II. Trenta y cuatro;

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Creer.


La risa que en algún momento soltó, sin embargo, no pudo durar más que un par de horas después de que se separó de Kyungsoo. Se fue aflojando cuando se fue a dormir, se apagó con un suplido durante sus sueños y ya no quedaba rastro de esta al despertar. Entonces surgía en forma de enojo, una furia como esas que experimentaba pocas veces—y al tomar desayuno con la Sra. Lee y Soojung, no dice palabra alguna; y Jongin se levanta de la mesa cuando su madre se sienta a esta.

Un par de minutos luego de eso, se encuentra guardando lo poco y nada que tiene en la que solía ser su habitación; después de todo, las demás cosas se habían quedado en el departamento de Kyungsoo, y estaba seguro de que todo seguía allí. Era apenas un bolso hasta la mitad de ropa nueva, un par de croqueras y otro par de lienzos pequeños. Sus utensilios y tres libros, dos pares de zapatos y eso era todo. Un adiós definitivo de desenlace; si fuese por conciencia propia, Jongin estaba seguro que sería muy difícil que volviese a poner pie en ese terreno.

Sale por la puerta decidido, advirtiendo los tres pares de ojos pegados a su espalda. Está a punto de llegar con pasos largos a la reja del patio delantero cuando alguien por fin ha reaccionado.

—¿Jongin?

Es su madre—siempre ha tenido que ser su madre. Jongin sabe que no debería, pero ya no es capaz de contenerlo otra oportunidad más; hace meses que le ha costado, y la ha entendido. Pero, ¿qué viene de parte de ella? Nada. Absolutamente ningún intento de comprensión, y eso es lo que más le exaspera. Las mentiras, la autoridad, que sea tratado como un crío de cinco cuando tiene veinte jodidos años y puede pensar, puede sentir, puede hablar y tomar sus propias decisiones

—¿Cómo pudiste? —dice sin siquiera voltearse al llegar a la reja que comienza a abrir manualmente. La Sra. Lee y Soojung observan y escuchan desde la puerta.

—Entra de inmediato a la casa.

—¿Ca-casa? ¿Qué casa? —Jongin abre sus brazos, girándose y enfrentando a la mujer que tanto parecido tiene a él. Sus mechones húmedos por el baño de esa mañana caen a sus ojos y lo hacen todo más borroso. — No. Esta... esta ya no es mi casa.

—¿De qué estás hablando?

El chico repara en el miedo que cruza las facciones de su progenitora.

—Sé la verdad, madre —mete bruscamente su mano al bolsillo del abrigo, donde lo había dejado, y saca el documento totalmente arrugado hecho una pequeña bola que estira impaciente y lo tira al suelo con fuerza, desconcertando a las tres personas presentes— ¡Falso! ¡Si-Siempre fue falso!

—¿A qué te refieres? —Jongin no puede creer que su madre intente jugar con eso; más aún, luego de haber sido dejada en evidencia plenamente. Su petición es más una plegaria en esta ocasión: —Vuelve a casa.

—¡Sé que ha sido una me-mentira de mierda!

—¡No digas esas palabras!

Entonces la risa vuelve a crecer, grande y gorda en su garganta.

—¿Por qué? —una parte de sus labios se estira, es una expresión de sorna y sátira que nunca antes se hubiese atrevido a usar tan ladinamente con su propia madre— ¿Crees que- que no escucho... cuando usas tú un mal vocabulario?

La mujer pone una mano en su pecho, con su fisionomía contorsionada en horror y angustia; pero Jongin no siente empatía alguna. Ella no la ha tenido con él, no le ha dado una sola oportunidad.

IV. Damaged Connection; Kaisoo · Saga GC (HIATUS)Where stories live. Discover now