8. Odio infinito a los chicos.

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—¡Odio a los chicos, los odio! —grito contra mi almohada dando golpes sordos.

—¿Pero qué demonios? —habla a un lado Aiden riéndose.

¡No debería estar riéndose!

—¡Cállate! —grito y me separo de la almohada para mirarlo con furia —en este momento quisiera ser hombre, ¿¡por qué Dios!? La vida me odia —vuelvo a estampar mi cara sobre mi almohada y esta vez comienzo a girar con ella entre mis brazos.

—Las mujeres son tan complicadas.

—¡Te dije que te calles maldita sea! —me incorporo dejando la almohada de lado que ahora es mi única aliada para desquitarme y lo miro con furia, él me mira con fingido horror.

—¿Qué he hecho? —da un soplido para correr el mechón de cabello que interrumpe la visión de su ojo derecho hacia mi.

Que alguien lo mate.

No, mejor no... me dolerá a mi.

—¡Existir! —desesperada tanteo con mis manos buscando algo para estrellarlo  contra él. Encuentro una zapatilla y sin pensarlo dos veces la aviento contra su estómago.

Y me arrepiento.

Llevo las rodillas a mi pecho realmente adolorida, el dolor me causa aún más enfado del que desearía, y quiero golpear todo a mi paso. Todo es su culpa, todo lo que está pasando en mi desgraciada vida es por su culpa.
Bueno, tal vez estoy exagerando, pero por Dios, ¿por qué no puedo ser hombre? ¿Por qué no simplemente llega un ángel del cielo con una carta de "felicidades, puedes estar tranquila. No estás embarazada" en vez de que llegue la menstruación?, en mi caso Aiden, que es igual o peor que andar sangrando; ¡y encima los días pasan tan lentos! Cuando quiero golpearlo, no puedo, ¿por qué? ¡porque yo siento el dolor! Un insoportable dolor, y creo que voy a explotar.
Mayormente no me dan dolores fuertes, ni siquiera siento un roce en mi vientre, pero ahora teniéndolo a él, a Aiden el causante de mis dolores sólo quiero triturarlo con mis manos.

—¿Quieres un novio para que te abrace y te de un chocolate caliente cuando para cuando estés en tus días? —dice con una increíble calma, como si a mi no le afectara nada lo que he dicho, o sea, he dicho que ha hecho mal existir, mínimo debería desaparecer de mi vida ya, ahora.

Y no he olvidado la humillación con Taylor.

Pero más increíble aún es que mi boca que estaba en una mueca cambia a un puchero y asiento, porque sí, quiero un novio para que me abrace en mis días, veamos películas y estemos muy juntitos tomando un chocolate caliente. Mmm chocolate...

Dios, que cursi soy.

—Pues te quedarás sola, porque eres gorda y fea, nadie te quiere —se apoya en el umbral de mi puerta esperando mi reacción, la cual no tarda en llegar y sin pensarlo me lanzo contra él cayendo sobre su espalda. El dolor no tarda en llegar.

—Ay —me quejo.

—Si si, ay. Ay debería estar diciendo yo, vete de aquí gorda—. Frunzo el ceño y me levanto de encima de él caminando hasta el espejo que está en el baño. Levantó la delgada tela que cubre mi estomago y hago una mueca rara mirando mi vientre —alguien ha subido unos kilos de más —pellizca mi estomago y me despeina; es verdad, Dios, parezco un cerdo —¿vamos por chocolate?

Okay, me ha convencido.

—¡Sí! —chillo como niña a la vez que comienzo a salir de mi habitación. Él me sostiene del brazo deteniéndome.

Aclara su garganta y me mira  con semblante serio, me relajo también y me pongo sería, siento que lo que dirá no me gustará para nada —Sobre lo de Taylor... —y estoy en lo correcto. Suelto un bufido, no me apetece hablar de esa tan Taylor. —a veces puede ser muy pesada y todo eso pero...

Maldito periodo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora