Capítulo 2

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Dejé caer el vaso boca abajo sobre el trapo para que se secara y chasqueé la lengua. Mientras me secaba las manos, su voz resonaba en mi cabeza. Que si un vaso de leche no era desayuno, que si quería tostadas francesas, que si le quitara la pulpa al zumo de naranja... ¡Qué pesado! Yo no era su sirviente. El hecho de que me hubiese pagado no me convertía en su esclavo... O eso esperaba, porque lo último que quería era tener que aguantar todas sus malditas exigencias. Una cosa era dejarlo vivir en mi casa y otra muy distinta obedecerlo.

Dejé el trapo en su sitio, di media vuelta y salí de la cocina para ir directo al baño. Quizá era culpa del rato que había estado con las manos bajo el agua, o de los varios vasos de zumo que me había bebido para no tirarlos porque al niñato no le gustaban. O simplemente porque me había ido a dormir sin ir antes y ahora mi vejiga no aguantaba más. El caso era que tuve que correr porque de solo pensarlo podía estallar.

Pero cuando llegué, la puerta estaba cerrada. ¿Qué diablos? Di un par de golpes para que me abriese, porque no pensaba entrar si estaba él. Lo último que me apetecía después de madrugar un sábado era ver a Lee Donghae en una situación... incómoda.

Volví a golpear la puerta diez minutos después. ¡Joder, iba a estallar!

–¡Donghae! –Un canturreo divertido atravesó la puerta. Gruñí, golpeándola y cerrando las piernas– Sal ahora mismo!

–No puedo. –rió– Mea en una botella.

Oh, encima le resultaba divertido oírme sufrir. Bueno, era mi casa, yo trabajaba para pagar el alquiler, yo me había pasado meses buscando por todo Seúl por ella. Yo tenía ganas de ir al baño en mi casa y no pensaba dejar que un niñato, por muy famoso que fuera, me hiciera mear en una botella.

Así que di un paso atrás para mirar la puerta y solté aire por la nariz. Era mi casa y por eso mismo sabía que ninguna puerta tenía pestillo. Giré el picaporte, empujando la puerta. Una sonrisa apareció en mi cara en cuanto me di cuenta de que el retrete estaba libre y corrí hacia él ignorando todo lo demás, jadeando al liberar mi vejiga de su opresión.

–¡¿Qué estás haciendo?!

Lo miré sobre mi hombro sin dejar de sonreír. Donghae estaba vestido de esa forma en que vestían los ricos, con unos pantalones tan apretados que no entendía cómo podía respirar. Frunció el ceño aún más cuando tiré de la cadena y me giré hacia él, y se hizo a un lado cuando estiré los brazos, caminando hacia el lavabo para lavarme las manos.

–Gracias. –No podía evitar burlarme de él y de su fantástica teoría de "como eres pobre, das asco". En realidad, eso iba a llegar a ahorrarme muchos problemas. No tendría que preocuparme con rozarme con él, porque se iba a apartar al instante. Genial.

–¡Estaba ocupado!

Mienteas me secaba las manos con la toalla, sin mover más que la cabeza, lo miré. Sujetaba un lápiz extraño y negro en una de sus manos. Su pendiente azul resplandeció tanto bajo la lámpara que llegué a agradecer el no llevar las gafas o me habría dejado ciego.

–¿Estabas dibujándote la cara o algo?

–¡Estaba maquillándome, idiota!

¿Maquillándose? Oh, ¡genial! Como si no fuese suficiente tener que aguantarlo a él, ahora también tendría que soportar sus "productos de belleza" en mi baño. Entrecerré los ojos y miré a mi alrededor. Sorprendentemente lo único que encontré fue un neceser azul que tenía pinta de estar lleno.

–¿Me estás queriendo decir –comencé, irritado e incrédulo, señalándolos a él y a la bolsa– que casi me meo encima porque estabas maquillándote?

❝Hey! Don't touch me❞ [EunHae +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora