Bailando en la oscuridad

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El viaje hacia Steilacoom, en Pierce County, duró apenas dos horas, pero para John y Sam, encerrados en un mismo coche con la tensión no resuelta del día anterior, pareció mucho más largo. Mientras tanto, los Owen les seguían en el vehículo de los mellizos. Dejando atrás la ciudad, se sumergieron en la carretera comarcal, que serpenteaba hasta la Interestatal Cinco y atravesaba el Estado hacia el norte.

Al llegar, tomaron un ferri hacia Anderson Island. La isla, conocida por ser un tranquilo refugio lejos del bullicio urbano, se transformaba durante el verano con la llegada de turistas. Sin embargo, fuera de temporada, ofrecía un remanso de paz, con su naturaleza integrada a la perfección en el entorno urbanístico, dominado por abetos, arces y serbales.

Al igual que las demás casas a orillas del lago, la de John tenía un toque victoriano, inmaculada en su blancura, con ventanales que capturaban la luz y un tejado que parecía espolvoreado con ceniza. Delante, tenía un porche octogonal con barandillas que se entrelazaban con la estructura y en la parte trasera se desplegaba el jardín hasta un muelle privado que daba al lago Josephine.

Jimmy experimentó una sensación de déjà vu cuando se reunieron en el salón después de comer. Él ya había estado allí antes, poco después de que John lo encontrara.

—No puedo traer de vuelta a vuestros padres —comenzó John, acomodándose en el único sillón individual de la habitación—, pero tal vez podamos rescatar esas partes de vosotros que parecen perdidas reviviendo cómo os habéis sentido al experimentar los cambios en vuestro organismo. —Hizo una pausa, mirando a cada uno de ellos antes de continuar—. Sé que para Jimmy fue difícil acostumbrarse a sus nuevas cualidades, entre ellas, la sed, que sería una conexión directa con... lo que era Dante. ¿Alguna vez... la habéis probado? ¿Cómo la controláis?

—¿Controlarla? No es tan sencillo, John —respondió Mark y John hizo una mueca, admitiendo que lo había dado por supuesto.

Para ellos, la necesidad de beber sangre se asemejaba a la desesperación de una persona deshidratada anhelando líquidos. Trascendía lo físico y se entrelazaba con su ser más íntimo. Cada célula de su cuerpo clamaba por ella.

—No, no lo es —admitió Jimmy

John dirigió su mirada hacia Jimmy, pensando que él tenía su sed bajo control gracias a los suplementos de vitamina D. Pero el chico negó con la cabeza. La aparente normalidad no significaba la ausencia del problema.

— —comenzó Blair, desde el centro del sofá, flanqueada por Jimmy y Gary—. Tenía dieciséis años y no me sentía bien esa noche, así que me metí en la cama. La habitación estaba vacía, todos estaban fuera, y de repente me desperté atraída por algo que me hacía salivar. No podía quitármelo de la cabeza. —Hizo una pausa. Había apoyado los codos en las rodillas y se frotaba las manos con inquietud mientras lo contaba—. Empecé a sentirme muy sedienta y, aunque bebí varios refrescos y agua, no desaparecía. No sabía lo que me pasaba. —Se encogió de hombros—. Salí corriendo y me encontré con una chica en el baño, sangrando por un corte en el brazo. Sin darme cuenta, dejé inconsciente a su amiga y agarré a la herida. La sangre manchaba mis manos... y la probé. Quería más, pero su cara llena de terror me detuvo. Hui al bosque y lo último que recuerdo es haber encontrado un cervatillo y...

Blair levantó la mirada hacia John. Había narrado toda la historia con la vista clavada en el suelo. Aunque no esperaba una respuesta, el gesto reconfortante de Gary sujetando su mano le ofreció consuelo.

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⏰ Última actualización: Feb 04 ⏰

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Los Guardianes (I): OcasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora