme ir―rogué. Pero fue en vano.

Con decir eso solo provoqué que los tres se me rían en la cara. Mis palabras fueron absurdas y divertidas para ellos, a duras penas comprendí que ninguno sentiría ni un ápice de compasión por mí, al contrario, encontraba entretenida mi desesperanza.

El gigante trajeado frente a mí no paraba de reírse, entonces aproveché su distracción como mi oportunidad para zambullirme. Al ser menuda y unos metros más baja que él, pude esquivarlo.

Pero en el transcurso pise algo resbaloso, lo cual provocó que cayera al instante al piso. Me golpeé tan fuerte en la cabeza que me atonté.

Fue una tarea forzosa volver a levantar los parpados, para cuando lo logré me encontré apresada por la mirada verdosa de Michael Johnson, secándome la garganta y acelerándome, más aun, el ritmo cardíaco.

―Tonta―espetó él―. Deja de burlarte de ti misma. ¿Qué no lo ves? No irás a ningún lado a menos que yo te lo permita y eso jamás pasará. Tu vida me pertenece―aseveró con sorna. Los ojos se me humedecieron―. Levántenla―se apartó para que sus empleados cumplieran con el mandato.

Ambos grandotes me agarraron de los brazos, levantándome sin esfuerzo y solo permitiendo que la punta de los dedos de mis pies rozara la fina cerámica.

Puntos blancos y rojos se mezclaban en mi visión. Las sombras se movían o eran dobles, el charco de sangre se extendía por el suelo. Abrumada, seguí con los ojos el camino del que provenía tanto líquido escarlata. Hasta encontrar el cuerpo sin vida de la mucama muda.

Cerré los ojos al instante, perturbada. Esa imagen aterradora no salía de mi mente y disolver el recuerdo me resultaba una tarea imposible. Sin poder evitarlo, las lágrimas se libraron de su retención sin control.

―Erraste, golondrina, ahora obtendrás tu castigo―espetó Johnson, después se dirigió a sus empleados―: Ya saben dónde llevarla.

Poco a poco levanté la cabeza. Él se dirigía a la puerta, sin preocupaciones, tranquilo como si no hubiese ocurrido una masacre en una de las habitaciones de su lujosa mansión. La sangre me hirvió de rabia e impotencia. Y eso fue lo que incrementó mi ira, instándome a detenerlo por impulso:

―¡No!―exclamé. El infeliz se detuvo bajo el marco de la puerta. Aproveché para soltarle todo el odio acumulado en mi pecho―: Soy dueña de mi vida, no soy tu prisionera, no puedes privarme de mi libertad. Solo yo me pertenezco y tú no eres más que un vil asesino, demente, narcisista...

De pronto sentí la necesidad de cerrar la boca y nunca más volver a abrirla. Michael se acercaba a paso firme y rápido, de su mirada centellaban llamas salvajes y violentas.

Con rabia inyectada en los ojos, enroscó una mano en mi cabello y tiró para pegar mi rostro al suyo. No pude evitar fruncir los parpados, mi cuero cabelludo palpitaba al ser arrancado y percibir su cara tan cerca incrementaba el peor de mis temores: sufrir una muerte dolorosa.

―¡Mírame!―ordenó rabioso, escupiéndome en la cara.―¡Que me mires!―zamarreó con brusquedad mi pelo.

Con esfuerzo, porque el dolor no me lo permitía, levanté lentamente los parpados, viéndolo todo nebuloso. Su cuerpo siendo solo una sombra resaltando en un ambiente sombrío y tétrico. Unas cuantas lágrimas se escurrían y empapaban mis mejillas.

―El concepto de libertad para ti es lejano, tu vida me pertenece. Tú me perteneces. Eres mía, de mi propiedad. ¿Te quedó claro?

Frené el temblor en mis labios para dirigirle mi respuesta:

El hijo de la Bestia © [Tomo 1 y 2]Where stories live. Discover now