DIECINUEVE

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Madelaine

Cuando llegué a casa, estaba aún en shock, simplemente no podía creer que aquello estuviese pasando. Me acurruqué en mi cama sin siquiera ducharme y lloré, por mucho hasta el punto de quedar dormida. Los siguientes días, seguí sin reportarme hasta que compré un teléfono y le escribí a papá para contarle sobre mi supuesto viaje a Londres. Ni siquiera fui capaz de delatar el secuestro, me siento muy avergonzada por aquello y quiero dejarlo atrás.

Kael se encuentra de viaje, así que hemos quedado que cuando vuelva salgamos a cenar para que le cuente acerca de mi desaparición. Él ha sido el que me ha buscado y no sé cómo se ha encargado Dragóne, pero no tiene ni la más mínima idea de que es lo que en realidad me ha pasado. Ethan también ha estado preocupado y esta noche hemos quedado en cenar. Garrett ha desaparecido, después de pasar por la casa y llamarme mil y un cosas desagradables, se marchó y dijo que no quería saber más de mí.

Mi vida simplemente estaba cobrando la rutina normal, hasta que Dragóne apareció, pidiéndome ese favor. No conseguí ningún trabajo, y mi corazón es muy blando como para dejar un niño sufrir así que acepté. Acerca de Brenda, se ha ido. Sé que consiguió lo que quería, y era claramente dinero, así que al menos me he librado de verla, por al menos unos ocho años más.

Apenas me han liberado fui al hospital para que me curaran de las formas correctas sin dar reporte de cómo me ha sucedido y por supuesto, he sido constante a mis sesiones de terapia. Porque por más que lo intente no puedo superar aquello. Mi vicio al cigarrillo se ha vuelto más fuerte, al punto de comprar una caja a diario, pero sé que saldré de esto, pronto.

Suspiro mirando a Tyler desayunando, se ha quedado aquí  la noche anterior. Paulo me ha dejado el dinero y se ha ido a su estúpido trabajo. Pasará en cualquier momento por él, lo sé.

—Este cereal es muy rico. —dice Tyler de pronto, sonrío acariciando su cabello.

El timbre de la casa suena y me levanto para abrirlo. Encuentro a Dragóne vestido de negro, como de costumbre y su rostro limpio de barba. Hace una mueca y no puedo evitar rodar los ojos.

—Se dice buenos días. —digo dándome la vuelta, no habla, simplemente me sigue.

—Ty, ya nos vamos. —digo una vez que hemos llegado a la cocina. Paulo sigue en silencio así que lo fulmino con la mirada para hacerle hablar.

—Hola, Tyler. —dice ciertamente fastidiado y esboza una falsa sonrisa. El niño le hace un ademán frunciendo su ceño.

—Ve por tu bolso. —suspiro y de inmediato se levanta para ir a tomarlo en la sala. Observo a Dragóne, se encuentra muy incómodo. De pronto se acerca a mí y hace un mohín.

—¿Puedes acompañarme? —cuestiona.

—Paulo, eres un adulto.

—Madelaine, hazlo por hoy. —sus luceros azules se clavan en los míos y tomando una respiración decido acceder, ni siquiera se la razón por la cual le ayudo.

Dejamos a Tyler en el preescolar y su profesora se dedica a darme una charla sobre él, como si fuera su madre. Por supuesto obligo a Dragóne estar presente y luego de unos quince minutos por fin nos marchamos. Estaciona frente a mi casa y me mira, en silencio.

—Tyler no se puede quedar esta noche en casa. —digo seria, su ceño se frunce y ya parece que explotara por el mal humor. —Tengo una cena, quiero recordarte que también tengo vida. —completo y le veo apretar el volante.

—Cancélala, tengo un lugar en donde estar esta noche.

—¿Es tu hijo y soy yo la que debo cancelar mis planes? —le miro incrédula.

DRAGÓNE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora