11 de diciembre de 2014 19:52 PM

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Olía a tabaco. Todo su negocio olía así. A veces pensaba si era inherente a su vida el oler a tabaco. Al fin y al cabo su madre fumaba, sus amigos fumaban, sus clientes fumaban, él fumaba. Las paredes tintadas de su trabajo olían a tabaco mientras colocaba un pequeño cargamento de vinilos antiguos que había conseguido por un no muy módico precio. Seguramente con el tiempo los vinilos también olerían a tabaco.
Tras terminar de colocar los vinilos, bajó la escaleras metiendo las manos en los bolsillos. Era la hora de hacer su ronda por las salas de ensayo y comprobar que todo estuviera bien.
Primera ventana; un grupo de gente no más de 20 años conectando a los amplificadores sus instrumentos de música. Si mal no recordaba se hacían llamar "Super Cold" y tenían ambiciones más grandes que sus propios instrumentos. Alguna vez los había oído, eran mejores que cuando entraron, eso era indiscutible.
Segunda ventana; todo a oscuras. Esa habitación llevaba un tiempo sin ningún huesped. Debería comunicárselo a Jimin, seguro que encontraría a alguien que quisiera rentarla. Siempre lo hacía. Jimin era mejor que cualquier anuncio que pudiera poner online o en periódicos locales.
Tercera ventana; esta también estaba vacía, aunque usualmente la ocupada una pequeña chica que bailaba ballet y claqué de forma frecuente. Seguía alquilándola aunque hacía un par de semanas que no se presentaba por allí.
Cuarta ventana; dos chicas, gemelas, discutiendo. Como de costumbre. Estas dos chicas ensayaban a diario religiosamente su canto y su baile. Había escuchado sus ideas de poder pertenecer a la industria idol y hacerse camino a través de este. Él no lo había dicho nunca pero era escéptico de que pudieran siquiera ser trainees. Cero vocal, cero baile, cero looks. Buenas suerte.
Quinta ventana; la nueva adquisición. Un chico que había llegado aquel mismo día, mandado por Jimin. Un bailarín. Se asomó para poder ver la situación, observando los precisos movimientos de este bajo las luces de la sala. Entonces es cuando recordó las mismas exactas palabras que había utilizado el otro chico para describirle "Es pura dinamita; le he visto bailar y engancha. Aunque no te guste el baile en serio, sus movimientos, sus gestos, la mueca de su cara hace que disfrutes enormemente de su baile. Espera a verlo y acuérdate de cerrar la boca antes de que se te caiga la baba, a mi me costó hacerlo."
Bajo la luz el bailarín se movía al son de una música que él no podía oír pero podía sentir a través de su tacto, su mimo a la hora de colocar sus articulaciones, más que sintiendo la música, siendo parte de esta. Podía notar los golpes del bajo en su corazón cuando el grácil bailarín se movía de forma más exagerada. La luz titileante hacía aún más bello el espectáculo. En otra ocasión habría reparado en ella de inmediato y habría ido a buscar una bombilla nueva, en esa misma ocasión solo podía pensar que hasta las luces parecían amoldarse a aquel baile.

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