Gerard se giró para ver a su hermano. Sabía que solo intentaba hacerlo sentir mejor, pero no funcionaba. Si toda la situación había servido de algo, fue para unirlos aún más. Luego de que sus padres fallecieron, ambos se dieron cuenta de la horrible realidad: estaban completamente solos. Marie no era alguien con quien podían contar emocionalmente, así que solo se tenían el uno al otro. Gerard siempre se había sentido protector hacía su hermanito y ahora ese sentimiento se había incrementado por diez.

Lo atrajó hacía sí y lo envolvió en un fuerte abrazo. Ahora él era todo lo que le quedaba y viceversa. Él lo protegería y jamás dejaría que le ocurriese algo.

— Las cosas van a mejorar, ya lo veras —murmuró Mikey en su cuello, tratando de sonar lo más tranquilizador posible.

Gerard quería creerlo, vaya que quería hacerlo. No sabía como Mikey podía mantener la calma en situaciones en las que Gerard quería arrancarse el cabello y saltar de una ventana. Siempre había sido una virtud de su hermano que envidiaba y desearía tener como propia.

El abrazo duro unos momentos más hasta que fueron interrumpidos por el chasquido repentino de tacones acercándose por el pasillo. Una voz femenina y mandona se escuchó desde el otro lado de la puerta poco después.

— ¡Gerard, Michael, bajen a cenar!

~*~

La cena no era nada del otro mundo: filete con puré de patatas. Sé lo que deben estar pensando, filete y patatas es una buena cena y todo lo demás, pero en realidad el platillo sabía peor de lo que se veía a simple vista. Marie no era exactamente la mejor cocinera del mundo y casi toda su comida sabía a rayos. Ambos lo habían descubierto al poco llegar. De alguna manera todo lo que cocinaba terminaba sabiendo a cartón o simplemente a nada, incluso se las arreglaba para hacer que algo tan delicioso como un pastel sabiese a tiza. Gerard no sabía cómo todavía no habían ido a parar al hospital con una intoxicación alimentaria.

Al bajar vieron que Marie se encontraba esperándolos sentada en la cabecera de la mesa, su lugar habitual, con una sonrisa falsa en su fea y decrepita cara. Las arrugas se hacían notar alrededor de sus ojos caídos y varias canas sobresalían de su cabello una vez castaño. Ese día lucía un espantoso traje de negocios color verde pálido que se suponía pasaba por "elegante." Su cabello se encontraba sujeto en un perfecto rodete y un horrendo pañuelo rosa chillón estaba sujeto alrededor de su huesudo cuello. La desastrosa combinación de colores casi la hacían ver como un payaso, tan solo le faltaba el maquillaje y podía unirse a un circo tranquilamente. Seguramente encajaría rápido, pensó Gerard con diversión.

Tomaron sus asientos y antes de comenzar a comer, Marie bendijó los alimentos. Siempre insistía en hacerlo y era increíblemente agobiante. ¿Porqué no podían comer y ya como cualquier otra persona? Como si no fuera suficiente que la comida supiese a mierda, también tenían que agradecerle a un ser espiritual de dudosa existencia por los alimentos. Era una estupidez. "Dios" no había colaborado para traer esos alimentos a la mesa en absoluto. Después de lo que Gerard creyó pasaron horas, Marie terminó y finalmente pudieron comenzar. No era que tuviera ansias por comer aquello, pero no había comido en todo el día debido al estrés y el hambre todo lo podía.

Los primeros cinco minutos comieron en relativo silencio. Lo único que se dejaba oír era el sonido de los cubiertos golpeando con los platos, hasta que Marie se aclaró la garganta.

— He notado que aún no han usado la ropa que les compré, muchachos —dijo, forzando una pequeña sonrisa que bien pudo haber pasado como una simple mueca.

— Es que no nos gusta —respondió Mikey con simpleza. Ni siquiera levantó la vista de su plato.

— En mi parecer se les vería mucho mejor que esos vejestorios que usan.

Run Away (With me) ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora