(31) Jam Session

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– Bien... –dijo Arán–, ¿qué estás pensando?

Medité un momento, en aquel ambiente tan desconocido para mí, bañado en luz ámbar y música irlandesa, y decidí serle sincera:

– Que hacía demasiado que no bebía un Sprite. ¿Podríamos pedir una pizza un día de estos? Ya no me acuerdo de la última vez que...

Ya no me estaba escuchando. Daba largos, lentos y ruidosos tragos a su jarra de cerveza. La dejó al fin sobre la mesa con un suspiro.

– Sí. Vale –dijo al fin, la bebida enronqueciéndole la voz un momento–. Permíteme especificar. Estás reunida con tu jefe y acabas de empezar. ¿Qué piensas del trabajo nuevo?

¿Qué podía decirle? Le había escogido, a él y a los Lock & Load, para empezar de cero, pero era muy consciente de que esta decisión podía ser un error, por muy deliberado que fuera. Lo importante era, me repetí una vez más, construirme una vida. Saber qué era qué, aunque fuera solo lo esencial, y a partir de ahí tendría que avanzar por prueba y error. No había otro camino, en la sociedad real o en Otromundo. Mi historial de buenas decisiones era escaso, pero también se habían centrado por mucho tiempo en dejarme llevar. Aly nunca me preguntó lo que yo quería hacer. Arán me ofreció un trabajo.

– Que es un principio –respondí finalmente. Arán me miró con ojos turbios y, tras una pausa, me dedicó un pronunciado asentimiento. Me pregunté si lo había comprendido. O si pretendía que yo creyera que me comprendía, al menos. Empezaba a emparanoiarme. El Djinn murmuró entre mis pensamientos, aprobador.

– Me vale. Por ahora –me observó. Le observé. Yo intentaba tomarle la medida, calarle; no sabía si él estaba haciendo lo mismo–. ¿Tienes idea de cuanto te quedarás con nosotros?

– No, todavía no. ¿Por qué?

– ¿Quieres saberlo de verdad? –cazó dos cacahuetes del bol y los lanzó al aire para atraparlos al vuelo con la boca. Masticó con calma antes de responder, mientras yo trataba de no tamborilear impaciente con los dedos para no clavarlos en la bonita madera barnizada de la mesa– Porque quiero ver cómo sumarte al equipo. Cómo hacerte compatible. Y sobre todo, cómo comprometerte. Quiero que me digas qué harás y qué no, porque si Fang tiene razón sobre ti, odias dejar tu palabra sin cumplir y haces honor a tu palabra.

– ¿Y ella qué sabe? –pregunté, enarcando una ceja.

– Ha hecho un perfil psicológico de ti, y si ella dice eso me lo creo. Así que quiero sacarte cuanto tiempo vas a quedarte, qué misiones puedo darte, qué sueldo pides, aparte del pellejo de Tulius... –se terminó la cerveza de un trago y continuó–. Dime lo que quieres. Luego te diré que es una locura y que no, regatearemos un rato y probablemente me rinda porque soy un blando y deje que te salgas con la tuya. Pero sabré con qué trabajo cuando te ponga en acción.

¿Perfil psicológico? Por una parte, habían invadido mi intimidad. Por otra, me lo estaba contando desde el principio. Quería protestar, quería dejarle claro que me parecía mal. Pero él ya lo sabía, y estaba claro que creía que había que hacerlo aunque fuera incómodo. Para mí, para él. Daba igual. Me bebí el resto de mi Sprite; Arán hizo un gesto y un camarero nos sirvió otra ronda de lo mismo.

– Podrías haberme preguntado –dije sin saber yo misma si hablaba de querer otro refresco o de que me hubieran estudiado de lejos.

– No. El efecto observador. Cuanto más cerca estás de lo que estudias, más lo cambias. Necesitaba ver si perdías la cabeza con todo esto, saber que servías... no te hubiera reprochado que te volvieras loca. En Otromundo la cordura es un lujo, algo que va y viene –hubiera querido discutírselo, pero la voz del Djinn que susurraba casi inaudible en mi cabeza le daba la razón–. Tienes, y eso es conveniente para muchas cosas, una idea clara del bien y el mal.

Alianza de Acero: una novela de Dark'n'SoulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora