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- Hay dos cosas que no entiendo.

- ¿Solo dos?

- Primera, no tengo idea de por que estoy en tu casa, en la mañana no sabia ni tu nombre.

- ¿Y la segunda?- Preguntó Alex.

- ¿Por que demonios comemos comida china? Tú trabajas en un restaurante, deberías de estar harto.

- Pero si que estoy harto, si como esto un solo día más, se lo voy a dar al perro.

- ¿Tienes mascota?

- No, tendría que conseguirlo. Es un precio bajo para evitar tener un problema en el estómago.

La madre de Alex me había invitado a su casa, pero nada más al llegar educadamente -a golpes- nos encerró en el cuarto de su hijo, no sin antes dejarnos comida. Así que estaba sentada en la cama de él evaluando las posibilidades de tener una pierna rota si saltaba por la ventana para escapar.

Cuando estaba por ir allí y saltar de una vez por todas, la puerta de la habitación se abrió.

- Anne, deja de secuestrar personas. Por favor- En la puerta había un hombre mirándonos con cansancio.

- ¿Quién es? - Le susurré a Alex.

- Mi tío.

- Tendrás que llamarme tía a partir de ahora, porque creo que me enamoré.

- ¿Perdón?

- Tía, dime tía.

Todo por una galletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora