LXXII.

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Algo andaba mal con Justin.

Desde que tuvo esa pequeña discusión con Colleen, no le había vuelto a dirigir la palabra y eso la tenía preocupada. Intentó disculparse con él pero le fue imposible. La evitaba a toda costa y no le dirigía la palabra, simplemente actuaba como si ella no existiera. Quería explicarle que tenía miedo de involucrarse más de la cuenta y terminar enamorada como una idiota. Sí, tenía claro que sólo jugaría con él y pasaría un buen rato, pero todo se fue a la mierda cuando le confesó que le gustaría tener algo más que una relación sexual. ¿Qué tan cliché sonaba eso? Bastante. Ya sabía cómo acababan esas historias de amigos con derechos y le parecía totalmente ridículo que los protagonistas terminaran enamorados y felices, así que quiso hacer algo diferente.

Pero el tiro le salió por la culata.

Se prometió no volver a caer en los estúpidos juegos de un hombre. Su último novio terminó siendo un jodido infeliz que le hizo infiel con la chica que más detestaba en el mundo. Le vio la cara de idiota. No podía permitir que este sexy, apuesto, dulce, estúpido chico llamado Justin Bieber le rompiera el corazón. Por otro lado, él jamás pensó en enamorarla y luego desecharla como a un trapo sucio. Las cosas sucedieron porque sí. Hacía mucho que no pasaba tanto tiempo con una chica. Tenían algo en común: a ambos le rompieron el corazón. Él también pasó por lo mismo con su última novia, le rompió el corazón y se rió en su propia cara después de que le entregó todo su amor.

Y, ahora que decidió volver a abrir su corazón, lo rechazan.

Mala idea.

Debió habérselo pensado dos veces antes de abrir su bocaza y arruinar todo, sin embargo, estaba enojado. Muy enojado. Lo suficiente como para ignorarla y no hablarle en todo el día. Ella pensaba que era un idiota que lo único que le importaba era el sexo, las fiestas y las mujeres. Bien, antes le importaban porque tenía el corazón roto y estaba despechado, eso fue hasta que esta jodida chica lo comenzó a acosar por mensajes y fingió ser su loca admiradora. Y resultó ser su crush. La chica que le parecía inalcanzable porque era jodidamente sexy, que por lo que había escuchado en la universidad, no se fijaba en el cualquier imbécil con historial de mujeriego. Y él tenía un largo historial.

No tenía oportunidad. O eso era lo que pensaba.

Con un último vistazo al espejo, tomó su bolso y echó su cabello hacia atrás, dejándolo caer sobre su espalda. Y antes de que pudiese salir y esperar afuera, Justin irrumpió en la habitación.

—¿Ya estás lista? —preguntó sin una pizca de emoción en su voz.

Lo miró por el reflejo del espejo.

—Sí. Estoy lista.

—Bien —hizo un asentamiento con la cabeza. —Entonces, nos vamos.

Salió de allí sin decir nada más. Ella respiró profundamente e intentó mantener la calma, porque si perdía la paciencia, mandaría todo a la mierda y huiría de ese lugar sin darle explicaciones. Tal vez así se ahorraría muchos problemas. Pero no era una cobarde, así que se quedaría e intentaría arreglar las cosas. No podía ser tan difícil, ¿o si?

«Sólo deja que se le pase el enojo y habla con él», pensó. Intentándose convencer de que todo saldría bien.

Media hora después se encontraban en un bonito y sencillo restaurante con vista al mar. El lugar era llamativo y perfecto para una velada romántica pero la cita era todo menos romántica. Justin apenas le había dirigido la palabra, sólo le hablaba cuando era necesario y eso era casi nunca. La música de fondo era lo único que la tranquilizaba. Unos minutos más tarde el camarero llegó con la comida y la dejó sobre la mesa. Colleen empezó a comer en completo silencio, tragándose todo lo que quería decirle. Estaba siendo orgullosa... Ambos estaban actuando como niños inmaduros. Uno de los dos tenía que pedir disculpas y esta vez sería ella quien se disculparía con el ojimiel. Y quería pedirle perdón, no obstante, creía que él estaba odiándola en esos momentos.

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