.La nueva familia.

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Naruto no sabía cómo moverse con libertad, la habitación era similar a la de aquella vez pero el ambiente era más pesado ahora. Himawari y Boruto se sentaron en la cama individual y miraban a ambos padres, sus movimientos repetitivos indicaban su nerviosismo. Hinata se sentó en el pequeño sofá y sacó su kit de maquillaje.

Era una fina línea enrojecida y ligeramente hinchada, empezó con una base en crema y luego pasó al polvo compacto, poco a poco, la herida iba camuflándose con su tono de piel. Naruto se mordió la lengua y viendo hacia sus hijos por unos segundos, se puso frente a ella.

-Hinata... -la chica solo alzó la vista sin expresión alguna. –Yo... quiero... agradecerte. Gracias por cuidar a Menma.

-... si.

¡¿Si?! ¡¿Qué significaba "si"?! Naruto dejó salir el aire por sus fosas nasales y empezó a pujar mientras analizaba la situación.

-Bueno... de cualquier modo, gracias. Yo... quisiera que... me explicaras qué haces aquí.

-Se lo dije a Bolt. –contestó mientras seguía frotando la esponja con polvo de maquillaje en su mejilla.

-¿Pero qué significa "terminar" con esto? –preguntó el menor, asustado.

-Lo que signifique no es de su incumbencia, es entre Sasuke y yo.

-¡Lo que sea de incumbencia de Sasuke, es mía también! –sus cejas se juntaron mientras interrumpía su plática con su hijo.

Hinata lo miró con seriedad, ninguna expresión de nuevo. Nada con lo que intuir que pensaba, que sentía.

-Me apetece un baño. Tomaré una ducha. –les avisó mientras se encaminaba a la bañera. Naruto la siguió con la mirada, estaba tan impresionado que su boca se había abierto sin percibirlo.

Una vez que la puerta se cerró y empezó el sonido de la regadera, los tres Uzumaki suspiraron aliviados.

-¡Papá! –le llamó Boruto mientras se bajaba del colchón para encararlo. –El arma. –le recordó en voz baja. Naruto abrió los ojos y miró a su pequeña hija.

-¿La has visto?

-En su maleta, pero solo aquella vez que vinimos de vacaciones. –Boruto hizo una mueca de desagrado, no era posible que su hermana pensara que aquellos días habían sido vacaciones, para él había sido pesadillas. No quería revivir el dolor de pensar que había perdido a su hermano.

-Solo trajo esta bolsa... -murmuró Naruto y sus manos temblaron.

-Ahí está. –completó el menor mientras miraba la bolsa como si fuera una bomba. -¿Pa...?

-¡Llévate a tu hermana, vayan a las piscinas o algo! -le interrumpió.

-¿Qué vas a hacer?

-Nada. Solo quiero... que no estén aquí. –se arrodilló y tomó sus hombros para mirarlo a los ojos. –Te prometo que no va a pasar nada.

-Padre... -era la primera vez que le decía asi, ambos sintieron un escalofrío recorrer su espalda y comunicarse con el otro por medio de los brazos de Naruto.

-Cuida a tus hermanos.

-Parece que te estás despidiendo. –le dijo con los ojos húmedos por las lagrimas.

-¿Qué? ¡No! No, ttebayo. –lo abrazó, sin embargo, con fuerza y por mucho tiempo. –Vayan a jugar, esto es algo que debo solucionar yo.

La pequeña Himawari se levantó y aunque Boruto la había tomado de la mano para llevársela afuera, la niña se detuvo y estiró sus brazos pidiendo, en silencio, que su padre la cargara.

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