No sabe por qué, pero se ha puesto un pelín celosa. Bueno, sí sabe perfectamente las razones. ¿Lo habrá echo a propósito?

—Bueno, dejémonos de cháchara y pasemos a la acción.

Ella le mira extrañada y alza una ceja, siempre ha querido hacer eso y después de muchos intentos va dando resultados.

—Es decir, que vayamos a por mi moto —dice Christian que mira desesperado hacia el techo mientras agita las manos—. Ay, si es que le has quitado toda la emoción a mi frase.

Christian se levanta del columpio del porche y vuelve a agarrarla de la mano que había soltado hace poco para llevarla tras de sí. Y esta se deja llevar. Cuando ya no hay ningún techo que la impida ver el cielo, mira arriba y ve a este completamente gris mientras camina, pero por mucho que parezca a simple vista un lluvioso día otoñal, ha aumentado notablemente la temperatura, llegando básicamente a la misma temperatura que hacía ayer y la lluvia no parece ser bienvenida por ahora. Es ese típico día de verano en el que se nubla un poco pero aun así sigue haciendo un calor asfixiante.

Sin intercambiar muchas palabras la lleva por detrás de la cabaña hasta llegar a un recinto alambrado cerrado con llave, le suelta la mano para poder abrir la cerradura. Allí dentro de la alambrada hay una caseta que tiene el tamaño de entre un trastero y un garaje, también abre esa puerta y le indica con la mano que espere. Pasados unos minutos sale por la puerta tirando de una honda de color negro. Salen juntos de la alambrada, le pide que cierre la puerta. Una vez cerrada la puerta, Christian se encuentra subido a la moto con ella ya arrancada, Alexia inspira y le llega el desagradable olor a humo. Con lo que a ella le estaba gustando el olor a pino, a húmedo, al frescor que desprende el campo… El chico le hace ademán de que se suba detrás de él, esta asiente y se sienta como él le ha dicho. No se sujeta a él porque siente que sería una situación incómoda. Este lo nota.

—Será mejor que te agarres a mí.

—No me hace falta, así estoy bien.

La moto hace un arranque brusco e inesperado haciendo que a Alexia le dé un vuelco al corazón tenga que abalanzarse con gran fuerza a la camiseta del chico que la mira de reojo con una sonrisa de triunfo. Este frena. Habrá dado la camiseta de sí pero a él parece no importarle en absoluto, ha conseguido lo que quería. Como siempre.

—A través del diálogo puede que dos personas lleguen a entenderse. Si quieres que me quite la camiseta sólo tienes que pedírmelo, no hace falta que me la rompas —comenta con sorna.

Lake VioletWhere stories live. Discover now