27 de abril de 2015, 07:13 AM

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Olía a café y tabaco. Las noches en vela pasaban su factura y esta era la de él, oler a café y tabaco. Llamó al ascensor mientras se frotaba los ojos con la mano libre, sujetando la chaqueta vaquera con el pliegue del codo, indeciso en si ponérsela ahora o no. No tenía claro si cuando llegara a casa estaría solo o por el contrario, estaría él: esperando. Decidió no volver a pensarlo. 

Olía a café y tabaco, sí, pero aquello no le importó cuando volvió a sorprenderse encendiendo un nuevo cigarrillo, acto mecánico, como un resorte que activaba su mente cada vez que pronunciaba en silencio su nombre. Algo que hacía a menudo. Algo que le hacía fumar a menudo. 

En la calle lloviznaba, no lo suficiente como para molestar pero sí para poco a poco calar. Se preguntó si el agua haría que su olor desapareciera. Aquel olor a café y tabaco.Un pie tras otro, automático. Su mente se resistía pero sus piernas avanzaban. Su mente chillaba en silencio y su mano llevaba aquel cigarro a sus labios. ¿Estaría o no estaría? Ojalá no estuviera. Ojalá que sí, pero que no se diera cuenta. 

¿Cuánto tiempo pasó? No lo sabía, aunque llevaba dos cigarros y medio cuando puso los pies en el soportal. Con el cigarro aún colgando de sus labios, la chaqueta colgando de su brazo y la mirada hacia el tercer piso, como si pudiera divisar algo a través de aquellas cortinas. Suspiró, decidiéndose a entrar. Apagando el cigarro contra la pared antes de tirarlo al cubo de basura que había justo tras entrar en el edificio. Miró a las escaleras, como si pensara que el hecho de tardar un minuto más fuera apetitoso, pero sus pies le traicionaron y le metieron derecho en el ascensor, subiéndole a un destino que no quería enfrentar, sus manos le traicionaron y metieron diligentemente el código de la entrada, abriendo esta de un chasquido demasiado sonoro en la quietud del momento. 

Finalmente, pasó a la casa, observando el pequeño piso recogido, tal y como estaba siempre este. Pasó por la cocina, el comedor, el baño y llegó a la puerta de la habitación donde se quedó quieto. La cama abultada, deshecha por un lado y prácticamente inmaculada por el otro. La presencia de una persona le paralizó, estaba ahí, no sabía si salir, si entrar, si ducharse... No sabía que pensar hasta que algo le sacó de sus propios pensamientos: 

- Has estado con él ¿verdad? 

Silencio. No escuchaba el rumor de los coches en la calle, o los vecinos, o si quiera su propia respiración, tan solo silencio mientras en la cama se levantaba él. 

 Desde su posición podía ver sus ojeras, su pelo revuelto, sus manos apretando las sábanas.Desde la cama se podía ver sus labios cortados, se podía oler el tabaco y el café. 

- Responde. 

- Sí. Estuve con él, Jimin... 

- ¿Por qué has vuelto? ¿Por qué pasas la noche con él pero sigues volviendo? ¿Por qué, Yoongi? 

Yoongi se quedó parado en la puerta preguntándose por qué. Porqué amaba en las mañanas a Jimin y en las noches dejaba que Hoseok le amara. Pero sobre todo se preguntó por qué ambos le dejaban volver.  

Hot EnoughWhere stories live. Discover now