Capítulo 8

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Durante algunos días se dedicaron a pasear por Londres y sus alrededores, visitando museos, haciendo más compras para la chiquilla que notaba como poco a poco su "padre" cambiaba de actitud, bajando discretamente ese escudo frío que le distanciaba del mundo.

La enseño a utilizar correctamente los cubiertos, la llevó a conciertos de opera, de música clásica y a cambio de eso, Snape tuvo que soportar una tarde completa en un parque de diversiones; sin embargo él mismo se daba cuenta de que valía la pena el esfuerzo de tolerar a los asquerosos muggles, la risa de la niña poco a poco invadía su entorno, con ella de nuevo probó helados y dulces que había dejado de consumir desde muy temprana edad, incluso se atrevió a practicar algunos juegos de destreza ganando para ella un par de muñecos de felpa.

El hecho de que la niña se sorprendiera en el zoo lo hizo sentir... bien, tan bien como cuando una poción experimental resultaba según sus pronósticos; y cosa extraña, las mujeres muggles muchas de ellas muy guapas y atractivas se acercaban más a él ¿sería que cambio su típico atuendo negro por ropa más casual? ¿Sería que la niña era un imán para las mujeres? ¿O acaso ellas veían algo que Evans no vio en él? Pero eso no le importaba ya mucho, la niña se estaba adaptando a su personalidad retraída, era su obligación hacer un esfuerzo y retribuirle a la chiquilla ese detalle.

No lo notaba pero cada vez que una fémina se le aproximaba, Mina se ponía pálida y terminaba haciendo un puchero tomándolo de la mano y exigiendo que la llevase a un juego o a un lugar en sentido contrario a donde la intrusa se dirigía.

La penúltima tarde en Londres tuvieron que visitar nuevamente Diagon para recoger algunos pedidos hechos por Severus a la tienda de libros, aprovecharon para pasar a Gingotts y retirar algunos galeones, al terminar sus trámites un grupo de cinco sanadores irrumpieron en el banco, fue cuando se dieron cuenta de que en la entrada hacia las bóvedas cuatro enanos llevaban una camilla con un cuerpo cubierto.

—un ladrón fue sorprendido— susurró una bruja a su amiga que le acompañaba cuando los sanadores pasaron a su lado llevando el cuerpo.

-deberían legislar la permanencia de los dragones en el banco- comento otra bruja que dirigia su asustada mirada hacia el enorme portón de madera tallada con runas mágicas que retenian a los dragones en el area de seguridad.

— ¿Aquí hay dragones papá?— susurró Mina a Severus que asintió sin dejar de mirar la sabana blanca manchada de roja sangre y piel carbonizada —¿alguna vez podré verlos?—

—si, el banco tiene dragones guardianes, y que puedas verlos, no...No lo creo— respondió Severus saliendo detrás de los sanadores que introducían al cuerpo en una caja de madera, no pudo evitar que la niña saliera corriendo a ver el estado en que el ladrón había quedado.

— ¡Vaya!— murmuró la niña mientras un sanador la hacia a un lado cubriendo de nuevo el cuerpo —¡papá quedo totalmente quemado!— admirada se acercó a Snape que no le respondió.

— ¿Esa niña es hija del profesor Snape?— una de las bujas del banco los miraba mientras otras cuchicheaban a su lado.

—Debe serlo, tan fría e indiferente ante la muerte— respondió indignada una de ellas.

— ¡Que pena por la pobre inocente!— suspiro otra dándole la espalda a ambos —afortunadamente la nena no se parece en nada a él, es tan mona—

— ¿Qué les pasa?— Mina no entendió mucho sobre lo sucedido, para ella había sido excitante, ver el poder de un dragón sobre un simple mortal.

—pasa lo que siempre va a pasar Wilhemina— contestó él con su acostumbrado gruñido – ¿te encuentras bien?— ella asintió –te prohíbo que cuando nos encontremos con situaciones así las externes tan abiertamente ¿entendido?— la riño no enojado con ella, sino con las obtusas brujas que los miraban descaradas desde la otra acera –a muchos les parece mal, inmoral lo que has hecho—

Wilhemina Snape un cambio en la historiaWhere stories live. Discover now