LXXVI.

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Ya tenía el equipaje listo antes de las seis y media de la mañana. Para su suerte, Justin había salido a correr muy temprano en la mañana, no sin antes entrar a su habitación para asegurarse de que aún se encontraba ahí —por alguna extraña razón sentía que no la iba a encontrar allí— y ella había fingido muy bien estar dormida. También ocultó su maleta. Si se daba cuenta de su plan, no la dejaría ir y probablemente le daría un estúpido castigo como lo había hecho unas horas antes. Aún le dolía el trasero por todas las veces que estampó su mano en su sensible piel. Quiso reclamarle, pero recordó que no podía hacerlo ya que ella misma permitió que la tratara así.

Simplemente se iría y trataría de olvidar todo lo que había pasado entre ellos.

Luego de asegurarse de que Justin no se encontraba cerca de la cabaña, llamó un taxi y le pidió que la llevara de vuelta a la ciudad. En el camino miraba por la ventana y se recriminaba por no haber pensado bien las cosas antes de hacerlas. Debió haber pensado mejor meterse con Justin. Pero, ¿cómo iba a pensar que él llegaría a sentir más que atracción física por ella? Habían acordado sólo tener sexo para quitarse el estrés de encima, nada de compromisos. Colleen no quería una relación seria en esos momentos, sólo quería terminar la universidad y cumplir sus sueños de ser una gran artista, pero las cosas no resultaron como las planeó.

Tal vez si hablaba con Justin... No, definitivamente no. Sería una muy, muy mala idea. Él había pisoteado su dignidad y ella había herido sus sentimientos. Lo mejor para los dos era olvidar lo ocurrido y seguir con sus vidas como siempre habían hecho antes de involucrarse en esa relación sexual que no los llevó a ningún lado. ¿Se arrepentía? Por supuesto que no. No sólo se trató de sexo, diversión y placer, también se habían convertido en buenos amigos y se contaban sus problemas y sobretodo, se apoyaban cuando uno de los dos estaba mal. Pero eso se acabó. Tenía que olvidarlo y superarlo antes de que volvieran a hacerse daño.

Un suspiro de alivio se escapó de sus labios cuando vio la casa de su mejor amiga. El taxista la ayudó con su pequeño equipaje y ella le agradeció para después pagarle el pasaje. Y antes de que la morena pudiese tocar la puerta, Hannah ya estaba abrazándola muy fuerte.

—¡Por fin llegaste! —exclamó aún abrazándola—. Admito que te eché de menos.

Colleen se separó de ella porque sentía que le faltaba el aire. Estaba apretándola fuerte.

—Perdón —rió entre dientes—. Pensé que necesitabas un abrazo.

—Y lo necesito —respondió haciendo un puchero. Abrió sus brazos para recibirla otra vez—. Sólo procura no dejarme sin aire, ¿vale?

Ambas soltaron una carcajada.

—Ay nena, no te ves nada feliz —dijo mientras acariciaba su cabello—. ¿Me contarás mejor lo que pasó?
 
—Sí —murmuró separándose de la chica—. Prefiero contarte todo dentro, no quiero que los vecinos nos escuchen. Ya sabes que aquí hay muchas viejas chismosas.

A pesar de que no se sentía muy bien, no dejaba atrás su buen humor para hacer bromas y comentarios sarcásticos.

—De acuerdo —rió. La ayudó con el equipaje y se adentraron en la casa, subiendo inmediatamente a la habitación de la rubia—. Ignora el desastre, no pude arreglar mi cama.

—No te preocupes por eso, siempre lo ignoro —soltó una pequeña risita. Se acostó en la cómoda cama y Hannah imitó su acción—. Estoy muy, muy cansada.

Tomó una almohada y se la colocó en la cara, cerrando los ojos y acomodándose lo mejor posible para descansar. Apenas pudo dormir en toda la noche. Y estaba muy cansada, tanto física como mentalmente. Su cuerpo apenas podía sostenerse por sí solo.

Rough sexWhere stories live. Discover now