Capítulo 23 (Final.)

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Ahora cada suspiro, cada respiración valía la pena, cada pequeña cosa era importante, el amanecer y la hora del crepúsculo, cada una de ellas era importante, tanto así como para admirarlas sin descanso, miraba sin poder decir o hacer nada más, la belleza de sus paisajes era una de las cosas que jamás olvidaría. Dudaba sobre lo que vendría después, pero se aferraba a su fe, más que nada en esta vida.

Había un silencio lúgubre en su hogar, era temible e incluso podría llegar a ser más peligroso de lo que parecía, pero para él las cosas ya no eran peligrosas o llamativas, sus sensibilidad se había marchado junto a irritabilidad, como si sus emociones estuviesen en un eterno letargo de sueño, el cual peligrosamente se acercaba a la muerte, el embate de pensamiento no le conseguía salir airoso, si no aún más sumido en sus preguntas sin respuesta.

Sabía que ya estaba al borde de la locura, la incertidumbre de si es que aún seguía ahí en la línea de al medio, si estaba al borde, o si ya había cruzado el velo de la locura.

En uno de sus incontables delirios se hizo presente uno muy distinto a los demás, era mucho más real, aterrador y subyugador. Se veía a si mismo con las vestiduras que usaba en aquel entonces, estas, estaban cubiertas en su propia sangre, que parecía emanar de una herida desconocida, interminablemente.

"Escúchame..."

"Escúchame por favor y explícame..."

"¿Cómo es que funciona este retorcido mundo?"

Y al igual que todas sus preguntas, quedó sin respuesta, a este punto, llegaba a gozar de los placeres de la locura que le apresaban y dentro de sus pensamientos no pudo evitar simplemente reír ante tales preguntas, ignorando lo que podía ser una pista para su supervivencia.

Sabía que la inmortalidad ya no le era cómoda, más bien era absurda, mientras sus manos temblaban comenzó a caminar hacia el sótano, con la más cruda de las intenciones, terminar con su propia vida, y cualquier vestigio de su existencia.

Dentro de la poca sanidad que le quedaba, decidió escribirle una carta y sellarla con magia al igual que el diario, para que las llamas no pudieran consumir su contenido. Dejó la carta en el mismo lugar en el cual el diario había sido escondido.

Mientras tanto tomó el traje que tantas memorias tenía para él, desgastado por la lluvia y el tiempo, se lo llevó consigo mismo hasta llegar al primer piso, donde con la caja de fósforos en mano hizo sus intenciones claras, reducir a cenizas el lugar, sin titubear prendió el primero de ellos y lo tiró al suelo, su costosa y hermosa alfombra que tanto tiempo había gastado cuidando ahora comenzaba a arder en las llamas, así continuó dejando los fósforos encendidos por todos los lugares de su casa, cuando el humo se volvía difícil de aguantar subió las escaleras, dejando aún más fuego en su camino, esperando que las llamas devoraran todo a su paso, con paso lento y cansado subió hasta el último y más pequeño de los pisos, esperando ser alcanzado por las llamas.

Alfred seguía pensando en hacerle una visita sorpresa, proponerle algunos planes a Arthur para subirle el ánimo, su amado había tenido una actitud evasiva e incluso podría atreverse a decir que hostil, pero claro, después de todo, él era estados unidos, ¿acaso había algo que no pudiese hacer?

Una sonrisa se formó en su rostro luego de debatir si es que visitarle o no, ya tenía la respuesta, luego de pensar mucho en toda la historia que habían construido juntos, y algo era seguro.

Inglaterra había pasado muchos años viviendo en la oscuridad, en la misma soledad, intentando aferrarse a cada rayo de luz que osaba adentrarse en sus dominios, pero ahora, ahora que lo entendía, ahora podía ayudarlo. El sería quien le tomaría de la mano, y le mostraría lo maravillosa que su vida podía ser mientras estuviesen juntos, y se prometió jamás dejarlo atrás.

Silencer. (UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora