Capitulo 2.

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Neal ha conducido por varios minutos desde que salimos de casa hacia el centro de la ciudad. Observo con fascinación la multitud de luces, personas y edificios que conforman la ciudad de Atlanta, aun maravillada después de cinco años viviendo acá.

Aunque fue duro para ambos mudarnos, tuvimos que hacerlo.

Nunca habríamos podido ser felices en un lugar donde a cualquier sitio que fuésemos, las personas nos miraran con molestia, como si amarnos y tener a una hija fuese un pecado imposible de perdonar. Por lo que tomamos la decisión de irnos y empezar de nuevo, poco después de que Sarah hubiese nacido y estuviésemos casados.

Aunque mi padre nos había implorado que nos quedásemos, no podíamos hacerlo, y a regañadientes accedió y varias veces al mes nos hace una visita, o nosotros le visitamos. Por supuesto que nunca accede a quedarse en nuestra casa, y últimamente nunca viene sin Margaret.

—Pequeña —me llama Neal mientras aprieta mi mano derecha.

Lo veo de pie fuera del auto, a mi lado. Con su mano tomando la mía, esperando a que salga. ¿En qué momento ha detenido el auto?

Dejo de divagar por mis pensamientos y desciendo del auto, maravillándome al encontrarme frente al lujoso Loews Atlanta Hotel.

—Neal —susurro mirándolo.

Me regala una sonrisa inocente mientras se sitúa a mi lado y me insta a caminar mientras deja su mano en la parte baja de mi espalda.

—Solo lo mejor para mi esposa en su cumpleaños —susurra en mi oído.

De nuevo esa sensación de plenitud al escucharlo decir eso me inunda, y así lo dejo guiarme hasta el interior del hotel, donde de inmediato nos guían hasta un lujoso restaurant con paredes de madera. Las mesas con bonitos manteles blancos se extienden por una amplia zona, donde familias y comensales disfrutan de una velada a la luz de las tenues velas, ubicadas en cada una de las mesas, aunque la propia iluminación del lugar es poca dándole un toque romántico y misterioso.

Nuestra mesa se encuentra ubicada en el centro del restaurant, lejos del bar y de la mayoría de personas que se encuentran en el lugar, aunque para ser fin de semana son pocas, por lo que sus voces se escuchan como unos pequeños murmullos y casi podríamos jurar que estamos Neal y yo solos.

—Este lugar es hermoso —musito mirando los exquisitos cuadros abstractos ubicados en las paredes—. Nunca creí que me traerías aquí —digo después volteando a mirarlo.

A la luz de las velas, su rostro muestra una belleza más juvenil. Él ha afeitado su barba y lleva un smoking a la medida. Con una camisa blanca que mantiene con los primeros botones desechos, mostrando un poco de pecho y llevando un look bastante jovial.

—Cuando te vi vestida de ese modo, pensé que tendría que alardear un poco —replica alargando su mano hasta la mía y acariciando nuevamente mi anillo de bodas—. Me gusta cómo te queda ese vestido

Le sonrío agradecida.

Estoy llevando un vestido violeta bastante sencillo. De mangas largas, con la espalda medianamente descubierta y con un largo de por encima de la rodilla. También estoy usando medias negras y zapatos de tacón alto del mismo color. Mi cabello está recogido en un moño no muy elaborado, dejando caer varios cabellos, tanto en mi rostro como en la parte trasera del mismo.

Antes de poder responder el cumplido, el mesonero llega para pedir nuestra orden. Como siempre, Neal se encarga de todo, pidiendo el menú del chef y una botella de vino a juego. Mientras nuestra comida llega y desaparece de nuestros platos, casi nos hemos tomado la botella de vino entera, la velada ha ido a la perfección y están por traernos el postre.

Disfrutar de lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora