Capítulo dos; Un Ave Especial

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Un hermoso pájaro naranja cantaba a la gran casa y a sus inquilinos, despertando con unos dulces sonidos a unos de ellos. El día comenzaba.

Rubius bostezó perezoso y con bastante dificultad se sentó en la orilla de su cama. Escuchó el sonoro suspiró de su esposo y automáticamente sonrió, a pesar de que hacia sonidos raros le gustaba saber que estaba a su lado. Se giró levemente para mirarlo, su torso desnudo estaba descubierto mostrando su velloso abdomen hasta el inicio de su bóxer. Una intensa necesitad de acariciarlo llegó a Rubius, hacia ya tanto tiempo que no se tocaban como la pareja que eran.

Sacudió su cabeza poniéndose de pie, ya tendría tiempo para eso, comenzó a buscar en su armario la ropa que se pondría para aquel nuevo día. Cuando se ataba los zapatos escuchó nuevamente esa armoniosa melodía y miro a la ventana donde se podía ver un pequeño pájaro hablándole al cielo. Sonrió sintiendo que el día sería bastante especial y lleno de buena vibra, salió de la habitación no sin antes dejar en la mejilla de Mangel un dulce beso que le hizo sonreír entre sueños.

Hoy, después de planearlo por días e ir a revisar el perímetro, irían a la Fuente de la Juventud. Ese lugar que les brindó tantos momentos maravillosos, tantas risas y hermosos recuerdos. Rubius estaba ansioso por mostrarle a su pequeño donde se había casado con Mangel.

La decisión estaba tomada, sería una sorpresa para sus hijos, pues siempre les decían a sus padres que tenían curiosidad por explorar el exterior. Que mejor idea que empezar llevándolos a un hermoso lago donde podrían comer con calma y enseñarles a sus hijos a nadar.
El imaginar a Timmy nadando de un padre a otro, chapoteando con el agua y disfrutando de aquel lugar hizo que Rubius sonriera aún más, amaba la idea.

*****

Todos los días y durante tres horas, los adultos se turnaban en enseñarles lo básico a sus hijos. Este día les tocó a Vegetta, Lana, Alex y Rubius encargarse de los menores.

Lana escuchaba atenta a su hija quien cada día leía con mayor fluidez, Vegetta observaba a sus hijos centrados en los ejercicios que les había dejado y Rubius junto a Alexby les enseñaban a ambos niños, Elizabeth y Timmy, las vocales. Aquel día parecían menos animados pero al menos eran más fáciles de controlar y de que les pusieran atención.

La lección de aquel día quedó interrumpida por las fuertes campanadas del reloj de la biblioteca, indicando que el tiempo había acabado. Los adultos sonrieron sintiéndose algo emocionados, deseaban volver a ese lugar que los vio disfrutando de la vida. Las puertas de la biblioteca fueron abiertas en par por Luzu.

--Niños, ya acabaron las clases ¡Son libres!-- les dijo con entusiasmo Luzu.

Los niños no tardaron mucho en desaparecer, a excepción de Elizabeth quien se quedó al lado de su padre.
Los adultos miraron a Luzu con una sonrisa, ya era hora.

Por la siguiente media hora los adultos corrían por la casa tratando de preparar todo, que nada se les olvidará. Probablemente exageraban un poco pues solo sería pasar la tarde allí, pero como era la primera vez que sus hijos salían tan lejos de casa no quería que les faltará absolutamente nada.
Los niños miraban entretenidos como sus padres perdían la cabeza y se gritaban preguntando por cosas, se encontraban sentados en los escalones de las enormes escaleras y curiosamente en orden.

Primero se encontraba sentada Melissa con Edwin sobre sus piernas, a unos escalones más abajo Jeremy y Janeth comentaban divertidos sobre las expresiones de sus padres, recargando su espalda en las piernas de Jeremy estaba Timmy aún con algo de sueño pensando que tal vez había sido mala idea quedarse jugando hasta tarde con sus juguetes y finalmente, más alejada de todos y sin despegar la vista de sus zapatitos negros de charol, estaba Elizabeth nerviosa.

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