Capítulo 20. De Vuelta A Clases.

24.9K 1.4K 280
                                    

—¡Dakota! —exclamó Amy alargando la "a" mientras me movía bruscamente.

Abrí un poco los ojos con molestia y la empujé con una mano, paró unos segundos y observó como volvía a acomodarme para seguir durmiendo, luego volvió a hacerlo al no haber reacción de mi parte. Solté un quejido y abrí los ojos.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunté de mala forma y, apoyando las palmas en el colchón, me impulsé hacia arriba para luego sentarme. Ya que antes estaba mi cara pegada a la almohada.

Si había algo que en verdad me molestaba era que me despertaran tan bruscamente como lo estaba haciendo mi hermana, pero a ella no le importaba mucho.

—Adivina —movió las cejas de arriba a abajo varias veces—. Si no te vistes ahora, llegarás tarde.

Fruncí el ceño apenas procesando lo que acababa de decirme. Luego de unos segundos de silencio en los que nos mirabamos (ella esperando a que me de cuenta y yo sin entender), hasta que luego caí en cuenta de que hablaba del instituto, por lo cual abrí mis ojos al tope.

—Diablos —me quejé volviendo a tirarme de espaldas a la cama, cubrí mi rostro con las frazadas y solté un quejido ahogado.

Me levanté rápidamente, aparté a Amy de mi camino y corrí al baño.

Me estaba lavando los dientes y peinandome al mismo tiempo. Al parecer no tenía el tiempo suficiente para hacerme una coleta como solía hacer casi siempre, así que lo dejé suelto haciendo que se notara más las raíces marrones de mi pelo.

Cuando terminé, salí del baño, no sin antes retocarme con un poco de rímel y corrector, para cubrir mis ojeras, y salí disparada fuera de mi habitación, pero casi cuando estaba por bajar las escaleras recordé que aún seguía en pijama, así que volví a mi habitación.

Sin revolver mi armario, agarré un par de jeans que estaban a la vista, una remera estampada y un sweater gris oscuro.

A aquella hora, tan temprano, hacía mucho frío, y lo que menos quería era enfermarme.

Una vez ya vestida, bajé las escaleras lo más rápido posible, pero me detuve en el último escalón al ver a Caleb tirado en el sofá viendo el televisor tan cómodamente. Lo miré confundida, aunque él aún no había notado mi presencia, pero le resté importancia y seguí mi camino a la cocina en busca de algo de comer.

Si no me apuraba iba a llegar tarde, y más aún si tenía que viajar casi una hora.

Cuando llegué, me apuré a sacar el yogur junto con un vaso y servirlo, luego busqué galletas, las cuales dejé en la mesa mientras me sentaba rápidamente en la silla. Mamá entró a los pocos segundos que yo lo hice, y se quedó a un lado observando todos mis movimientos sin que me diera cuenta.

—Dakota, ¿por qué estás tan apurada? —frunció el ceño sosteniendo unas hojas en su mano.

—Amy me dijo que llegaba tarde —dije antes de darle un gran sorbo a mi vaso de yogur.

Mamá mantuvo el ceño fruncido al ver con la desesperación con la que tomaba mi desayuno y miró el reloj en su muñeca para verificar la hora.

De repente, por comer tan rápido, me atraganté y comencé a toser como una desquiciada, entonces comencé a dar golpecitos con mi mano en mi pecho en busca de que la tos desapareciera.

—¿Qué? Pero ni siquiera estás llegando tarde para salir de aquí —me estaba mirando tan raro que me sentía una loca.

Seguí dando pequeños golpes en mi pecho hasta que se me fue la tos.

—Pero si Amy... —me callé porque comprendí todo—. La voy a matar en cuanto la vea —murmuré.

Mordí mi labio y dejé salir un suspiro de frustración de mis labios.

Pasaste el límiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora