8. Melancolía

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Al regresar a casa, lo primero que Christian hizo fue dejar sus cosas en el suelo, sentarse en el sofá frente al televisor y encenderlo, necesitaba relajarse un poco.

—Deberías recoger tu mochila, Eva se va a molestar.

Christian, sin siquiera mirar a su hermano menor, cambió de canal.

—¿Qué se supone que haces aquí? ¿No deberías estar en la escuela? —Preguntó Christian sin mirar a su hermano.

—Debería, pero Eva no se siente bien y decidimos quedarnos.

—¿Pablo también?

—¿Tú qué crees?

"Maldita adolescencia" Pensó Christian ante el tono tan irónico en que le respondía su hermano, ya a esas alturas era imposible regañar a sus hermanos menores, a nadie más que a Eva le hacían caso, ni siquiera su propio padre podía con ellos. Se puso de pie de mala gana, siendo su lugar rápidamente ocupado por su hermano que sin dudar cambió de canal. No le prestó atención, simplemente subió las escaleras y tocó la puerta de su hermana.

—Eva ¿Puedo pasar?

No hubo respuesta, volvió a tocar.

—Eva, el mocoso me dijo que te sentías mal, ¿me dejas verte?

Suspiró algo agobiado y terminó sentado frente al cuarto de su hermana con la espalda apoyada en la puerta, realmente no sabía qué hacer. Su hermana cuando se sentía mal o enfermaba no quería ver a nadie, se aislaba por completo en su mundo, él presentía que era por no querer preocuparlos pero siempre causaba un efecto completamente contrario.

—Eva, necesito saber que estás bien, ábreme por favor. —Dijo una vez más con una vana esperanza de que su hermana accediera, pero no, nuevamente el silencio fue la respuesta.

—Pierdes el tiempo, sabes que ella no te abrirá. —Le comentó Pablo al acercarse a su hermano.

—Lo sé, pero quería intentarlo.

Pablo se sentó a lado de él, igual apoyando su espalda contra la puerta.

—¿Qué tiene?

—Está resfriada, creo, al menos eso nos dijo cuando le preguntamos si nos acompañaría a la escuela.

—¿Cuánto lleva así?

—Desde ayer.

—¿Ya le dijeron a papá?

El silencio le dejó más que claro que no lo habían hecho, a esas alturas hablar con Marcos ya ni siquiera era una opción, después de todo sabían que él no volvería del trabajo ni aunque alguno de ellos estuviera casi al borde de la muerte.

—¿Mamá sabría qué hacer?

A Christian le pareció extraño que Pablo mencionara a su madre, ni Paulo ni Pablo llegaron a conocer a su madre más allá que en fotografías y relatos tanto de su padre como de Evangeline. Por desconocerla es que no la extrañaban, o eso era lo que él creía.

—Sí, mamá sabría qué hacer.

Y se quedaron en silencio el resto de la tarde.

**

"Me pareces un chico muy interesante, es posible que nos veamos seguido"

"Chris, se fuerte, cuida a tu hermanita"

"Cuida a tu hermanita"

Rápidamente Chris abrió los ojos teniendo la respiración agitada. En su pesadilla sólo podía recordar esas tres oraciones resonando fuertemente en su cabeza hasta hacerle ensordecer. Miró a su alrededor, ya era de noche seguramente la una o dos de la madrugada, al parecer se había quedado dormido en el pasillo al esperar a que su hermana saliera. Su hermano Pablo por otro lado se había ido durante ese periodo.

Prestó mayor atención al silencio de la casa, podía escuchar leves sollozos provenientes del cuarto de su hermana. Por su preocupación actuó sin pensar. Se puso de pie y tocó fuertemente la puerta.

—Evangeline, ya fue suficiente, déjame entrar o tumbaré la maldita puerta.

Ni siquiera esperó a una respuesta, simplemente se apartó un poco y con una potente patada rompió el cerrojo de la puerta y entró. El cuarto se encontraba completamente oscuro, pero entre la oscuridad podía notar un desorden inmenso en la habitación como si un tornado hubiera pasado por ahí destruyendo todo a su paso. Buscó inmediatamente a su hermana entre la oscuridad y la encontró en el fondo de la habitación en el suelo, abrazando sus piernas y apoyando su cabeza en sus rodillas mientras lloraba.

—Eva, ¿Qué sucede? ¿Te sientes muy mal? ¿Quieres que vayamos al médico? —El tono fuerte y severo que anteriormente había usado para entrar ahora se había opacado por completo por un tono preocupado y suave. Que su hermana llorara le rompía el corazón y el no saber porque era lo que empeoraba todo.

Se acercó a un paso lento, empezando a percibir una pequeña humedad en el suelo, no le dio importancia hasta que su pie empujó una navaja.

—¿Qué mier...?

Y la luz de la luna que entraba por la ventana le permitió notar que esa humedad era sangre y la fuente provenía de su hermana.

—¡Eva! —Rápidamente la tomó de los brazos para descubrirla, ella tenía heridas profundas en ambos brazos. Con una evaluada en segundos pudo notar que eran muy recientes.

Eva ya casi al borde del desmayo por la pérdida de sangre sólo seguía sollozando, repitiendo constantemente un "Perdóname".

Christian rasgó rápidamente las sabanas para formar unos torniquetes en ambos brazos de su hermana, debía llevarla con urgencia al hospital. Gritó el nombre de sus hermanos pidiéndoles que llamaran a una ambulancia.

Paulo fue el primero en llegar a la habitación y al encender la luz del cuarto completamente alarmado por los gritos, miró aterrorizado el color carmesí que se iba adueñando del suelo.

—¡Apúrate maldita sea!

Paulo rápidamente fue por un teléfono para llamar a emergencias, mientras Christian seguía apretando con fuerza los brazos de su hermana para detener el sangrado.

—¿Por qué Eva? ¿¡Por qué lo hiciste!? ¡Maldita sea! ¡¿Por qué?!

Evangeline no le respondió, sólo seguía sollozando cada vez más débil, cada vez más frágil, cada vez más muerta.

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