58.

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Era inevitable y literalmente imposible no dejar hablar al cuerpo cuando mi mente no dejaba de pensar en lo bien que besaba mi novia, sin contar que nos besábamos sin ningún tipo de filtro y no es como si ella no supiera el efecto que causaba eso, ya que tenía una erección y Uma podía sentirla, lo que la hacía sonreír con descaro y la incrementaba acariciando mi nunca con sus uñas, y besándome con tanta intensidad que no le importaba nada.

Sin embargo, fui el primer en ser afectado por la luz que se manifestó en el vidrio delantero, dándole el choque a la puerta abierta que mantenían esas mujeres al abrir la fábrica. Uma al escucharlas, torpemente quiso bajarse de mí y yo me reí un poco.

—Es polarizado el vidrio, no te van a ver. —le dije, aunque dudaba un poco de aquel material ya que la luz nos chocaba bastante.

— ¿Pueden ver el auto? —preguntó y me encogí de hombros, no era invisible pero dudaba que le dieran importancia. —Cuando ya se vayan, voy por la bolsa y...

—Voy yo, hace frío afuera.

—Cierto que mi novio es un superhéroe. —rodó los ojos y yo la empujé un poco, ella se rió y me indicó con obviedad mi parte baja. — ¿En serio querés bajar vos?

—Mmm. —pensé en mi erección que bajaba lentamente por no estar presionada, pero suponía que el frío y más mis horribles pensamientos, podía funcionar.

—Bajemos los dos, podemos hacerlo más rápido.

—Bueno, pero esperemos un poco. —suspiré y cerré los ojos pensando en cosas feas, ella se rió y eso no ayudaba mucho, porque consideraba su risa como algo hermoso y... no, debía concentrarme en otra cosa que no fuera lo mucho que la deseaba.

Me mentalicé en llevar mi mente por cualquier otro lugar y en cuanto creí estar listo, bajamos y así como lo hicimos nosotros también mis guardaespaldas, les indiqué que iba a buscar las bolsas y se acercaron inevitablemente, por lo que cuando yo cargué una, me la agarraron y a Uma la otra.

—Gracias. —les dijimos los dos al unísono y yo me apresuré para abrir la parte trasera del auto, donde dejaron ambas.

—Gracias chicos, volvamos.

Nos subimos al auto y cuando ellos también lo hicieron, encendí el motor.

—Me alegra poder traer dos, siempre puedo una, gracias. —dijo y yo le sonreí guiñándole el ojo.

El camino al barrio fue diferente, ya que ella estaba despierta y me hablaba de Copito muy emocionada, dijo que había una perrita siguiéndolo pero todavía era muy chiquito para eso, así que no lo dejaba estar mucho tiempo conociéndola.

Me alegraba el alma que no fuéramos diferentes a cómo llegamos, ambos estábamos más relajados como si aquellos días no fueran nada y pertenecieran totalmente al pasado, donde los iba a dejar definitivamente. Amanecía y tenerla a mi lado, sosteniendo mi mano era lo más romántico que creía haber hecho, y nos mantuvimos así hablando de todo sin que algo nos recuerde lo que sucedió.

Enseguida vi una cafetería, la invité a desayunar y les di aviso a los guardaespaldas que después de pedirse lo que querían podían irse los que estaban de la tarde de ayer. Por mi parte yo busqué atrás mis anteojos y me subí la capucha de la campera así podíamos bajar y que nadie se diera cuenta, aunque era un poco imposible.

—No sé pedir Alec, ¿simplemente le digo eso?

—Sí por favor, se van a dar cuenta si voy yo, tomá. —le pedí dándole el poco efectivo que me quedaba para los seis vasos, asintió y me fui a buscar una mesa detrás del local, donde no había casi gente y pude sentarme de espaldas a las que estaban.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora