Primer día de mercado

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Krez se levantó de un brinco al oir ruido de carros que traquetreaban por la calle. El sol ya estaba bien alto y hacía un día estupendo. Rápidamente plegó su manta y la escondió bajo la teja suelta. Todos los objetos de valor los tenía allí escondidos, bién, todos menos el colgante de su madre. Lo llevaba siempre en el cuello, era, sin lugar a dudas, su posesión más preciada. No era ni de oro, ni de plata, ni de bronce, era una simple cadena con un espiral de hierro oscuro cruzado por una fina recta de metal claro.

Cuando hubo controlado que todo estuviera en orden, cojió su mochila de cuero vieja, dejó los tejados y se dirigió hacia la plaza. Había una pequeña fuente en un rincón de la plaza. Se lavó la cara y se pasó agua por el pelo desordenado. Hoy era el primer día de mercado en Clott y tenía que estar presentable, aun que su aspecto no podía mejorar mucho con un simple chorro de agua. Cuando hubo terminado bebió un poco del agua fría de la fuente y se fue corriendo por donde había venido.

Krez sonrió. En la plaza mayor de Clott estaban ya montadas todas las tiendas con sus productos y sus vendedores. El mercado estaba lleno de gente que se paseaba de un lado para otro, podías perderte si no lo conocías bien, ya que este ocupaba también las calles que salían de la plaza. Hacía un dia bonito, finales de invierno, principio de primavera. Krez, que ya se conocía el mercado, se paseó de un lado para otro, prestando atención a las tiendas. 

En el mercado de Clott casi cada año venían los mismos mercaderes y vendedores. Buscó al panadero, este ya le conocía y era un gran hombre, siempre había creído que era gracias a él, como había sobrevivido en la ciudad. El hombre trabajaba en una ciudad vecina llamada Herr, allí tenía una gran família. Vivía bien y en abundancia, pero aún así le encantaba hacer y vender el pan. Este ya conocía a Krez y siempre le regalaba dos barras de pan. Decía que era la persona más valiente que había conocido por haber sobrevivido a tantos inviernos.

El mercado era un lugar feliz, allí se juntaban también comediantes, juglares y artistas. La gente reía, compraba, vendía... Se podía notar un cambio radical desde la noche anterior a la  primera mañana de mercado.

Se recorrió todo el mercado y no había ni rastro de él. Miró en las calles contiguas, ni rastro. Pensó que lo más probable era que aún no hubiera llegado, era poco normal viniendo de él, normalmente era uno de los primeros en montar su parada, siempre bajo las arcadas del ayuntamiento de Clott. Ya llegará pensó.

Krez estaba más que contento, a medio día ya tenía en su mochila un taco de queso que le había dado el lechero y un par de manzanas que había robado hábilmente del puesto de frutas. Aquella mochila aún que no era muy grande le servía de sobras para esconder la comida. La había encontrado una vez que había ido a su casa.  Su padre seguramente se la habría dejado en el patio. Aunque estaba gastada y vieja la había utilizado en muchas ocasiones como esa. También les servía para trepar al tejado más facilmente ya que llevaba las dos manos libres cuando traía comida o algun objeto a su guarida. Aparte de eso, se había comido ya media zanahoria de la tienda de frutas y uno de los buñuelos de madame Roxane una amable señora que vivia en la ciudad y cocinaba los mejores manjares de la ciudad.

Volvió a dar una vuelta por el mercado, no había ni rastro del panadero, que decepción! con las ganas que tenia de volver a verle! Después de mucho andar buscando se sento en un banco de piedra de la plaza. Le gustaba escuchar conversaciones de otra gente, era un poco cotilla, pero esa también era su forma de estar al día con lo que pasaba fuera de la ciudad de Clott i sus calles. Dos mujeres llegaron en ese momento del mercado y se sentaron en el banco sin hacerle ningún caso, estaban realmente puestas en su conversación. Una era más o menos alta y morena, parecía más joven que la otra mujer que la acompañaba.

-¿Como dices? -se sobresaltó la mujer mas joven - ¿es eso cierto?

-Si, tan cierto y real como tú o yo -contestó la otra -y bueno, tampoco es que se lo haya visto esta mañana por el mercado.

-Si, es cierto, pero que ha podido hacer para que le acabaran matando? Era un buen hombre.

-Si, se ve que estaba ayer cociendo el pan en el horno cuando entraron unos hombres encapuchados y le mataron, si, si, le cortaron la cabeza -dijo la más vieja -esta mañana lo encontraron muerto allí mismo, encima de la mesa, ni se molestaron en esconder el cadáver ni nada.

-Pobre hombre, no se lo merecía...

El corazón de Krez dió un vuelco, ¿estaban hablando del panadero de Herr? no podía ser, era un buen hombre y no entraba en conflictos, entonces se acercó a la mujer joven -perdone -dijo con una voz suave -¿la persona de la que estaban hablando, es por casualidad el panadero de Herr?

La mujer se giró

-Sí, vivia en Herr, no? -le pregunto a su acompañante-.

-Sí, era de Herr - se dirigió a él -que le conocias? -le preguntó-.

-Si, bueno, más o menos -contestó bajo-.

-Lo siento de veras chico-.

¿Como podían haber asesinado a una persona como él? Aunque vivia bien, era una gran persona y con familia.

Se fue a su refugio entre tejados. De una cosa estaba seguro, esa vez no tendria pan para comer.

El Rayo PartidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora