24. Testosterona por doquier.

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—Pues, gracias —dije un poco apenada e incómoda. Dios, realmente tenía que practicar bastante para reaccionar con naturalidad ante un cumplido.

De repente sentí el brazo de David rodeándome los hombros.

—Sí, la verdad es que mi chica es muy inteligente —dijo con un tono de voz bastante grave.

Lyssandro ni se inmutó por ese hecho y siguió sonriendo. David, al percatarse de ese hecho, miró el bisturí que se encontraba en la mesa, después a Lyssandro, nuevamente al bisturí y finalmente regresó su mirada al chico.

—Pues sí y además también es hermosa, te has sacado la lotería, hermano. Yo que tú no la dejaría ir jamás —dijo el extranjero.

David me apretó más junto a él.

—Oh, créeme que lo sé y jamás la dejaría ir —dijo con una seguridad arrolladora.

Mi corazón dio un vuelco.

Lyssandro asintió sin dejar de sonreír.

—Sabia decisión, Dave. Sabia decisión —dijo.

En ese momento, tocaron el timbre de salida.

Los tres recogimos nuestros materiales y los guardamos nuestras respectivas mochilas.

David y yo salimos del salón un poco antes.

—¿Qué demonios es todo esto, Claire? —Me preguntó en voz baja hecho una furia.

—No lo sé, todo pasó de manera repentina —respondí con sinceridad.

—Pues...

—¡Bueno, chicos, ¿nos vamos a la cafetería ya?! —Exclamó Lyssandro apareciendo a nuestras espaldas—. Muero de hambre.

—Claro, vamos —dije yo.

David se apresuró a posicionarse en medio de ambos.

Así que se imaginarán que la conversación no fue para nada fluida en el camino.

Una vez llegamos al lugar, nos fuimos a sentar en nuestra mesa habitual. Todos miraban a Lyssandro con estupefacción y luego nos miraban a David y a mí acompañándole con más estupefacción aún.

Dios, odiaba llamar tanto la atención.

Robert se puso de pie de un salto en cuanto vio al nuevo integrante. Su cara era una mezcla extraña de asombro, curiosidad y... ¿eso era rabia? Sí, también rabia.

Y por alguna extraña razón, Lyssandro también lo miraba con cierta tensión.

—¿Tú? —Interrogó Robert.

Lyssandro enarcó una ceja y dejó de sonreír.

—Como siempre, es un placer volverte a ver Robert —dijo el susodicho con tono diplomático.

Si ya de por sí el nivel de testosterona era poco sano, ahora era bastante tóxico.

—¡Bien! Sentémonos a comer —dijo yo para alivianar el ambiente.

Todos se sentaron sin poner peros.

—¿Y qué tal está Italia, Lyssandro? —preguntó Nathalia que era consciente de todo lo que estaba ocurriendo.

El chico volvió a sonreír animadamente.

—Está tan hermosa como siempre. Su belleza sólo es comparable a la belleza que tienen las mujeres: por naturaleza. Es un país que merece muchísimo la pena visitar... Sus paisajes, sus tierras, su tranquilidad... Aunque admito que esta última era a veces abrumadora, ya sabes, a veces solía aburrirme un poco y las personas son...

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