Wednesday: Gabe (III)

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Esta vez me dirigía solo a sesión. Tuve que prometer a mi madre horas extra en la iglesia y acceder a llevar ese horrible gorro de lana que me había tejido.

Un cigarrillo cuelga de mis helados labios, y el humo se congela con el denso aire frío al exhalarlo.

La última vez salí de la casa de Becca aturdido por los recuerdos de los inocentes ojos verdes de Florence. Desde su partida ya no compartía cigarros a medias con nadie, el arte ya no me parecía hermoso y las ojeras debajo de los ojos de la multitud ya no escondían un bello misterio.

Es impresionante como alguien roto puede hacerte sentir vivo.

Y es cierto que había noches en las que su ausencia me mataba un poco más que en otras, en las que su recuerdo parece no esfumarse jamas.

Pero su vida se acabó y la mía, lamentablemente, sigue.

Pero hoy no quería hablarle de ella a Rebecca, quería contarle sobre Raphael.

Cuando llegué a terapia me pregunté porque Becca nunca quitaba la nieve del porche. La casa amenazaba con quedarse hundida entre copos blancos.

Llamé a la puerta, y a los pocos segundos ella estaba frente a mi sonriéndome como siempre.

—¿Cómo estás, Gabe? —preguntó, y sus ojos vagaron desde mi cigarro hasta detrás mío.—¿Viniste solo?

—Tuve que acceder a horas extras en la iglesia y a usar este horrible gorro. —dije quitándome de un tirón la gorra que cubría mi cabeza.

Ella se río y luego me invitó a pasar.

Cuando estuve ya sentado en su despacho, Becca ya tenía los cafés en la mesa.

—¿Qué tal fue tu semana, Gabe? —preguntó como si fuera tan solo una amiga.

No pude evitar que una sonrisa boba se me asomase entre mis labios.

—Bien, muy bien. Conocí a alguien.

Becca dejó la taza humeante sobre la mesa y me miró.

—¿A quién? —dijo sonriendo de lado.

—Raphael, nació en un pequeño pueblo de Francia y vino a vivir acá para escapar de su familia. Comparte departamento con Paloma, una española de asombrosos ojos celestes.

—¿Paloma es su novia? —preguntó.

—Raphael es homosexual. De hecho, conoció a Paloma porque ella dormía en las calles, y un día la vio temblando entre un montón de nieve cuando salía de su trabajo y la llevó a su departamento, son mejores amigos desde entonces. ¿Sabías que él trabaja en una galería de arte?—Becca soltó una carcajada, yo parecía un niño pequeño hablando de su cumpleaños.

—Más lento, Gabe. Contame como se conocieron.

Me reí un poco avergonzado y empecé con el relato.

(....)

—¡No quiero que mi hijo esté involucrado con otros hombres, Crystal! —gritó mi padre.

—¿Crees que yo sí? —contraatacó mamá.—¿Crees que quiero soportar las miradas de desaprobación de la gente en la iglesia, o que quiero ver a mi madre diciéndome que tenía razón cuando me dijo que no sabría criar bien a un hijo tan joven?

Estaba aterrado, el miedo me quemaba el pecho y la tristeza me inundaba. No podía dejar de llorar, esa horrible sensación de que estaba decepcionando a todos me oprimía.

—Dijimos que yo trabajaría para que no nos falte nada y tú te encargarías de criar a nuestros hijos. —Sonaba enojado, demasiado.—¡Y ahora míranos! No supiste instruir a Denise, y ahora ella está enferma. Creí que habías hecho una buen trabajo con Gabe, pero ahora él besa chicos.

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