Tomando una profunda bocanada de aire, rompió el incómodo silencio que los envolvía.

—Justin —carraspeó su garganta para llamar su atención. —¿Podemos hablar?

—Estoy comiendo —respondió fríamente.

—Sólo tienes que escuchar lo que tengo que decir —habló en voz baja, sintiendo como los nervios se apoderaban de su cuerpo. —Por favor.

Suspiró pesadamente y dejó el tenedor a un lado del plato, se limpió la boca con la servilleta y tomó un poco de agua, acto seguido se acomodó en su asiento y clavó sus penetrantes ojos mieles en los de ella.

—Yo... —la garganta se le secó. Estaba malditamente nerviosa y no quería arruinarlo otra vez. —Quería pedirte disculpas.

Él la miró impasible, como esperando que siguiera hablando.

—Lo que dije en la playa no es realmente lo que pienso —mordió su labio inferior cuando sintió que éste le empezó a temblar. —Sé que nuestra relación no sólo se basa en sexo, también somos buenos amigos y nos llevamos muy bien. Pero eso era todo lo que yo quería. No porque tú no me gustaras, sino porque no quería terminar ilusionándome contigo. Era algo que no podía permitir que sucediera; siempre tuve claro lo que haríamos, no me involucré demasiado y lo tomé como un juego. Tenía miedo.

—Me equivoqué al pensar que podríamos ser algo más que amigos —masculló. —Creí que tú también pensabas lo mismo que yo. 

—Jamás pensé que me verías como algo más que una amiga —hizo una mueca un tanto extraña. —Tú querías sexo y yo también, ¿por qué diablos iba a pensar en una relación sentimental? No tiene sentido.

—Tienes razón —sus ojos se volvieron fríos, poniéndola más nerviosa. —No tiene sentido que te vea como algo más que mi juguete sexual. Sólo te tengo para complacerme y divertirme un buen rato.

Esas últimas palabras la sorprendieron tanto que se quedó sin aliento.

¿Su juguete sexual? ¿Ella era sólo eso?

—No soy tu juguete sexual —frunció el ceño molesta. —Yo no soy como las demás chicas que han pasado por tu cama.

—Lo eres desde que estuviste de rodillas con mi polla en tu boca. Rogándome que te follara duro —sonrió egocéntrico. —Eres una más del montón. ¿Por qué te sorprende? Tú lo quisiste así.

Apretó los puños, dispuesta a estamparle la mano en el rostro. Pero se contuvo. No podía armar un show en un lugar público.

—Yo sólo estaba intentando hablar contigo para arreglar las cosas y tal vez... —negó con la cabeza, cerrando la boca. —¿Sabes qué? ¡Qué te jodan, Justin Bieber! —escupió furiosa.

Intentó levantarse para irse rápido de aquel lugar, llamar a un taxi y regresar a casa, no obstante, Justin la detuvo tomándola fuertemente del brazo. Lo miró enfurecida y levantó la mano para pegarle una cachetada, y él le sostuvo el brazo para que no lo hiciera. Estaba temblando de la rabia y quería llorar, no de tristeza, sino de coraje. ¿Cómo se atrevía a llamarla puta? No iba a permitir que la insultara.

Su dignidad estaba por encima de él.

—Cálmate y termina de cenar, ¿entendiste? —le ordenó con voz demandante. —No quiero que armes una escena delante de todos.

—¡Tú a mí no me mandas! —exclamó alarmada. —¿Cómo te atreves a tratarme así? Eres un imbécil.

—¿Ah, si? —levantó ambas cejas, mirándola burlón. —Pues este imbécil que ves aquí te va a hacer gritar esta noche. Me rogarás de rodillas que te folle.

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