5. Debilidad

1.4K 160 8
                                    

Por honor a los estudiantes que habían fallecido, dieron los siguientes tres días libres, los cuales para Christian estaban lejos de ser un descanso pues tenía que lidiar con su molesto padre.

—Con que son días de luto —Dijo Marcos con cierto tono despectivo al ver las noticias en las cuales estaba como primer plano la nueva escuela de su hijo.

Christian lo ignoró por completo mientras le daba otra mordida al sándwich que su hermana le había preparado.

—No ha pasado ni una semana desde que entraste a la escuela y viene a pasar esto, que casualidad ¿no lo crees?

—Si tienes algo que decirme déjate de rodeos y habla claro.

—Bien —Marcos apagó el televisor y se puso frente a su hijo mayor, endureciendo la mirada. —Me parece muy raro que te hayas cambiado de colegio y al segundo pase esto, exijo una explicación ahora.

—Uy, discúlpame señor, ya mejor ni salgo a la calle porque peligro y hay un accidente automovilístico por mi culpa. —El tono sarcástico de Christian logró enfurecer a su padre, quien con ojos color sangre le sujetó del cuello y le habló con extremada dureza.

—Escúchame bien Christian Dasiel, como me entere que tú tienes algo que ver con esto, yo... yo...

—¡¿Qué?! ¿¡Me encerrarás en ese maldito laberinto así como años antes lo hiciste con mi madre!?

Aquellas palabras fueron como dagas que atravesaron su muerto corazón, un fuerte puñetazo en la cara fue suficiente para que Christian cayera al suelo sin moverse, sintiéndose humillado sólo agachó la cabeza, si, culpaba a su padre de que ahora su madre no viviera.

—Papá ¿Qué pasa? —Paulo se acercó con temor, viendo a su hermano en el suelo y a su padre frente a él.

—Nada, sólo le enseño un poco de modales a tu hermano.

Christian se levanto teniendo la mejilla colorada por el golpe, ni siquiera miró a su padre, simplemente se fue a su habitación.

—¿Por qué no pueden llevarse bien?

Marcos no supo responderle a su hijo y sólo le ordenó que se preparara para irse a la escuela, Evangeline seguramente estaba ayudando a Pablo para que estuviera listo para la escuela.

—"Ese maldito infeliz, cómo se atreve a tocarme" —Christian azotó detrás de si la puerta y se sentó al borde de la cama sujetándose la cabeza con fuerza, desde muy temprana edad tenía problemas con su padre, siempre discutían y más de una vez llegaron a los golpes a causa de los pleitos.

Marcos era un estricto sin corazón, y lo que más odiaba de él era esa frialdad con la que lo miraba, siempre diciéndole con la sola mirada lo desgraciado que era. ¿Qué obtuvo de él cuando tan sólo era un infante? ¡Nada! Sólo gritos, regaños, golpes, jamás cumplía con las expectativas de ese sujeto.

Cuando se le reveló lo que los ancianos del laberinto habían dicho de él, podía imaginarse el porqué su padre parecía odiarle, por su culpa se condenó la humanidad, por su culpa muchas muertes aparecerían, por su culpa su madre había muerto.

Su culpa... ¡No! ¡Fue culpa de su padre que no la protegió! Él sólo tenía casi 4 años ¡¿Qué podía hacer por su madre?!

El que tocaran su puerta lo saco de sus pensamientos, sólo entonces se dio cuenta de que las lágrimas habían salido solas.

—¿Qué? —Dijo con un tono firme, limpiándose la cara.

—Llevaré a los niños a la escuela, ¿no quieres acompañarme? —Bufó de mala gana, su padre seguramente le molestaría más tarde así que lo mejor era acompañar a su hermana.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora