27. Imposible.

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Capítulo veintisiete: Imposible.

Narra Alice:

—¡¿Qué demonios haces aquí, Calvin?! —exclamé en cuanto vi su rostro apenas salí de casa de Claire.

El chico estaba apoyado en una barandilla de madera que había en el porche, con los brazos cruzados y rostro inexpresivo.

Fruncí el ceño.

¿Y a este imbécil qué mierda le pasaba?

—Te estaba esperando —dijo con un tono de temeraria calma.

También me crucé de brazo y solté un resoplido de frustración. Se me hacía tarde y este idiota no hacía más que hacerme perder mi tiempo.

—Ya debo irme, así que tendrás que esperar hasta mañana para hablar conmigo —respondí con altanería.

Empecé a caminar para salir de allí, pero cuando pasé por su lado me tomó del brazo con firmeza.

—Hablaremos ahora mismo —aseveró.

Eso no hizo más que hacer que mi sangre hirviera a millón. Me solté de su agarre de un tirón y lo miré con los ojos llameantes, llenos de furia.

¡¿Quién demonios se creía para tomarme del brazo de esa manera y darme ordenes?!

¡Queriendo controlarme a mí, Alice Parker!

Estaba muy mal de la cabeza si creía que eso iba a pasar.

—Ya te dije que hablábamos mañana, neandertal —dije con la rabia apenas contenida. Mis manos ya se había cerrado en forma de puños y no dudarían ni un segundo en darle un saludo a su rostro de niño de mami.

Para mi deleite, Calvin apretó la mandíbula. Sabía perfectamente bien que esa era la clara señal de que comenzaba a perder la paciencia y estaba a un paso de empezar a enojarse de verdad.

—¡Exijo que me expliques ahora mismo cómo es eso de que saldrás con el imbécil de Lyssandro! —chilló.

Miré mi reloj de muñeca. No sólo se me estaba haciendo tarde, sino que David llegaría pronto y lo último que quería era arruinarle los planes con mi prima por culpa de los arranques estúpidos de Calvin.

Lo tomé del brazo y lo arrastré a dos casas de distancia.

Apenas lo solté, mi mano derecha voló por los aires y se estampó en su mejilla.

Calvin abrió los ojos desmesuradamente, llevándose una mano al lugar afectado y me miró con una furia inigualable.

—¡¿Qué demonios te pasa, loca enferma y degenerada?! —gritó furioso—. ¡¿Estás enferma o ya debo llevarte al hospital para que te internen en el piso diez?!

Yo posé las manos en mis caderas, no sin antes llenarme de gozo al ver los resultados de lo que había hecho.

Pero claro, mi rabia y mi orgullo eran aún más fuertes.

—¡¿Qué carajos te pasa a ti?! ¡Yo salgo con quien a mí me dé la regalada gana, no tengo por qué estarte rindiendo cuentas a ti ni a nadie, pedazo de mierda ambulante! —chillé—. ¡No jodas, no les rindo cuentas a mis padres y te voy a estar rindiendo cuentas a ti! ¡Estás muy mal!

Calvin me miró con una mezcla de enojo, orgullo dolido y desprecio.

—¡Bien, haz lo que se te "dé la regalada gana"! ¡No me preocuparé más por ti, insolente falta de clase! —exclamó.

Me sorprendí.

¿Calvin preocupado por mí? ¿Había escuchado bien? ¿Ya lo habían raptado los extraterrestres? ¿Mis oídos me habían fallado?

Inaccesible ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora