Una vez que ya no escucho nada me doy la vuelta antes de que Sam salga del baño y me encuentre aquí espiándolo.

—¡Jesucristo! No de nuevo, Rodrigo —grito después de asustarme por su repentina presencia. Su inoportuna presencia.

—¿A quién espiabas? ¿Eh? —pregunta mientras da un paso adelante.

El día de hoy decidió usar una bonita playera azul que le caía de maravilla a sus ojos. Tenía su usual olor a colonia cara que tanto me encantaba y aquella pequeña sonrisa juguetona.

—¿Yo? Pff, a nadie. Sólo me equivoque de baño —No puede ser en serio. Estúpidos nervios.

Trata de mentir mejor.

—¡No, no, no! Otra vez tú —le grito mientras lo jalo de su camisa, desesperada mientras trato de entender todo esto.

—¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? —me dice preocupado mientras mira a nuestro alrededor. Hay un par de grupitos de personas que nos miran raro. Que me miran raro.

Que se consigan una vida.

—Quiero que pienses algo —hablo rápido tratando de tranquilizarme.

—¿Pensar algo? Pero, ¿por qué, para...?

—¡Hazlo, sólo hazlo! —Si mi inexplicable teoría es cierta, tengo que poder escuchar lo que piensa. Saber lo que Rodrigo piensa sin que él lo diga. Qué loco suena todo esto.

—Bien, bien. ¿Qué quieres que piense? —Lo tomo de la muñeca y lo guío detrás de dos frondosos árboles, cuidando que no haya ningún maestro o adulto responsable que nos pueda ver o escuchar.

—Piensa, no sé. Lo que desayunaste hoy, cualquier cosa pero piensa algo.

—Pienso que estás un poco loca —Lo golpeo en el hombro con fuerza.

—¡Pero no lo digas! Piénsalo, en tu cabeza. Aquí, Rodrigo, aquí —le digo mientras toco con mi dedo su gran cabezota.

¿Tendrá fiebre? — Ay madre mía, entonces no estoy loca.

—Ahora dime qué pensaste. Anda.

—Me pregunte si tendrías fiebre. No entiendo el punto de todo esto. Explicarme—Yo necesito que alguien me explique a mí por qué demonios escucho lo que piensan los hombres.

¿Por qué sólo los hombres? ¿Seré la única que puede hacer esto? ¿De dónde vino todo esto?

—Necesito contárselo a Rosa, ahora vuelvo —digo eufórica.

—¿Contarle qué? —Rodrigo me toma de la muñeca y me devuelve a mi lugar —Esto se está poniendo muy raro y tú no me explicas nada.

—Te prometo que te lo explicaré —Sí, claro.

Salgo corriendo al salón de nuevo y voy directo al lugar de Rosa para contarle todo, pero antes de llegar me percato de que ella no está ni tampoco sus cosas. Así que voy al escritorio del maestro y le pregunto sobre el paradero de Rosa.

—Bueno, ella se retiró diciendo que tenía cosas más importantes que hacer, como por ejemplo pintarse las uñas —citó las palabras de Rosa y yo maldije en ese momento. Salvador me llamó la atención y me dijo que me sentara a terminar con los ejercicios antes de que la clase acabara.

Diez minutos después, Rodrigo entra al salón y yo con la intención de no contarle nada de lo que pasó, me giro en mi asiento y comienzo a platicar con Gabriela para dejar que el tiempo pase y la clase termine para así poder irme a casa y pensar todo esto.

En cuanto dan la una en punto, Salvador se levanta y nos deja ir a todos. Yo no pierdo el tiempo así que empiezo a guardar todas mis cosas, pero después de acomodar mi mesa banco quise tomar mi mochila pero esta no estaba en ningún lugar.

—¡Te doy tu mochila si me dejas llevarte a tu casa! —me grita Rodrigo desde la puerta del salón.

Su propuesta más bien la interpreto como: "¡Te doy tu mochila si me cuentas todo lo que te está pasando camino a casa!" Hay tarea el día de hoy, demasiada. No me puedo dar el lujo de abandonar mi mochila sólo por un capricho mío.

—Sabes que no puedo decir que no.

—Corrección: "sabes que no puedes decirme que no".

—Oh, no te creas tan importante.

—No me desafíes.

—No lo estoy haciendo. Y si lo hiciera, te negarías pues bien sabe que yo ganaría.

—¿Quieres apostar?

—No, no quiero. Sólo llévame a casa para que me pueda arreglar para el concierto.

—¿Es hoy? —Yo asiento —. Yo te ayudo a vestirte.

—¿Disculpa? Maldito pervertido —le digo con las mejillas sonrojadas. El salón entero está disfrutando de esta escena. Durante un segundo, volteo a ver a Lucía. Luce furiosa.

—Me refería a ayudarte a elegir la ropa. Eres una malpensada —Me abraza y me da un beso en la frente. 

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••


Qué mal sería que se encontraran a alguien inesperado en la calle...

Bye, chenchuales lectores.

Pd. Lean la historia de mi amiga Paula. Se llama: Skyler, es realmente buena.

Deseo... deseoМесто, где живут истории. Откройте их для себя