10.

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Mi mente era una vorágine, entre las cuestiones administrativas del club y todo lo que implicara Barcelona, mi mánager, la pierna, y las conversaciones que no lograban volverse pelea con suerte con mi mamá, me estaba volviendo loco.

Uma ocupaba gran parte de mis pensamientos y era peor, estaba enojado con ella por no dejarme acompañarla, y porque era muy terca cuando quería ayudarla, pero todo eso se me olvidó cuando la tuve cerca, me hacía sentir muy estúpido tener ese tipo de pensamientos, como sus labios, sus ojos asustados y el perfume impregnado que tenía me estorbaba cualquier ideal, no podía dejar de pensar en el momento que la tuve cerca.

Era muy hermosa, me moría por decírselo y cuando la tuve de esa forma, me di cuenta que me mataban las ganas de besarla o rozarla más seguido, era un tipo de chica perfecta que nunca antes vi, sin embargo podía ser abrumador para todo lo que tenía en mente y preferí seguir por el camino que iba, la amistad.

No sabía qué hora era, ni siquiera medí el tiempo que estuve pintando una de las paredes del gimnasio, no me faltaba mucho para cubrir todo de verde la primera pared, pero me encontraba solo porque los chicos no estaban acostumbrados a levantarse temprano y por eso preferí empezar mientras escuchaba música fuerte.

— ¿Hay que hacerte enojar para que pintes toda una pared solo? —me preguntó Uma bajando el volumen de la música y la vi agarrar una bocha con pintura, para pasarla en la parte blanca de la pared.

—No estoy enojado.

—Comunicáselo a tu cara.

— ¿Qué pasaba con la tuya cuando Seff te llevó?

—Yo podía.

—No, no podías. —dije y miré su tobillo vendado, tenía un corto short y la remera apenas la cubría. No le faltaba nada para considerar perfecta, hasta lo que se ponía le quedaba bien y yo no era un tipo muy detallista cuando de ropa se traba. — ¿Fuiste al médico? —negó y suspiré bastante frustrado, me agaché a buscar más pintura para volver a pasar sobre la pared, esta vez con el rodillo. — ¿Te duele?

—No tanto.

—Podrías estar desguinzada o quebrada.

—Qué exagerado, está un poco hinchado pero me puse hielo y lo mantengo ajustado, está bien.

—Pero no te podés curar vos sola, es en serio, yo cuando apenas me doblo el tobillo...

—Si no tenés a todos encima sería un fracaso para la enfermería del club. —dijo con obviedad. —jugás profesionalmente, es obvio que vas a ser asistido de inmediato y como si fuese una urgencia una simple doblada de tobillo, pero yo sí sé curarme sola.

— ¿Crees que no puedo curarme solo si me llego a doblar el tobillo?

—Es que ni siquiera te dejarían intentarlo. —se burló y yo sonreí, era cierto, mi arma de trabajo eran las piernas y una simple doblada podía salir caro. —al fin sonreís un poco, ya me estaba preocupando.

—Los acuerdos no cumplidos me ponen de malhumor.

—Ya te pedí disculpas, no pensé que era en serio. —suspiró poniéndose de costados para mirarme. — ya me vas a acompañar, pero de todas formas creo que no es lo único que te pasa.

—Puede ser.

—Si yo puedo confiar en vos, entonces podés confiar en mí, ¿qué te pasa? —me preguntó y dejé por un momento de pintar para corresponder a su atención. Tenía que ir acorde a la seriedad de mi situación.

—No puedo encajar, ni en mi familia, ni con mis amigos, ni con nada de lo que haga, volver no sé que tan bien me sienta.

Ella sonrió y me puso la palma en alto para que yo la chocara, y confundido lo hice.

El partido más Difícil.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora