» Séptima epístola

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Querido Seijuro:

¿Recuerdas el día que nos conocimos?

Yo sí. Recuerdo perfectamente el momento en el que tu mirada escarlata se cruzó con la mía, la forma en la que tus labios se fruncieron en esa mueca de desagrado. Era una niña entonces, ¿más enferma que ahora? No lo creo.

Esa niña esquelética de piel seca y curtida, cabello muerto y enmarañado, y ojos sin brillo, es una diosa comparada con el desastre que soy ahora...

Lamento tanto esto. Yo nunca quise que esto pasara, Seijuro. Jamás lo pedí, jamás lo deseé, entonces, ¿por qué a mí?

Atentamente:
Lilian.

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