Gatos

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Para que vayan preparando su imagen mental:

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Todos los gatos aman dormir. Dónde fuera, cómo fuera y cuándo fuera, ellos encontrarán una manera de acomodarse sobre algo y caer en los brazos de Morfeo.

Sin embargo, en toda regla existen excepciones, y Will era una de ellas.

El matrimonio Solace había decidido adoptar un gatito luego de que su hija de seis años, Daisy, insistiera durante siete meses y cuatro días. Consiguieron un gato bebé de un color anaranjado con rayas casi imperceptibles, y lo llamaron Will. Al principio todo fue perfecto. Daisy y Will eran inseparables; jugaban juntos, corrían de acá para allá y hasta dormían en la misma cama. Pero hubo un momento en el que la pequeña Solace se aburrió. Y no por culpa de Will, sino porque se encariñó un día con un perrito que vio en la casa de una de sus amigas y dejó de prestarle atención a su gato para enfocarse en otra cosa: conseguir un perro.

Y eso fue lo que hicieron. Encontraron un chihuaha color claro en una veterinaria y lo llevaron a su casa. Will estaba encantado. Ahora que Daisy no le hacía caso tendría alguien con quien jugar y explotar su casi infinita energía.

Pero no era tan fácil. Por más bizarro que sonara, al perro le daba pánico Will. No podían estar en la misma habitación, y eso suponía un problema porque: a) Will lo seguía para jugar, y el chihuaha pensaba que lo quería atacar; b) el gato había adquirido la costumbre de dormir con Daisy, pero esta quería dormir con el perro; y c) no se podía estar en una habitación diferente a la de Will. Ese gato estaba literalmente en todas partes.

La familia Solace soportó este juego entre sus mascotas por un tiempo, hasta llegar a su punto culminante, cuando el chihuaha se escondió detrás de la heladera por cuatro horas cuando vio al pequeño gato anaranjado asomarse en la cocina. Fue en ese momento en el que los padres de Daisy le dieron a elegir: el gato o el perro.

No fue difícil para la niñita hacer esta decisión. Apenas un día después estaban todos en un auto, dejando a Will en un callejón con un platito de comida suficiente para unas horas.

El gatito no se hizo drama por este abandono. Al contrario; tomó esa situación como una aventura y se puso a revisar el callejón. Éste no era muy grande, pero para un animal del tamaño de Will podía pasar fácilmente por una mansión. No notó las nubes negras que había sobre su cabeza hasta que una gota grande de agua le cayó justo en el hocico. A esta le siguió otra, y otra, y otra, hasta formarse un diluvio importante. El pobre gato anaranjado nunca había vivido algo así. Comenzó a dar vueltas por el lugar, intentando encontrar algún sitio donde no le cayera agua. De puro milagro logró dar con una caja de cartón que tenía una chapa encima. Entró y se acurrucó cerca de algo suave, cerrando fuertemente sus ojitos e intentando dormir.

AUs Solangelo (one-shots)Where stories live. Discover now