Capítulo 20

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-¿Por qué no quieres llevarme a la fiesta? Me portare bien, lo prometo.- Jenn hizo un puchero mientras me rogaba por cuarta vez desde que se enteró de que había sido invitada a la fiesta de Carlee e iba a ir.

-No voy a quedarme. Solo paso a saludar y me regreso, no tendré tiempo para estarte buscando.- Como mamá había salido con Darrell y no iba a llegar hasta muy tarde, no tuve que pedirle permiso. No mentía, no iba a quedarme a la fiesta, solo iba a hacerle frente a ella y dejarle muy en claro que debía de dejarme en paz.

Finalizando mi atuendo, pinte mis labios de rojo y me mire en el espejo contemplándome.

Hoy no quería ser la indefensa chica asocial que huía de los problemas, así que me introduje en mi papel como mujer fuerte e independiente usando unos pantalones negros de cuero y una blusa a juego que me daba cierto toque atrevido.

Lo que más me impactaba al ver mi reflejo era lo vacío que se hallaban mis ojos. Veía a alguien diferente, alguien roto.

-¿Planeas que me quede aquí sola toda la noche mientras tú te vas a una fiesta?- pregunto con ese tono agudo de voz que sabía que me molestaba. -Voy a decirle a mamá.- Deje el labial sobre mi cama y la encare poniéndome muy cerca de ella.

-Ya que vamos a contar secretos, ¿qué tal si le digo a mama que le hiciste sexo oral a uno de décimo grado en la fiesta de navidad? ¿O que te encontraron fumando marihuana aquella noche de Halloween?- Incline mi cabeza hacia un lado y fingí inocencia. -¿Quieres que siga o con eso es suficiente?

La cara de mi hermana paso a la palidez en un santiamén. Nunca me había atrevido a hablarle de esa manera, mucho menos darle una cucharada de su propia medicina.

Ella había confiado en mí para confesarme todo aquello y ahora se lo restregaba como si nada.

Algo estaba mal conmigo pero no podía detenerme.

Me arrepentí de mis palabras al ver que los ojos de mi hermana se nublaban, antes de que las lágrimas saliesen, abandono mi habitación con rapidez.

Había sido el blanco de sus acusaciones por años cada vez que no hacía algo que ella quería, pero también me había ayudado y sabía que no debía de pagarle mal por mal.

Lo que también sabia era que si me dejaba llevar por el papel de despechada matona, terminaría hiriendo más corazones y causando más dolor del que yo misma sentía.

Negué con la cabeza y saque mi teléfono celular llamando a Ash.

-Hola, soy Lu, ¿estas lista? („)

Treinta minutos después estacionaba a Maxon en una de las casas más grandes y ostentosas que había visto en mi joven vida. El barrio era uno de los más ricos de la zona y la casa de Carlee daba fe de ello.

-Tengo que preguntar, ¿hay alguna razón para tener ese atuendo de prostituta?

Usual EnfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora