CAPÍTULO 4: EL TÍO COOPER

194 16 3
                                    

CAPÍTULO 4: EL TÍO COOPER

Era la segunda noche que Violet pasaba sin sus papás y empezaba a notarse. La niña llevaba horas llorando, pidiendo que sus padres la llevaran a su casa. Blaine no sabía qué hacer, la menor no entendía que eso era imposible y no tenía más opción que tener paciencia.

– Cupcake, cariño, tienes que dormir. – El moreno susurró limpiándole las lágrimas mientras paseaba por la habitación con ella en brazos.

– Quiero a mi mamá. – La niña hizo un puchero y siguió llorando.

– Ya lo sé, pero no puede ser... ¿Quieres dormir con el Señor Manchitas? – El ojimiel, desesperado, cogió un dálmata de peluche que él mismo le había comprado en un viaje a Disney cuando ella tenía un año.

– Quiero a mi papá. – Ella volvió a insistir, seguía sin comprender por qué no podía estar con ellos.

– A mí también me gustaría que tu papá y tu mamá estuvieran aquí... Pero ellos se pondrían muy tristes si supieran que no quieres dormir... – Anderson sabía que era malo chantajear a la pequeña así, pero no sabía qué más hacer.

A pesar de todo, aun tardó más de media hora en conseguir que Violet se durmiera, tumbada en la cama y acompañada por todos sus peluches. Mary ya le había advertido que sería difícil porque ni siquiera la habitación era la suya, por mucho que tuviera algunos de los muebles que tenía en la otra casa.

Apagó la luz, dejando encendida la lámpara con forma de seta que sabía que siempre le dejaban porque tenía miedo a la oscuridad. No se atrevió ni a darle un beso de buenas noches, temeroso de que eso la despertara y volvieran a empezar.

Dejó la puerta vuelta pero no cerrada y caminó cansado hacia su habitación. El dolor que sentía era inmenso, necesitaba que Sam despertara cuanto antes del coma, aunque no les daban muchas esperanzas. Se tumbó en la cama, se hizo un ovillo, lo que consiguió que pareciera aun más pequeño, y comenzó a llorar desesperado. Era el momento más duro de toda su vida, más duro que cuando lo enviaron a un hospital por golpearlo sin piedad simplemente por ser gay. Peor que cualquiera de las tres rupturas con Kurt.

Blaine llegaba al aeropuerto con Violet en brazos, que sostenía a su dálmata de peluche como si fuera el objeto más valioso del universo. Se sentía muy orgulloso porque había conseguido ponerle unos pantys a la niña, por lo que la había vestido con un vestido azul y una chaqueta blanca. El pelo lo llevaba suelto porque con lo que le había costado vestirla, no había tenido tiempo para intentar peinarla de otra manera. Esperaba que poco a poco se fuera acostumbrando a prepararla porque no quería perder tanto tiempo por el bien de ambos.

Miró la pantalla que anunciaba las llegadas de los vuelos y vio que el procedente de Los Angeles ya había aterrizado. Sabía que no vería a Cooper hasta que recogiera su equipaje y entrara al gran hall de llegadas del aeropuerto, pero eso no impedía que no perdiera de vista la puerta por la que llegaría.

La niña estaba inquieta porque quería estar en el suelo y tener algo de independencia, pero Anderson no lo permitiría porque temía que se alejara de él y se perdiera. El lugar era inmenso y sabía que sentiría auténtico pánico si perdía de vista a la pequeña tan sólo un segundo. El único motivo por el que había decidido llevarla con él era porque no tenía a nadie que se encargara de vigilarla mientras él recogía a su hermano.

Cuando Cooper apareció, sonrío tranquilo porque no tardarían en salir del aeropuerto. Cuando el mayor se acercó a ellos, los envolvió a ambos con sus brazos tan fuerte que Blaine pensó que dañaría a la niña, pero Violet no protestó.

– Hola Ardillita... Y supongo que tú debes ser mi sobrinita... – Cooper comentó divertido mientras acariciaba la cara de la niña, que lo miraba con curiosidad, con sus enormes ojos verdes abiertos al máximo, como si de esa manera fuera capaz de ver más cosas.

– ¡No me llames así! Y a ella tampoco... – El menor de los Anderson protestó mientras movía sus brazos para poder sostener mejor a la niña.

– ¿Por qué no? Soy su tío... – El mayor miró a su hermano confundido.

– No sé si Sam querrá que te llame tío. – El ojimiel insistió.

– Blaine... Tienes que empezar a hacerte a la idea que... – El más alto no quiso terminar la frase.

– Lo sé, pero hay esperanza y no quiero que si se despierta note las cosas muy cambiadas. – El menor informó.

– Vamos a casa.

Cooper y Violet parecían llevarse muy bien. El mayor era muy desenfadado y eso hacía que conectara con la niña. Blaine aprovechó para resolver algunos asuntos hasta que llegó la hora de dormir. El ojiazul, al saber que la pequeña tenía problemas para dormir porque extrañaba a sus padres, decidió que él ayudaría.

Buscó entre las cosas de la niña, esperando encontrar algo que le inspirara y encontró una corona de plástico que ella había llevado en Halloween.

– Se la ponemos a Blaine. – El residente en Los Angeles puso el juguete en la cabeza de su hermano antes de coger una toalla y anudarla en su cuello. – ¡Soy un caballero y voy a salvar a la princesa!

– ¿Princesa? ¡Cooper! – El menor protestó mientras la pequeña reía.

– Tío Coop. – Violet susurró y el aludido se acercó a ella para escuchar lo que quería decir ya que se había puesto seria de repente. – Los "píncipes" también pueden querer a "píncipes" y el tío Blaine no puede ser "pincesa" "po'que" es chico.

– Eso tío Coop... ¿No lo sabías? – El ojimiel rió. En ese momento, se le ocurrió una idea. – Violet será la princesa y yo el ogro.

Le pusieron la corona a la niña y los dos adultos comenzaron a fingir una pelea. La niña estaba excitada y el menor de los hermanos le pidió al otro que le dejara ganar en un susurro porque tenía un plan. Cuando la "batalla" terminó, el "vencedor" se acercó a la niña.

– Es una princesa muy hermosa y la voy a embrujar para que se quede dormida hasta que un príncipe le de un beso de amor. – El menor de los Anderson la cogió en brazos y la llevo a la cama. – Buenas noches Cupcake.

– Buenas noches tío Blaine. – La pequeña se tumbó y dejó que el mayor la arropara mientras ella se acomodaba para dormir. El ojimiel encendió la lámpara y salió de allí, acompañado de su hermano.

Cuando los dos adultos llegaron al salón, se sentaron en el sofá.

– Gracias por tu ayuda, Coop.

– Es un placer, Ardillita.

Nuevas Responsabilidades (Fic-Blaine-NoKlaine)Where stories live. Discover now