5. Familia

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—Claro, entonces nos vemos mañana mamá —era la una de la madrugada, apenas hace unos minutos había terminado su turno, el chico de saco negro y pantalón mezclilla caminaba hasta su auto, sonriendo ante las recetas caseras que le daba su madre.

—Sí, sí —sonreía hasta llegar a su auto—. Descansa y mandale besos a mi hermana la gruñona.

Colgó la llamada para luego aventar su teléfono al asiento de atrás, puso el auto en marcha, en el transcurso pensaba en invitar algunos amigos que estaba seguro que aceptarían, siendo su madre quién cocinaría, seguro la casa se llenaría.

Pasó al supermercado que abría las 24 horas a comprar su mandado, su madre llegaría mañana y si se enteraba que su refrigerador se encontraba con una pelusa y medio plátano abierto, era un chanclazo seguro.

Mientras escogía en la área de verduras qué llevar, miró a su alrededor, solo un loco soltero descuidado haría las compras a la una de la mañana, cuando todo estaba vacío, apenas dos empleados adornaban de vida el lugar. Terminó por escoger una que otra fruta y verdura y dio por terminada su compra, solo era adornar el refrigerador.

Puso el auto en marcha después de unos minutos, giró a tomar de su café pero notó algo a su lado, ¿era esa la cobija de Kiang? Sonrió de lado, con las prisas seguro no se dieron cuenta de que se habían olvidado de ella.

Suspiró por la hora, sin mentir sentía las ganas de ir —como pretexto— a entregarle la manta y así de paso ver cómo estaba. Pero no podía.

Quizá mañana.

Se puso en marcha directo a casa, en unas horas tendría la universidad a primera hora y si su hostigante jefe no lo llamaba a última hora para cubrir a alguien, se daría a la tarea de alegrar la sonrisa de dos ángeles.

Llegó quince minutos después, se desistió y terminó por solo dejarse puesto la ropa interior aun cuando hacía un frío tremendo, esa noche se fue a dormir tranquilo pero las pesadillas nunca desaparecen.

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La mañana empezó algo nítida, el espeso olor a comida llamó su atención, ¿estaba alucinando? De pronto se puso alerta, temiendo que alguien se haya metido a su casa a robar o comerse su comida y luego robar.

Se movió con sutileza entre el angosto pasillo que daba directo a la cocina y la sala, se puso alerta al escuchar pasos y cuando estaba a punto de saltar a espantar al ladrón notó el largo cabello de una mujer, de pronto ella volteó y se encontró al muchacho frente a ella con una almohada en la mano a punto de atacar.

—¿Se puede saber qué estás haciendo Jung Hoseok? —La mujer golpeó con el cucharón la cabeza del joven adulto.

—¿Mamá?, ¿qué haces aquí? —Frotó la zona punzante.

—Son las diez de la mañana, sabías que llegaría a las ocho pero ni tus luces en la estación de trenes además...

Hoseok dejó de escuchar el sermón de su madre para quedarse en blanco... hoy era el examen de finales del semestre.

—¡No!

—¡Ay! ¡No espantes, bobo! —Su madre por inercia volvió a golpear a su hijo un poco más fuerte.

—¡Mamá! —Se quejó— ¿Por qué no me levantaste? Tenía exámenes hace ¡tres horas! —Le reprocha a la mujer.

—Igual de irresponsable como en la secundaria —rodó los ojos.

Bien, sí, Hoseok extrañaba a su madre, ciertamente lo único que no le gustaba era que nunca lo levantara temprano. Se terminó resignando a que irse a exámenes extras será su salvación.

ÁNGEL ; VHWhere stories live. Discover now